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Desde que él se marchó, Brienne vagaba por los pasillos, abatida, pensando que la felicidad que había tenido se había escapado entre sus dedos sin poder evitarlo. Después de todo lo que habían pasado para poder estar juntos, él lo había tirado todo por el suelo para volver a los brazos de su hermana. Siempre había sabido que aquello era una posibilidad que siempre estaría presente, pero realmente creía que él había cambiado, que se había dado cuenta de que Cersei solo lo manipulaba, y que había encontrado la verdadera alegría con ella. 

Pero se equivocaba, pues no había dudado ni un momento para salir corriendo de nuevo hacia ella. "Quizás sea mejor así" se repetía una y otra vez, como si fuese la única forma de sentirse un poco mejor, aunque nada parecía reconfortarla.

Los días pasaban, y ella ya recuperada de sus heridas, había vuelto a sus funciones como guardia de Invernalia. Se encargaba de organizar las defensas de la ciudad, y de entrenar a los soldados, pues si Cersei no caía, la guerra volvería a llegar a sus puertas, por lo que debían estar preparados para evitar cualquier sorpresa.

Tras unas semanas sin recibir noticias de lo que ocurría en el sur, finalmente un cuervo llegó. El mensaje era muy escueto, aunque era cierto que Jon no daba demasiadas explicaciones nunca... "Estamos a las puertas de Desembarco, llegó la hora". Cuando aquellas palabras salieron de los labios de Sansa, Brienne se estremeció. Aquello significaba que Jaime estaría allí, junto a su hermana, dispuesto a enfrentarse a un ejército con un dragón. Su expresión era tensa, y agarraba su espada con fuerza, intentando no mostrarse débil, aunque para Sansa no había pasado desapercibido.

- Lo siento -. Dijo la Stark, haciendo que Brienne relajase un poco el rostro.

- No es vuestra culpa, mi lady -. Sansa siempre se había sentido muy cercana con todos aquellos que la rodeaban, pero con Brienne tenía algo especial, la había llegado a considerar casi una amiga.

- Lo se -. Admitió - Pero yo fui quién le dejó permanecer aquí, en el Norte, cuando debería haber sabido que los Lannister nunca cambiarán -. Brienne bajó su mirada al suelo, intentando contener que una lágrima recorriese su rostro, tarea que últimamente parecía casi imposible, y lo odiaba. Odiaba llorar por alguien que no había dudado en dejarla, odiaba como eso la hacía sentir, y odiaba llevar en su interior el fruto de lo que pensaba que era el verdadero amor.

Posó la mano en su vientre, acariciándolo lentamente, cuando sitió la mano de Sansa sobre su hombro.

- Tienes que ser fuerte, y seguir adelante, y no sólo por ti -. Dijo mientras posó su mano en el vientre de Brienne, quien la devolvió una sonrisa reconfortante. 

Sabía que Sansa llevaba razón, que tenía que recomponerse y seguir adelante, pues  ahora una nueva vida dependía de ella, una vida que la traería toda la alegría que había perdido con la marcha de Jaime.

Aquel día todos los que allí vivían parecían nerviosos, todos tenían sus pensamientos en lo que podía estar pasando en el sur, pues nadie quería una nueva guerra después de haber perdido tantas vidas contra los muertos. Todos susurraban teorías, todos querían contar su propia historia de lo que creían que pasaba, pero todas ellas eran erróneas, pues no sabían que la madre de Dragones acababa de morir a manos de Cersei.

El día casi había terminado y no había llegado ninguna nueva noticia de la capital, por lo que Brienne decidió irse a sus aposentos, había sido un día bastante intenso, y necesitaba descansar, pues el embarazo agotaba su energía cada vez más rápido.

Llegó a su habitación, y el silencio invadía cada rincón. La chimenea permanecía encendida durante todo el día, pues el frío cada vez era más penetrante, pero el calor que desprendía era reparador después de pasar el día fuera, en la fría nieve.

Dejó su espada junto a la mesilla, y comenzó a desprenderse de su armadura, una armadura adaptada a su nuevo estado. Finalmente se sentó a los pies de la cama, con la mirada fija en el fuego, dejando a su mente viajar hasta la capital, hasta él, preguntándose el por qué, sin encontrar ninguna explicación que la hiciese sentir mejor.

Una fuerte voz hizo que abandonase sus pensamientos, pues estaba tan distraída que no había escuchado que la puerta había sido abierta. Apartó la mirada del fuego y pudo ver a dos hombres sujetando espadas, sin armadura que identificase  para que casa trabajaban, por lo que debían ser mercenarios.

- Brienne de Tarth -. Dijo uno de ellos - La nueva puta del Lannister -.

- Debe estar demasiado aburrido para venir hasta aquí para esto -. Ambos reían, señalando a Brienne, quién no se había movido de donde estaba, permanecía a los pies de la cama, analizando a aquellos hombres que acababan de invadir su espacio.

- ¿Quién sois? ¿Qué queréis? -. Dijo ésta finalmente.

- No importa quienes somos -. Contestó uno de ellos - Solo estamos aquí por órdenes de la reina. Acabar con tu vida nos dará más oro de lo que jamás podamos gastar -. Seguían bromeando.

Lo que no sabían era que Brienne siempre mantenía un arma cerca de ella, pues sabía que Cersei volvería a intentar atentar contra su vida, incluso teniendo a Jaime para ella. Justo donde ella se encontraba sentada, a los pies de la cama, había un hueco entre la madera, donde guardaba un puñal. Aquellos hombres estaban tan ocupados fanfarroneando del dinero que ganarían y de lo fácil que sería hacerlo que no se habían dado cuenta de que Brienne ya tenía el puñal preparado para ser usado, cosa que no tardó en hacer, acabando con la vida del hombre más cercano a ella sin que le diese tiempo si quiera a gritar.

La sangre cubrió el rostro de su compañero, quién se quedó paralizado ante aquella acción. Pero instintivamente comenzó a lanzar embestidas con su espada. El miedo le había echo más torpe, lo que le había facilitado la tarea a Brienne, quién un par de movimientos más tarde había clavado su puñal en el cuello del mercenario.

La sangre había cubierto el suelo de su habitación, "seguirán viniendo hasta que acaben conmigo" dijo en voz alta, con tonos de tristeza adornando cada palabra.

- No creo que venga nadie más -. Podrick acababa de llegar hasta allí, el ruido debía haberle alertado.

- ¿Qué quieres decir? -. Preguntó ella, confundida.

- Acaba de llegar un cuervo. La reina a muerto a manos de Jaime -. Aquellas palabras hicieron que las lágrimas volviesen a brotar de los ojos de Brienne. Ahora lo entendía todo, había arriesgado su vida para salvarla a ella, para evitar que lo que acababa de pasar aquella noche siguiese pasando hasta que consiguiesen acabar con ella. 

- Pero no todo son buenas noticias -. Brienne, quién estaba esperanzada de nuevo, volvió a endurecer su rostro - Todo ocurrió en la sala del trono, pero cuando la reina calló, todo se vino abajo. Muy pocos consiguieron salir de allí con vida. Nadie ha sabido nada de él, nadie le vio salir de allí -.

- No... No puede ser -. Las lagrimas de felicidad se habían convertido en completa desolación, no podía creer lo que estaba pasando, no podía creer que nunca más podría mirar aquellos ojos verdes.


Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora