Craig Tucker PoV
Querer y no poder. Mierda, eso era más doloroso de lo que algunos creían.
No es sólo la impotencia, es también la resignación, esa que te produce ver que tus esfuerzos jamás son suficientes para obtener aquello que tanto deseas.
A la mayoría nos sucedió, quizás en busqueda de distintas metas. Dinero, fuerza, conocimiento, amor. Todos buscamos algo, y cuando es realemnte nuestro objetivo nos empecinamos en alcanzarlo para conseguir nuestra realización, para ser felices. Sin embargo no todos lo consiguen, existen quienes como yo dan todo de sí por una causa perdida. Ese era mi día a día.
La depresión te sume en la monotinía, en la rutina de lo absurdo. ¿Para qué estudiar? ¿para qué trabajar? ¿para qué lo mismo todos los putos dias?. No era algo de perspectiva, era un golpe de la realidad, mi vida estaba hecha una mierda.
Todos los días eran iguales, todo se sentía exactamente igual de vacío, no encontraba felicidad en lo que hacía.
Despertaba a las 4 de la mañana. Me bañaba en seguida, tiempo que aprovechaba para llorar y que mis lagrimas se confundieran con el agua que caía en mi rostro. Me colocaba mi ropa, la misma de siempre, no tenía nadie por quién tener que verme bien. Desayunaba a la ligera, un poco de jugo de la nevera y unas galletas saladas. De vez en cuando no desayunaba, pues se acababan las reservas y no tenía con que comprar algo más. A las 5 de la mañana salía de casa, tomaba rumbo a la casa de Tweek, me asomaba por la ventana para asegurar que no hubiera nadie ahí, finalmente regresaba a casa por mi mochila y tomaba el camino a la escuela. Iba sólo, no me llenaba la compañía de Kenny o Stan. Bebe intentó ir conmigo algunos días, pero entendía que estaba mejor sólo, terminó siendo la compañía de McCormick. Llegaba a la escuela, tomaba mi asiento y me quedaba en silencio. Hacía los trabajos, respondía las preguntas, presentaba mis tareas, no tomaba ninguna atribución más. Pasaba los recesos en soledad, sentado a la sombra de un arbol, pensando en todo y en nada. Al terminar las clases regresaba a casa, no sin antes echar un ojo al sitio donde estaba la cafetería, seguía clausurada, muerta en el tiempo, esperando que alguien entrara y la pusiera denuevo en funcionamiento. Recogía mias pasos, regresaba a casa. Entraba, escuchando nada más el eco del chillido de la puerta retumbando entre las paredes vacías de mí casa. Subía a mi habitación, lanzaba la mochila al suelo y me tiraba a la cama a dormir por una hora, así mi existencia no sería tan insufrible. Luego llegaba la hora de hacer mis tareas, lo cual hacía con algo de prisa, sin darle muchas vueltas. Hecho esto bajaba a la cocina a buscar qué comer, si había algo, bien, y si no, sería otro día esperando a que me llegara un dinero de Denver.
Muchos se preguntarían, ¿y Tweek? bueno, debía olvidarme también de esa posibilidad, ya no tenía chances con él, nada de nada. Llegó el día en que debía abandonar el hospital, y al no tener con quién ir, apareció su 'flamante' novio. Los Broflovski se ofrecieron a costear las terapias que no cubría el seguro de Tweek, además de darle un techo y algo qué comer, siendo esto ultimo algo que no podía asegurarle al rubio en medio de su delicada recuperación. Este fue el culmen de mi triste situación, quería cuidar a Tweek, pero no podía.
Quizá fue el golpe más duro que recibí. Fue una tarde jodida. Terminaba un nefasto día de clases donde no tuve el rendimiento que esperaba, no tenía que comer ese día, fui en patineta al hospital, terminé estrellandome contra un poste, rompiendo así la patineta y marcando unos moretones en mis piernas. Pensaba que el día no podía ser peor, pero asi fue. Como era obvio la recepcionista del hospital me conocía, sabía a quién iba a ver todos los días. Sin embargo ese fue el único día en que me detuvo antes de subir. Recuerdo que me hizo una seña con la mano, mi afán por ver al rubio me hizo ignorarla, pero luego me llamó, no podía ser grosero, me devolví a la repeción y me llegó esa dolorosa noticia. Tweek había sido dado de alta del hospital. Me preguntaba a donde había ido, con quién, porqué tomó esa desición tan repentina, sin embargo un apellido me hizo ver la realidad. Broflovski. Los padres del pelirrojo, Sheila y Gerald habían asumido la responsabilidad de cuidar a Tweek en su recuperación, desde ese día dejé de ver al chico que amo.
Días, semanas, meses. Le costó bastante recuperarse. A diferencia mía él sufrió más daños, incluso estuvo en coma, así que era normal pensar que él no estaría a su 100% tan rápido como yo. Pero quería que fuera antes de tiempo, necesitaba verlo otravez, saber cómo estaba e intentar hacer que me recordara. Extrañaba su voz, su aroma a café, su cabello desordenado y esa curiosa camiseta mal abotonada. Claro, podía en teoría ir a verlo a la casa de los Broflovski, pero eso implicaba meterme al territorio del "novio" de Tweek. No pensaba aparecerme con ese imbécil allá, quería más tranquilidad con Tweek, no tener a alguien ahí, pero no había como, a menos que me ausentara.
Tenía poco de donde elegir, mi cabeza estaba mezclada de emociones y pensamientos acerca de qué podría pasar. Lamentablemente lo único que entendía como verdad en ese momento es que mi presencia en South Park era improductiva. De no conseguir recuperar a Tweek, no tendría más que renunciar a las ideas que tenía aquí, volver a Denver y acceder a la universidad a terminar de escribir mi futuro. Amaba a Tweek, como jamás había amado a alguien, pero tenía que ser realista, él ya tenía a alguien que le podría dar lo que yo quisiera, no había caso en seguir intentando meterme en su vida a ocupar el espacio de alguien más. Tendría que renunciar a él. No importaba mientras él fuera feliz, aunque yo no lo fuera.
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Azabache de ojos azules
ParanormalEl amor puede cambiar a cualquiera, pero lo podrá con aquel que ha equivocado su camino en la ambición. Un secreto, un deseo y un amor en medio. Tweek tendrá que darlo todo si desea quedarse con el último Azabache de ojos azules.