Cap 31: Un mal trago

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Ricardo.

─Aqui le dejo su late, señor ─escucho a mi secretaria. Cuando me permito levantar el mentón recurro a la taza de café y le doy un sorbo.

Advierto que mi secretaria sigue de pié esperando que le dé una última orden después de su agitado día, son las cinco y debe irse.

─Si terminaste el papeleo que te encargué, vete  ─reacomodo mi metro noventa en el infame sillón.

─No es eso señor, afuera hay una chica preguntando por usted pero me he negado...

─Déjala pasar ─sé quién puede ser.

─Como diga.

Minutos después tengo delante de mí a Walker, después de los rollos que se ha inventado para sabotear mi relación con Verónica empieza a fatigarme. 

─Bárbara, que haya aceptado el sobre con las fotos no implica que tengas algún tipo de relación, amistad, vínculo o contrato conmigo ─puntualizo.

─Solo quiero que abras los ojos de una buena vez. Verónica no es...

─Verónica es y seguirá siendo mi pareja, que ahora no estemos juntos no determina nada.

─ ¿Lo que viste en las fotos no te dolió un poco? Se estaba besando con otro ─gesticula con incisión.

─Eso tiene una explicación ─apelo con denostada frialdad.

─Vaya explicación que ni tiempo te tomaste de escuchar.

─ ¿Te llamo un taxi? ─estoy tan cabreado, ya no soporto verla.

─No tiene que hacerlo, ya me largo. Antes quiero que sepas una cosa...

─ ¡Lárgate! ─me levanto de golpe despotricando contra el cristal del escritorio.

Queda inmóvil, mi secretaria entra espantada, le basta una mirada mía para sacar a la Walker.

─ ¡Mierda! ─tiro todo cuanto hay frente a mí y luego me siento frustrado.

─Ricardo, ¿qué ocurre? Te escuché gritar ─aparece Jul.

─Perdón Jul, quiero estar solo.

─Solo y un pepino, cuéntame qué cojones te sucede ─recoge mi desastre ─, nadie grita de la nada y menos en el trabajo. Claro, a menos que seas el dueño de la compañía.

Me sirvo un vaso con agua mineral mientras desacelera mi pulso.

─ ¿Es por la chica que acaba de salir?

─Jul, quiero estar solo.

─Ya te dije que no te voy a dejar solo.

─ ¡No entiendes que quiero estar solo! ─estampo las manos en los brazos de la silla, Jul suelta una grosería por lo bajo y luego tira una pila al escritorio de todas las cosas que lancé.

─ Vuelves a gritarme y me olvido de la dama que soy. Escupe todo, ¿qué ridiculez te hicieron que tienes las narices llenas de caca?

¿Contarle era buena idea? En ese momento no lo vi así, pero con la insistencia de Jul terminé por referirle un poco mi lío personal. Fue indulgente, ¿por fin estaba hablando idioma femenino? Era un absurdo, de todas formas al terminar la charla me di cuenta que hice bien en desahogarme.

Después de tomarme una docena de cervezas, todavía en mis cabales, fui a casa. El perro, los deportes, la comida a domicilio, el discurso que me pidieron hacer para la ceremonia de grado. Joder, era el fin de mi inútil y aburrida vida; sin Verónica era casi que imposible continuar la travesía.

El profesor Miller © (SIN CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora