─Por dios, Verónica, ¿de dónde sacas que tengo tus notas? ─agarra la mano con que aprieto su mandíbula.
─Bárbara, son las... ─alzo su mano para mirar el lujoso reloj de pulso que lleva ─, cuatro de la tarde, casi 5. Si a las en punto no me dices nada olvídate de la cena.
Tiro la puerta y la clavo contra ella, no sé de dónde saco tanta fuerza bruta para reducirla, puede que demasiada frustración acumulada ayude, a pesar de tener un día de dicha no consigo controlar mi ira cada vez que recuerdo las putadas que me han hecho padecer los últimos días. Depresión, ira, confusión y remordimiento, ¿hasta dónde van a llegar?
«¡Me cansé!»
─Habla de una puta vez ─ahora la agarro del cuello, sus rasgados ojos se cierran del pánico y con sus manos intenta alejar las mías ─. ¡dilo ya!
Le arranco los lentes y los reviento contra la pared.
─Son nuevos. Verónica basta ya, te juro que no tengo idea de dónde tienen tus notas.
─Bárbara, no hables de mis notas, hablemos de lo que tenemos en común ─sé lo psicodélica que me veo, juro que no conocía esta parte de mí, estoy trastornada y es posible que no me detenga ─. Cuando iniciamos semestre fuiste la primera en presentar la tesis de grado junto conmigo, ¿recuerdas lo que hiciste? Espero que sí porque no querrás que te recuerde. Bien. Hablaste con Sofía, una de las profesoras encargadas de calificar ese proyecto; le dijiste que parte de mi tesis era un plagio de la tuya...
─Eso no sucedió así.
─ ¡Fue así! ─presiono más su cuello logrando que tosa ─, hasta ahora Sofía cree que mi tesis es una copia de la tuya, de no ser porque otros profesores insistieron en que no, estaría sin tesis y sin grado.
─Sin grado estás ─sonríe con amargura.
─No por mucho ─le devuelvo el gesto ─. Hablemos de Ricardo, del querido profesor Miller. Venga, para nadie es un secreto que te gusta, que te mueres por él, el problema es que no tienes el nivel de osadía que yo para admitirlo e ir por él.
─ ¿De qué te ha servido? Para él no eres más que una estudiante, una loca obsesionada que no sabe cuándo dejar de molestar. Yo también sé cositas de ti Verónica, sé que ibas a su casa después de clases, que te acostabas con él, ¿quién crees que se lo dijo al decano? ─siento una patada rebotar en mi estómago, es la confesión más frías y doblemente enferma que he escuchado de alguien tan carismático e inofensivo. Olviden lo último ─. Sí, querida, fui yo, yo tuve los cojones de decírselo al decano, yo fui con Ricardo y le mostré tú foto con el chico del bar, yo le dije a tu querido ex suegro que eras un asco y que podías llevar a mi profesor a la miseria.
¿Ella qué sabe de...?
─ ¿Qué sabes de la familia de Ricardo?
─Ja, ¿ahora te importa? ─me empuja, me desestabiliza su seguridad repentina y el trance de la débil a la fuerte ─, Verónica, crecí viendo a Ricardo, era mi vecino cuando todavía estudiaba en la universidad y yo en el Instituto. Conozco a Margot y a César, a mi nadie me echa cuento de esa familia, son intachables. ¿Creíste que eras la única interesada en Ricardo? Pues no, llevo años detrás suyo y nunca he conseguido lo que tú en tan poco tiempo sí.
Recorre la habitación con una sonrisa de lado, aunque hay palabras que se le dificultan y suelta un amargo y crudo suspiro, a veces su expresión se torna fría y calculadora, peor que la de una psicópata.
─Entonces lo aceptas, tú tienes qué ver con la desaparición de mis notas ─la acuso. Se detiene de golpe frente a mí y sonríe.
─A ver, querida, ¿de qué otra forma te hago entender que sí, que soy tu maldita sombra, que si algo te sale mal es por mí?
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El profesor Miller © (SIN CORREGIR)
RomanceElla no es la típica chica objeto de acoso por parte de su profesor. ¡Eso jamás! Verónica es... la acosadora, la desquiciada, loca y pervertida estudiante sin límites; que a un semestre de graduarse decide arriesgarse a dar una optativa ajena a sus...