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La noche se presentaba triste, nostálgica. Una gran parte de los allí presentes se había reunido con su familia y amigos para la que podía ser su última cena, mientras otros habían optado por despejar su mente alejados del murmullo que reinaba entre aquellas paredes. El miedo se podía observar en las caras de todos y cada uno de ellos, sin excepciones.

Se escuchaban lloros en casi cualquier esquina de Invernalia, pues las despedidas eran mucho más difíciles cuando había que derrotar a la propia muerte para continuar con vida. Por ello, quién tenía el privilegio para ello, se refugiaba en las habitaciones del castillo, aislándose de los lamentos provenientes del exterior, pues era lo último que necesitaban antes de la que sería la batalla más importante de sus vidas.

Aquel lugar contaba con diferentes salones, pero aquella noche el más buscado fue el más alejado de todo y de todos, dónde podían esperar al calor del fuego sin que nadie fuese a molestar.

- Nada mejor que pasar mi última noche bebiendo vino -. Bromeaba Tyrion, con una copa en la mano, y sentado entre Podrick y su hermano. Todos se habían servido una copa excepto Brienne, quién, sentada al lado de Jaime, se había negado, pues no veía oportuno beber la noche antes de una batalla, pensaba que no ayudaba a estar despejado y pelear bien.

- Vamos, solo una copa -. Insistió Jaime, con una sonrisa - Puede que sea la última -. Dijo con un tono triste, pues podrían estar ante su final, y Brienne también lo sabía, por lo que finalmente accedió. "No puedo decir que no si es él quien me lo pide" pensaba ella, mientras sujetaba fuerte su copa.

La noche avanzaba despacio, los cuatro mantuvieron una conversación bastante divertida, dadas las circunstancias. Ser Davos se unió a ellos poco rato después, y todos intercambiaron sus historias en el campo de batalla. Todo parecía ir todo lo bien que podía ir esa noche, los nervios parecían haber quedado a un lado, pero alguien más se disponía a entrar en aquella habitación.

La puerta se abrió, y el pelo rojo de Tormund se dejó ver incluso antes de que la luz del fuego iluminase su rostro. Su presencia hizo que Jaime resoplara, no había cruzado palabra con él, pero lo odiaba como podría odiar a su peor enemigo. Podría atravesarlo con su espada allí mismo para que dejase de mirar a Brienne del modo que lo hacía cada vez que la veía.

- ¿Hay una fiesta y nadie me ha invitado? -. Bromeaba el salvaje al mismo tiempo que se acercaba al lugar donde los demás estaban sentados, junto al fuego.

- Hola -. Se había parado frente a Brienne, mirándola de arriba abajo, y con una sonrisa tan amplia que todos sus dientes podrían haber sido contados.

Jaime lo miró de modo desafiante, los celos se habían apoderado de él, su respiración se había acelerado, y luchaba por controlar sus impulsos de levantarse y acabar con él en ese preciso instante. Brienne se limitó a devolverle el saludo con un movimiento de cabeza.

Unos segundos después, Tormund había cogido una de las sillas de aquella sala y la había colocado justo al lado de Brienne. Jaime no sabía si podría aguantar mucho más, por lo que se levantó de su silla y se acercó a la mesa donde se encontraba una jarra repleta de vino, necesitaba otra copa si quería calmarse. 

- Creo que debemos vivir -. Había dicho Tyrion, quién se había percatado de lo que su hermano estaba pensando, e intentaba romper el silencio de un modo u otro. Y en cierto modo lo consiguió, pues todos echaron a reír. - Si hemos sobrevivido hasta llegar aquí, por qué no sobrevivir de nuevo. Ser Davos, Ser Jaime, Ser Brienne, ¿a cuántas batallas habéis sobrevivido?... Perdón, Lady Brienne -.

- ¿No eres caballero? -. Tormund quedó sorprendido ante aquello. Brienne negó con la cabeza, era su espina clavada, sabía que por ser mujer nunca podría ser caballero aunque ella lo merecía más que nadie -. Si yo fuese rey, te nombraría caballero mil veces -. Brienne sonrió inconscientemente, pues nunca nadie la había echo sentir su valía de aquel modo.

Jaime observó la escena, y verla sonreír de ese modo gracias a aquel salvaje le hacía enfurecer, los celos se habían adueñado de cada centímetro de su cuerpo, algo debía hacer antes de que aquel hombre de pelo rojo siguiese por ese camino.

- No es necesario un rey, un caballero puede nombrar a otro caballero -. Dijo, soltando rápidamente la copa de vino, y encaminándose hacia el centro de la habitación. Una vez allí, desenvainó su espada, y mirando a Brienne con total admiración, continuó -. Arrodíllate, Lady Brienne -.  

Ella estaba tan sorprendida que no sabía como reaccionar ante aquello, pensó que se trataba de algún tipo de broma, pues la tradición dictaba que una mujer nunca podía ser nombrada caballero, por lo que permaneció en su silla, sin moverse. Pero el rostro de Jaime no era para nada el de una persona que estaba bromeando, lo miró fijamente, a aquellos ojos esmeralda, y con un leve movimiento de cabeza la dio a entender que lo había dicho totalmente en serio, haciendo que se levantara de su asiento sin siquiera pensar lo que estaba haciendo.

Se arrodilló frente a él, y agachando la cabeza, notó el acero en su hombro.

- En nombre del Guerrero, os encomiendo ser valiente. En nombre del Padre, os encomiendo ser justa. En nombre de la Madre, os encomiendo defender a los inocentes. Levantaos, Ser Brienne of Tarth, caballero de los Siete Reinos.

Ésta obedeció, y con lágrimas en los ojos finalmente se levantó como caballero mientras los allí presentes aplaudían y celebraban su nombramiento, aunque ella no escuchaba nada, en su cabeza solo había un pensamiento... "Él ha sido quién ha echo mi sueño realidad". Toda la vida sabiendo que jamás podría ser caballero, y había llegado él para hacer posible lo que ella creía imposible.

La emoción se había adueñado de su cuerpo, por lo que no controló su reacción ante aquella felicidad desbordante y se acercó a Jaime, juntando sus labios con los del Lannister. Jaime no lo había visto venir, por lo que tardó unos segundos en reaccionar, antes de devolverla el beso, pues no le importaba lo que pensase nadie, es más, se alegraba de que Tormund estuviese allí para verlo.

Los aplausos cesaron durante un instante, la sorpresa de los demás era imposible de disimular, se miraron entre ellos, como buscando una explicación ante lo que estaban viendo, a lo que Tyrion se encogió de hombros, y volvió a aplaudir, sabiendo que los demás también lo seguirían.

Estaba siendo una noche muy tranquila, incluso se podría decir que feliz, pero solo era la calma que precedía a la tormenta. Los cuernos comenzaron a sonar tan fuerte que cualquier persona que se encontrase en las cercanías de Invernalia habría podido escucharlo. La hora había llegado, los muertos se encontraban a las puertas. Era la hora de luchar por los vivos.

Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora