Cap 37: Practicantes

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Después de una deliciosa ducha calentita organizo parte de mi ropa en algún estrecho espacio del armario, luego limpio la alcoba y por último preparo una exquisita cena para dos.

─Ricardo ─entro al despacho, sigue sumido trabajando hasta que cierro el ordenador y se percata de mi presencia ─, la cena está lista.

─Huele bien, ¿preparaste pollo? ─agarra mis caderas con fines inocentes de posarme en su regazo, sus dedos trazan una excitante hilera de caricias en mi espalda.

─Pastas en salsa de carne.

─Rico ─rodea mi cuello con sus manos y me besa suavemente hasta dejarme sin aliento ─. Los labios te saben a salsa.

─Quedó exquisita.

─Verónica ─susurra contra mi boca ─. Te amo.

─Yo te amo más ─muerdo su labio inferior.

En silencio nos separamos, él sale del despacho y yo me quedo sentada viendo la pantalla del ordenador, hay cientos de números y cifras en una estadística, varios conceptos y una serie de resultados.

Al levantarme del sillón un buzón entra al email de Ricardo, reviso la bandeja y para mi sorpresa encuentro una larga e interesante conversación entre él y su abogado.

─ ¿Qué haces? ─cierra el ordenador de un golpe tomándome descuidada, su mandíbula se contrae y me mira fijamente con desaprobación.

─Vi que te llegó un correo y quise abrirlo. No leí mucho.

─No deberías leer ni una línea ─guarda todas las cosas en el buró.

─Perdón, no creí que fuera tan...

─Importante. Sí, lo es.

─ ¿Qué ocultas?

─ ¿Qué? Nada.

─Dime qué ocultas ─lo jalo por el codo.

─Ya te dije que nada ─rebate igual de cabreado ─. La cena se enfría.

Me quedo callada de brazos cruzados viendo cada uno de sus movimientos.

─ ¿Por qué me ocultas que tu abogado estuvo detrás de lo de mi graduación?

─Verónica dijiste que no habías leído mucho.

─Dentro de lo que pude descubrí eso. ¿Qué pasa, Ricardo?

─No pasa nada ─asevera hastiado, se pasa las manos por el pelo y luego las reposa en su nuca ─. ¿podemos ir a comer?

─Podemos ─tomo asiento ─, pero luego de que me expliques lo que hiciste a mis espaldas.

─ ¡deus! ─gruñe molesto ─, ¿qué quieres que te diga?

─La verdad.

─ ¿Qué verdad?

─La verdad de cómo no tuvimos penalizaciones por confraternizar.

Resopla exhausto una bandada de insultos en francés y se tira en el pequeño sofá de cuero negro esquinero de su despacho.

─Te quiero al margen de todo.

─No puedes, recuerda que soy la razón por la que todo esto se complicó. Debes informarme lo mínimo ─inspiro hondo ─. ¿Qué asunto manejas con tu abogado? Será la última vez que te pregunte.

─Joder. Ya te diré ─me molesta tanto que actúe así ─.  Iban a expulsarte por violar la norma de no confraternizacion, William debía despedirme y era un trabajo complejo para él puesto que... bueno, me considera excelente catedrático y estuvo ayudándome durante meses para que obtuviera la credencial de pedagogo.

El profesor Miller © (SIN CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora