Cap 18: Nacimos el mismo puto día

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─Estoy harta de que en mi casa me vean como la adolescente inmadura ─tiro la puerta del auto ─, te juro, Raquel, ya ni siquiera tengo privacidad, mañana cumplo 22 años y es como si fueran 15.

─Te tengo la solución ─me empuja al inetrior de su casa, reparo el sitio, el olor a alcohol y cigallos impacta mi olfato ─, siéntate.

Miro los muebles acabados que se cruzan a la mitad de la estancia, hay comida que, posiblemente olvidaron botar. Por dios, reconozco que soy un asco pero esto es ir al extremo. Raquel sigo viéndome con desaprobación, me siento recelosa.

─Tengo cerveza en la nevera, ¿te traigo una?

─Por favor ─le sonrío.

Se levanta, como el lugar es pequeño no lo cuesta más que dar dos pasos para sacar las cervezas y destaparlas.
Me pasa una, al sentarse saca un cigarrillo de su chaqueta y lo prende.

─Como te decía, tengo una solución a eso ─el humo me pone a tocer ─, si quieres vivir en paz lo mejor es que te mudes, mejor ejemplo que puedes tener es el de Sam, su papá la echó cuando se enteró que se había tatuado y ahí está nuestra amiga, en un apartamento decente viviendo tranquila.

─Lo he pensado pero no cuento con un trabajo, apenas consigo dinero con las ventas que hago de cuando en vez por mercado libre.

─Pues busca uno, hay tantos bares y restaurantes necesitando meseras.

─De tiempo completo, ya he buscado.

─ ¿Y si hablas con Evan? ─toso por enésima vez y no es por el humo ─, él tiene contactos, puedes... yo que sé, trabajar en un taller de mecánica.

─No quiero saber nada de Evan ─me brinda lo que queda del cigarrillo, se lo recibo y le doy un sorbo ─, prefiero aguantarme a mi familia.

─Siento que exageras, simplemente follaron ─dice y me hace sentir expuesta ─, no hicieron nada que no hayan hecho antes.

─ ¿Cómo lo sabes? ─tiro la colilla a la baldosa y la piso ─, seguro ya le dijo a medio mundo que nos acostamos.

─No, de su boca no ha salido nada pero la mayoría los vio irse, y al día siguiente los muchachos te vieron salir de su apartamento. Ay, Verónica, no te quieras mostrar como la más santa porque no lo eres; mejor llámalo y pídele ayuda con eso del trabajo.

─Todavía no entiendo cómo pude venir a verte ─doy zancadas a la puerta ─, eres una perra.

Al jalar el pomo de la puerta alguien detrás de ella la empuja con fuerza y me pega en la cara, me quejo, sobo mi nariz, al levantar el mentón vizualizo al sujeto frente a mí.

─Verónica ─trago saliva y retrocedo ─, ¿te hice daño?

─Estoy bien ─quito sus manos de mi cara, Rodrigo me mira con dolor y en un cambio brusco, con odio.

─Eres un perra mal agradecida ─me empuja, retrocedo y él avanza ─, ¿qué vienes a hacer aquí? No te bastó con restregarme al profesorcito sino que también me metiste en líos con la ley.

─Esa orden de alejamiento te la mereces ─lo apunto con mi índice, Raquel interviene prohibiéndole el paso hacia mí ─, si me pones un dedo encima no sabes lo que te va a pasar.

─Verónica, vete ─me pide Raquel.

─Hazle caso a Raquel, lárgate antes de que me arrepienta ─habla Rodrigo con desprecio.

Después de cruzar media ciudad para regresar a la civilización, llamo a Sam pero su celular continúa apagado. Respiro hondo y miro en la agenda el número de Evan. ¿Qué voy a hacer?

El profesor Miller © (SIN CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora