Estando más calmada se separa de mí dejando un vacío profundo entre mis brazos, necesitaba adorarla otro rato más, mi sed de su cuerpo y su cercanía no llegaba al punto límite.
El sutil silencio entre nosotros se extendió durante un largo tiempo, no quise reprocharle su irresponsable salida a aquel bar, ni la confianza que le brindó a su ex para aceptarle los shots cargados de heroína, y mucho menos el hecho de haberse ido sin explicarme el infame revolcón con Evan.
Desayunó sin objetar, de vez en cuando me miraba de soslayo palideciendo instantáneamente, y lo todavía preocupante era que su cuerpo seguía experimentando las réplicas nerviosas de la pesadilla, estaba fundida en una inseguridad de la que no me quería hacer parte, quizá por orgullo o vergüenza.
─Gracias ─dice con voz inestable.
─ ¿Te sientes mejor?
─Sí ─suspira tragando en seco el último bocado del beicon.
─Te preparé la tina, puedes usarla ya mismo si gustas. Sobre mi cama hay un conjunto de interiores que te mandé a comprar, también dejé ropa cómoda que te puede quedar.
─Gracias... ─muerde su labio y baja la mirada al plato vacío ─, no lo merezco.
Sé lo mierda que he sido con ella, por supuesto me duele recordar cómo determinó que debía acabar lo nuestro. Sin anestesia.
─Ricardo ─su labio inferior tiembla, se obliga a soltar los cubiertos para ocultar sus manos bajo la mesa ─, yo. Tú... digo, perdón.
─Date una ducha, la necesitas ─recojo la mesa.
─Perdón.
─Ya te escuché ─me tenso de los hombros hasta los pies ─. No insistas.
─Pero dime algo. Aunque sea hiriente. Responde. Maldice.
─ ¡Ya basta! ─mis nudillos se incrustan en el cristal del comedor, lo más doloroso es que haya creído que la golpearía. Esconde la cara entre sus manos ─. Cariño, no, jamás te pegaría. No te haré daño. Perdóname.
Me desarma su fragilidad. No quiero perderla. Me odio por volverla inestable.
─Yo soy quien te debe perdón ─la abrazo con tanta energía que se queja, le beso la coronilla mientras sus músculos pierden rigidez ─. Lo siento, de verdad no fue mi intención.
─No te merezco.
─Mereces algo mejor que yo ─le aseguro ─, pero no te quiero perder, Verónica. Sé lo que dijiste hace dos noches, fue doloroso. Me rompiste en dos...
─Esperaba contarte cómo se habían dado las cosas, y no me diste oportunidad.
─Y me odio mil veces por no ceder. Fui egoísta.
─Yo me odio más por no reunir el valor suficiente para referirte todo.
─Necesito preguntarte una sola cosa ─asiente, su cuerpo sigue padeciendo el mismo tortuoso temblor ─. ¿Me amas?
Verónica.
Tengo tanto miedo de admitirlo y que resulte espada para ni garganta, que no sea mutuo y se aproveche de mis sentimientos, no soy del todo perfecta pero a cambio de mi errores doy amor de verdad, genuino.
─Verónica, dime un tontería si quiera.
Veo a través de sus zafiros una mezcla perturbadora de miedo y rencor.
─Te amo.
─Temí que tu respuesta fuera otra ─sus hombros deshacen la tensión, junta su frente con la mía y después de un corto y tierno beso me vuelve a envolver entre sus brazos.
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El profesor Miller © (SIN CORREGIR)
RomanceElla no es la típica chica objeto de acoso por parte de su profesor. ¡Eso jamás! Verónica es... la acosadora, la desquiciada, loca y pervertida estudiante sin límites; que a un semestre de graduarse decide arriesgarse a dar una optativa ajena a sus...