Cap 36: Melancolía

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Ricardo

─ ¿Verónica? ─la busco por toda la planta baja ─, Cariño, ¿dónde estás?

Subo los escalones apresurado, sé que algo no anda bien, tanto silencio no es normal cuando se produce por la ausencia de una persona naturalmente escandalosa.

─ ¿Estás aquí? ─la puerta de la habitación rechina, las luces siguen apagadas. Doy tres pasos al interior y me esfuerzo por divisar su silueta ─, amor, ¿intentas jugar a las escondidas? Verónica sabes que no es momento para bromas.

«Definitivamente no está aquí»

¿Ibas a tener los ojos azules como tu padre? ─la escucho ─, quizá ibas a ser rojiza como yo.

La charla proviene del cuarto de baño, doy cautelosos pasos hasta quedar cerca de la ranura para poder observar lo que sucede dentro.

─Tal vez no iba a ser la mejor mamá del mundo, pero hubiese dado todo por serlo, ¿sabes?─se mira en el espejo mientras toca su abdomen plano. Suspira y añade con melancolía ─, aunque creo que no te merecía, pero él sí, estoy completamente segura de lo que Ricardo habría hecho porque estuvieras bien. Se merecían mutuamente.

La escena me desconcierta, su conflicto interno también, ¿por qué se sigue culpando? Por favor, Verónica, ya no sigas hiriéndote.

─Mierda ─farfulla de repente, lava su cara y busca secar sus manos para contestar su celular ─, ¿Aló?

Cierro con cuidado la puerta y regreso a la cocina, termino de cortar las verduras y preparar lo restante para la cena.

─ ¿Adivina qué día es mañana? ─reaparece, se ha duchado y lleva puesta una de mis camisas, su cabello está en un nido alto y no usa sostén.

Vaya, no hay rastro de tristeza.

─No sé, ¿sábado? ─limpio la isla.

─Bastante obvio pero no me refiero a eso, sé más creativo ─se une a la limpieza, recoge los residuos de comida y luego va y viene en lo que termina de organizar el comedor ─. Mañana es es la carrera de motos a las afueras de la ciudad. Autopista abierta.

─ ¿Se supone que debía saber?

─Se supone que voy todos los años, ¿me acompañarás?

─Oh no, nada de eso ─la ayudo con la silla, luego rodeo el comedor y me ubico ─, la sola idea de conducir una moto es peligrosa, imagina que lo haces pero compitiendo. Es un rotundo NO.

─No te estoy pidiendo permiso ─aparta el plato de su frente y cruza los brazos ─, iré, Sam también. Es costumbre en nuestro círculo social.

─Pensé que tenías nuevas relaciones, como por ejemplo, las muchachas del kinder ─sirvo el vino ─, me parecen mujeres decentes.

─Sam es decente. Oye, ¿qué te pasa? ─me lanza un espárrago ─, ¿desde cuándo mi mejor amiga te parece mala influencia?

─No tengo nada en contra de Sam, bien sabes que la aprecio, de no ser así tendría prohibido visitarte.

─Hey ─se queja indignada.

─Verónica, quiero tu bien.

─Quieres que pase las veinticuatro horas al día cumpliendo al pie de la letra una maldita rutina ─golpea la mesa. Dejo de comer y la miro fijamente. Continúa ─. Estoy harta. No quiero ser una recién graduada frustrada. Me gusta mi trabajo pero no es todo... No lo que soñé o por lo que me esforcé. Me gusta ésta casa, me gusta pasar a solas contigo, me gustas, me gusta la estúpida cena en el Royal plaza casi todas las tardes, me gusta cuando paseamos al perro, me gusta ver películas o hablar mientras nos agarra el sueño, pero...

El profesor Miller © (SIN CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora