Cap 39: Monteggiori

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Habían sido las mejores vacaciones de mi vida, Florencia resultó ser la elección acertada para visitar. El hotel era hermoso e inmenso, con grandes habitaciones, jacuzzi incluido, colchones de agua y baños turcos perfectamente empotrados.
Despues de varios días recorriendo la ciudad entera Ricardo logró contactarse con los inquilinos de la cabaña en Monteggiori, parecían contentos con nuestra visita.

─ ¿Volveremos a Florencia? ─bajo los pies del salpicadero, Ricardo conduce un elegante todoterreno alquilado.

─ ¿Te apetece regresar? ─sonríe a boca cerrada con mucha petulancia ─, señorita Engel, usted lo que quiere es repetir la pose que le enseñé en el jacuzzi.

Los tonos normalmente pálidos de mi cara suben a un carmín.

─ ¡Ricardo! ─lo golpeo avergonzada.

─Lo siento, lo siento. Creí que Florencia no te agradaría y por eso vi pertinente durar mucho.

─Cuatro días no fueron suficientes ─hago un berrinche que poco despues pago con tiernas caricias en mi muslo desnudo.

─De acuerdo, regresaremos a Florencia en dos días ─me besa la mano ─, pero antes disfruta la cabaña y lo que alcances a conocer del pueblo.

─Ric, no te parece que ir de visita a esa cabaña es incómodo, digo, debe ser pequeña y las habitaciones...

─Ya verás.

Antes de la apuesta del sol llegamos a un atractivo pueblito medieval, casas con un toque rústico y bohemio, la gente exactamente como Ricardo me la describió. Calida.

─ ¿Es Monteggiori?

Así es, preciosa.

─Es... bueno, no está nada mal.

─Es perfecto.

El olor a pan artesanal es exquisito.

─La cerveza debe ser un plus de las especialidades de este lugar.

─No recuerdo haberla probado pero pienso que sí, al fin y al cabo son italianos y lo que hacen con sus manos queda para chuparse los dedos.

─Muero por probar lo tradicional de aquí.

─Cariño, todo eso no será posible en dos días.

─Haré que la tarde dure un poco mas ─comento risueña. Él apaga la todoterreno justo es un zona menos habitada, frente al camino donde nos encontramos hay un hermoso sembrado de tomates.

Una chica como de mi edad se nos acerca muy afable y nos da la bienvenida, para mi sorpresa no habla italiano así que resulta menos complicado comunicarnos.

─Mis padres están ansiosos por verlos. Prepararon una tarta de arequipe estupenda.

En la medida que avanzamos el sembrado queda atrás y una enorme casa de piedras incrustadas y roble macizo se deja ver.

─ ¿Te gusta? ─sujeta mi mano con delicadeza mientras caminamos.

─Ehm... sí, creo que superó mis expectativas.

─Cerca hay un granero y un establo, también hay habitaciones para huéspedes ─se detiene para besarme ─, y quedan justo detrás de la cabaña, en una pequeña casa de madera con toques modernos.

─Pienso hacerlo por horas, como conejos y con orgasmos de media hora como los del cerdo ─sonrío contra su boca.

─Señorita Engel ─me reprende con aire divertido.

─Pueden pasar ─alguien nos avisa.

Estando separados Ricardo se ocupa de las maletas y se adentra a la cabaña primero que yo. El aire es puro y fresco, el viñedo exquisito que mencionó Ricardo se ubica a los costados de la gran casa.

El profesor Miller © (SIN CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora