Cap 4: Bomba sexy

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En mi cuarto decido llamar a Oliver, necesito que me ayude con ella, siento que es suficiente todo lo que hace por mí, debe tener problemas mentales para seguirme todo el puto tiempo. Está obsesionada conmigo.

─ ¿Aló? ─¿está durmiendo?

─Oliver, despierta, vente para mi casa ya mismo ─gruñe contra el teléfono ¿Qué? ─, que te vengas, tengo una emergencia.

De repente escucho que suben el volumen del equipo de sonido, y empiezan a cantar. Maldita bulla, Verónica me va a escuchar apenas termine la llamada.

¿Tienes fiesta en tu casa?

─NO, ni de mierda. Oye, vente, tengo a una loca en mi casa ─dicho esto la puerta de mi cuarto se abre y veo a mi alumna con el teléfono inalámbrico del primer piso pegado a su oreja. Escuchó todo.

¿Riqui, estás bien? Oye, bro, te llego en una hora ─le cuelgo.

Pudo ser peor.

Baja la mano donde sostiene el teléfono y hace un gesto que ninguna otra chica se atrevería a hacer si supiera que soy su profesor. Enarca una ceja, se muerde el carrillo de forma desafiante y me saca el dedo.

─Dime que soy una loca en mi cara, hazlo, ten los cojones ─se le quiebra la voz ─. Trato de ser amable contigo y mira en qué concepto me tienes.

Me da la espalda y sale corriendo planta abajo. Ay no, ahora me siento como una mierda.

Corro tras ella y la alcanzo a mitad de las escaleras, gracias a Dios no ha echado ni una sola lágrima.

─Ey, basta ─la pego a mi pecho. Me sigue golpeando ─, Verónica, tranquila.

De repente no tengo otra salida que besarla, cuando lo hago se paraliza completa. Tiene buenos labios, además, su fragancia es tan rica que podría extrañarla después de soltarla.

Verónica se remueve un poco en el sofá mientras me siento a su lado, por lo menos aceptó la tregua de ir a comer, no me salió tan barata como me imaginé; pero ese es otro tema del que no quiero hablar ahora.

Llamo a mi amigo y le digo que no venga, antes de colgarle me dice entre risas "te perdí, bro, estás enamorado." Maldito.

Vuelvo a la cocina y veo a Verónica darle de comer a Rocky, se llevan muy bien, es muy extraño porque Renata fue quien me regaló al cachorro el día de amor y amistad pero ellos jamás han congeniado.

─Me daré una ducha ─le aviso. Sigue ignorándome.

Es increíble cómo esa chica invadió mi vida sin avisar, empezó con unas sonrisas a mitad de los pasillo cuando aún no le daba clases y, continuó con las bromas y locuras en medio del aula. No olvido aquella llamada caliente que me hizo, fue repugnante, para ese entonces seguía viéndola como mi alumna; ahora sé que no puedo con ella, que es irreversible verla con otros ojos.

Le hago un nudo a la toalla mientras busco ropa cómoda en el closet, la puerta se abre y de inmediato me giro, no me acostumbro, vivo solo y es extraño que alguien más se mueva con libertad en mis espacios; Verónica entra y no disimula para repasarme, se muerde el labio y niega qué perversa, quién sabe qué se imaginó.

─Te acaba de llegar ─se refiere a una carta.

Se la recibo y me quedo esperando que salga para seguir buscando qué ponerme pero no lo hace, su diabólica sonrisa se amplía más, luego se sienta en mi cama mirándome fijo.

─ ¿Qué quieres, Verónica?

─ ¿Hace cuánto tuviste tu último polvo? ─¿qué?

Entorno los ojos y evito mirarla, es incómodo, aunque me guste su osadía no dejo de pensar que es mi alumna y que le llevo 10 putos años de ventaja.

El profesor Miller © (SIN CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora