De camino a casa el silencio entre nosotros empieza a tomar cuerpo, a distanciarnos y dejar que perdamos comodidad. Con la frente pegada al vidrio de la ventana visualiza todo cuanto a su paso se le atraviesa, la noto cansada y me preocupa, no siento normal que últimamente actúe como si fuera otra, como si hubiera tirado la toalla o como si ya no esperara buenas cosas de la vida, sin esperanza, haciendo todo con espíritu ruin y desvaído.
Suelto un suspiro y le doy una mirada rápida antes de tomar otra ruta, acaricio su muslo desnudo haciendo que me mire y caiga la barrera.
─Te llevaré a cenar lo que se te apetezca, dime adónde quieres ir ─es predecible lo que va a responder sin embargo espero paciente que articule algo.
Me mira con atención, luego se remueve en el asiento y suelta un largo y ahogado suspiro. Sus greñas rojisas cubren parte de su cara, está despeinada y ni siquiera le importa.
─No me provoca nada ─la miro el doble de preocupado. Que Verónica no quiera comida es alarmante.
─Te la pasaste en el hospital, no has probado nada, es apenas lógico que tengas hambre.
─Pues no tengo, ni una tonelada de papitas fritas me harán cambiar de parecer ─vuelve a pegar la frente a la ventana.
─ ¿Dónde está mi pequeña rebelde? ─digo después de aparcar. Le doy un beso en el hombro y así bajo hasta el dorso de su mano ─, ¿qué le hicieron a mi alumna favorita?
─Estas siendo ultra cursi, por favor deja de tratarme así ─bufa.
─Eres mi chica favorita ─llevo un mechón de pelo atrás de su oreja ─, mi alumna preferida. Mi terrón de azúcar. El paisaje donde me quiero perder. El mar donde me quiero ahogar y el planeta que ansío descubrir, lo eres todo para mí.
─Me pica la piel ─comenta, luego suelta una carcajada y hace manera de bajar del auto pero antes la detengo.
─Venga acá señorita ─le planto un beso que corresponde enseguida ─, ¿ahora si tienes apetito?
─Ya te dije que no ─dice con fastidio mientras la beso por el cuello.
─Verónica, ya te traje al restaurante, no me hagas embutirte la comida por la fuerza ─meto mis manos por su camiseta y acaricio la piel de su plano abdomen.
─No te atrevas, eh ─se le escapan varias risitas, entonces le hago cosquillas y ella reacciona con violencia, convulsiona en el asiento mientras ríe sin control, escupe grosería y me tira manotazos ─. ¡Ya!
─Nada de eso, señorita Engel ─sigo ─, si aceptas comer te dejo en paz.
─Pero no quiero ─llora entre risas, intenta controlarse pero no le doy tregua.
─Entonces no te quejes.
─ ¡Ya, joder! ─no aguanta ─, te prometo que voy a comer.
─ ¿Me lo juras?
─Con saliva ─responde. Una vez la suelto sale del auto y corre a un arbusto.
─Cariño, ¿estás bien? ─la alcanzo, sigue inclinada, apoya sus manos en las rodillas y mira al suelo.
─Sí... ─no termina cuando vomita, le sostengo el cabello mientras lo hace.
─ ¿Listo? ─asiente, le paso mi pañuelo para que se limpie y la ayudo a reponerse ─, ¿qué te hizo daño?
─Las cosquillas ─dice socarrona.
─Pequeña mentirosa ─le doy un beso en la frente.
─Ricardo, no quiero entrar a ese restaurante, ¿no ves? Es lujoso y... bueno, no estoy a la altura del lugar. Tampoco vine vestida para la ocasión.
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El profesor Miller © (SIN CORREGIR)
RomanceElla no es la típica chica objeto de acoso por parte de su profesor. ¡Eso jamás! Verónica es... la acosadora, la desquiciada, loca y pervertida estudiante sin límites; que a un semestre de graduarse decide arriesgarse a dar una optativa ajena a sus...