Cap 26: ¿Qué pretende, profesor?

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De camino a casa el silencio entre nosotros empieza a tomar cuerpo, a distanciarnos y dejar que perdamos comodidad. Con la frente pegada al vidrio de la ventana visualiza todo cuanto a su paso se le atraviesa, la noto cansada y me preocupa, no siento normal que últimamente actúe como si fuera otra, como si hubiera tirado la toalla o como si ya no esperara buenas cosas de la vida, sin esperanza, haciendo todo con espíritu ruin y desvaído.

Suelto un suspiro y le doy una mirada rápida antes de tomar otra ruta, acaricio su muslo desnudo haciendo que me mire y caiga la barrera.

─Te llevaré a cenar lo que se te apetezca, dime adónde quieres ir ─es predecible lo que va a responder sin embargo espero paciente que articule algo.

Me mira con atención, luego se remueve en el asiento y suelta un largo y ahogado suspiro. Sus greñas rojisas cubren parte de su cara, está despeinada y ni siquiera le importa.

─No me provoca nada ─la miro el doble de preocupado. Que Verónica no quiera comida es alarmante.

─Te la pasaste en el hospital, no has probado nada, es apenas lógico que tengas hambre.

─Pues no tengo, ni una tonelada de papitas fritas me harán cambiar de parecer ─vuelve a pegar la frente a la ventana.

─ ¿Dónde está mi pequeña rebelde? ─digo después de aparcar. Le doy un beso en el hombro y así bajo hasta el dorso de su mano ─, ¿qué le hicieron a mi alumna favorita?

─Estas siendo ultra cursi, por favor deja de tratarme así ─bufa.

─Eres mi chica favorita ─llevo un mechón de pelo atrás de su oreja ─, mi alumna preferida. Mi terrón de azúcar. El paisaje donde me quiero perder. El mar donde me quiero ahogar y el planeta que ansío descubrir, lo eres todo para mí.

─Me pica la piel ─comenta, luego suelta una carcajada y hace manera de bajar del auto pero antes la detengo.

─Venga acá señorita ─le planto un beso que corresponde enseguida ─, ¿ahora si tienes apetito?

─Ya te dije que no ─dice con fastidio mientras la beso por el cuello.

─Verónica, ya te traje al restaurante, no me hagas embutirte la comida por la fuerza ─meto mis manos por su camiseta y acaricio la piel de su plano abdomen.

─No te atrevas, eh ─se le escapan varias risitas, entonces le hago cosquillas y ella reacciona con violencia, convulsiona en el asiento mientras ríe sin control, escupe grosería y me tira manotazos ─. ¡Ya!

─Nada de eso, señorita Engel ─sigo ─, si aceptas comer te dejo en paz.

─Pero no quiero ─llora entre risas, intenta controlarse pero no le doy tregua.

─Entonces no te quejes.

─ ¡Ya, joder! ─no aguanta ─, te prometo que voy a comer.

─ ¿Me lo juras?

─Con saliva ─responde. Una vez la suelto sale del auto y corre a un arbusto.

─Cariño, ¿estás bien? ─la alcanzo, sigue inclinada, apoya sus manos en las rodillas y mira al suelo.

─Sí... ─no termina cuando vomita, le sostengo el cabello mientras lo hace.

─ ¿Listo? ─asiente, le paso mi pañuelo para que se limpie y la ayudo a reponerse ─, ¿qué te hizo daño?

─Las cosquillas ─dice socarrona.

─Pequeña mentirosa ─le doy un beso en la frente.

─Ricardo, no quiero entrar a ese restaurante, ¿no ves? Es lujoso y... bueno, no estoy a la altura del lugar. Tampoco vine vestida para la ocasión.

El profesor Miller © (SIN CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora