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La confianza es algo frágil, un arma de doble filo, muy difícil de ganar, pero demasiado rápido de perder, y en Poniente era algo que escaseaba.

Jaime miraba atónito a su hermana, pues jamás se habría imaginado en una situación como aquella en la que se encontraba. Con los ojos tan abiertos que parecía que se le saldrían de las órbitas hizo ademán de agarrar su espada, pero en el preciso instante en que agarró la empuñadura observó como la reina hacía un gesto de negación con la cabeza. Él supo enseguida que quería decir con aquella negativa, que no le daría tiempo a desenvainar cuando tendría la garganta partida en dos, por lo que poco a poco fue soltando la empuñadura, hasta quedar con ambas manos abiertas, en señal de rendición.

Tenía la respiración acelerada, el corazón le latía tan fuerte que parecía salirsele del pecho. Una pequeña línea de sangre caía por su cuello desde el lugar en el que la espada de la Montaña estaba haciendo presión, la cuál incrementaba con el paso de los segundos.

- No serás capaz de ordenar que me maten -. Realmente el caballero quería creerlo, pero dada su situación veía a Cersei capaz de hacer cualquier cosa, incluso acabar con su vida. Siempre había dicho que sus destinos estaban ligados, y que así sería hasta el final de sus días, por lo que dejarlo ir a los brazos de otra mujer iría en contra de sus principios.

- No quieras averiguarlo -. Con esa afirmación la reina dejó ver pequeños ápices de duda en su voz, pues estaba amenazando de muerte a la última persona que la quedaba en este mundo. Esa misma duda hizo que el caballero cambiase su actitud, sintiéndose más seguro de que saldría airoso de allí.

- Si quisieses matarme, ya lo habrías echo -. Media sonrisa iluminó ligeramente su rostro, pero rápidamente volvió a poner un semblante serio, pues si la reina sentía que se estaba burlando de ella probablemente no dudaría ni un momento en pedir su cabeza.

- Querido hermano, crees conocerme demasiado bien, pero las cosas han cambiado demasiado, no quieras jugar conmigo -. Llevaba razón, ya nada era igual que antes, no solo ella había cambiado, también lo había echo él, pues ahora había alguien más por quién merecía la pena luchar, alguien que lo estaba haciendo ser mejor persona.

- Me arriesgaré -. Esta vez no ocultó su sonrisa. Empujó ligeramente el filo de la espada que lo retenía allí, y como bien había deducido, no encontró resistencia. Con un rápido movimiento se alejó de la Montaña, y sin apenas mirar a su hermana se dirigió a la puerta que permitía la salida de aquella habitación.

- No te saldrás con la tuya. No permitiré que esa puta te toque, aunque sea tu vida con la que tenga que terminar para impedirlo. ¡Eres mío, y siempre lo serás! -. La reina comenzó a gritar, desesperada, pues la única familia que la quedaba la estaba dejando por irse a los brazos de otra mujer.

Ser Jaime abandonó la habitación sin volver a mediar palabra, dejando a su hermana allí, furiosa, con los puños apretados, y maquinando un nuevo plan para impedir esa nueva relación que se estaba forjando. "Por encima de mi cadáver" pensó, y echó a andar de nuevo hacia sus aposentos.

El caballero sabía que debía abandonar la capital a la mayor brevedad posible, pues sabía que la furia de su hermana nublaba su juicio, y podría mandar a su ejército al completo para acabar con su vida si era necesario.

Llegó a su habitación, se quitó su armadura, y se vistió con un jubón marrón, con pantalones negros y botas del mismo color. Se volvió a enfundar la espada, y colocándose una capa marrón se dispuso a salir de su habitación, y de la capital.

Había sido demasiado rápido, lo supo porque le fue demasiado fácil salir de allí, apenas había guardias vigilando por los pasillos, lo que indicaba que la reina aún no había dado la orden para iniciar su búsqueda. Aprovechó esa situación, saliendo de la Fortaleza Roja en apenas unos minutos, lo que le permitió ensillar su caballo adecuadamente. Cabalgó a paso ligero por la capital, capturando las miradas de aquellos que se cruzaban en su camino, pues todos reconocían aquella mano de oro.

Finalmente, una vez fuera de allí, detuvo su caballo. Necesitaba echar un último vistazo a aquel lugar. El lugar que tantas desgracias había traído a su familia, y que quizás no volvería a ver más. Minutos más tarde fue consciente de que no había tiempo que perder, pues había largo camino hasta Invernalia. Agarró las riendas de su corcel, dándose cuenta que un copo de nieve acababa de caer en su mano dorada, indicando que la primera nevada estaba a punto de caer en la capital. Ésto solo era indicador de una cosa: El invierno había llegado.

Y con este pensamiento, el caballero comenzó a cabalgar dirigiéndose al Norte, sin volver la vista atrás.


La reina por fin había llegado a su habitación, y tras tomar una copa y llenarla de vino, comenzó a andar de un lado para otro. Varias veces llamaron a su puerta, y todas se negó a abrir la puerta, pues necesitaba tiempo para pensar cual sería su siguiente paso.

Tras largo tiempo meditando, supo que si su hermano llegaba a Invernalia, sería prácticamente impedirles estar juntos, pues estarían rodeados de soldados norteños, quienes los defenderían ante cualquier amenaza. Y tampoco estaba en disposición de iniciar una guerra para traerlo de vuelta, no con la madre de dragones en sus puertas, esperando para ocupar el trono de hierro.

Sabía que la mejor solución sería acabar con su hermano antes de que consiguiese llegar al Norte. Solo pensarlo hizo que una fuerte punzada atravesase su pecho, pues nunca habría imaginado tener que acabar con la vida de Jaime... "O conmigo o con nadie más" pensó, antes de ordenar a un grupo de 10 soldados Lannister que partiesen inmediatamente.

- Buscad a mi hermano, acaba de partir al Norte, así que hacedlo rápido y no tardaréis mucho en dar con él -. Mientras pronunciaba aquellas palabras, el dolor se apoderaba de su corazón, pero ella misma se obligó a ser fuerte.

Su respiración era muy profunda, lo que indicaba su necesidad de calmar los nervios antes de sentenciar definitivamente a su hermano y amante. Con los puños tan apretados que la sangre parecía no llegar al final de sus dedos, miró fijamente a todos y cada uno de aquellos soldados, haciéndoles ver quién tenía el control sobre todo y todos.

- Y cuando lo encontréis, matadlo, y traédmelo -. Dijo, condenando la vida de Ser Jaime.

Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora