Cap 32: Solo fue una pesadilla

8.3K 644 125
                                    

Estando más calmada se separa de mí dejando un vacío profundo entre mis brazos, necesitaba adorarla otro rato más, mi sed de su cuerpo y su cercanía no llegaba al punto límite.

El sutil silencio entre nosotros se extendió durante un largo tiempo, no quise reprocharle su irresponsable salida a aquel bar, ni la confianza que le brindó a su ex para aceptarle los shots cargados de heroína, y mucho menos el hecho de haberse ido sin explicarme el infame revolcón con Evan.

Desayunó sin objetar, de vez en cuando me miraba de soslayo palideciendo instantáneamente, y lo todavía preocupante era que su cuerpo seguía experimentando las réplicas nerviosas de la pesadilla, estaba fundida en una inseguridad de la que no me quería hacer parte, quizá por orgullo o vergüenza.

─Gracias ─dice con voz inestable.

─ ¿Te sientes mejor?

─Sí ─suspira tragando en seco el último bocado del beicon.

─Te preparé la tina, puedes usarla ya mismo si gustas. Sobre mi cama hay un conjunto de interiores que te mandé a comprar, también dejé ropa cómoda que te puede quedar.

─Gracias... ─muerde su labio y baja la mirada al plato vacío ─, no lo merezco.

Sé lo mierda que he sido con ella, por supuesto me duele recordar cómo determinó que debía acabar lo nuestro. Sin anestesia.

─Ricardo ─su labio inferior tiembla, se obliga a soltar los cubiertos para ocultar sus manos bajo la mesa ─, yo. Tú... digo, perdón.

─Date una ducha, la necesitas ─recojo la mesa.

─Perdón.

─Ya te escuché ─me tenso de los hombros hasta los pies ─. No insistas.

─Pero dime algo. Aunque sea hiriente. Responde. Maldice.

─ ¡Ya basta! ─mis nudillos se incrustan en el cristal del comedor, lo más doloroso es que haya creído que la golpearía. Esconde la cara entre sus manos ─. Cariño, no, jamás te pegaría. No te haré daño. Perdóname.

Me desarma su fragilidad. No quiero perderla. Me odio por volverla inestable.

─Yo soy quien te debe perdón ─la abrazo con tanta energía que se queja, le beso la coronilla mientras sus músculos pierden rigidez ─. Lo siento, de verdad no fue mi intención.

─No te merezco.

─Mereces algo mejor que yo ─le aseguro ─, pero no te quiero perder, Verónica. Sé lo que dijiste hace dos noches, fue doloroso. Me rompiste en dos...

─Esperaba contarte cómo se habían dado las cosas, y no me diste oportunidad.

─Y me odio mil veces por no ceder. Fui egoísta.

─Yo me odio más por no reunir el valor suficiente para referirte todo.

─Necesito preguntarte una sola cosa ─asiente, su cuerpo sigue padeciendo el mismo tortuoso temblor ─. ¿Me amas?

Verónica.

Tengo tanto miedo de admitirlo y que resulte espada para ni garganta, que no sea mutuo y se aproveche de mis sentimientos, no soy del todo perfecta pero a cambio de mi errores doy amor de verdad, genuino.

─Verónica, dime un tontería si quiera.

Veo a través de sus zafiros una mezcla perturbadora de miedo y rencor.

─Te amo.

─Temí que tu respuesta fuera otra ─sus hombros deshacen la tensión, junta su frente con la mía y después de un corto y tierno beso me vuelve a envolver entre sus brazos.

El profesor Miller © (SIN CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora