Capítulo 16

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Yamada insistió en que fotografiara a la dichosa Hayami. Si bien no me rehusé en ningún momento, mi jefe pudo leer en mis gestos esa ligera insatisfacción. Para evitarme problemas, me repetí incesables veces que Hayami no era Moon-jae. De esta manera todo podría fluir con mayor facilidad.

Mientras comíamos, ya con las piernas entumecidas por la falta de costumbre, el señor Yamada me notificó que Hayami ya había sido informada sobre mi pronta visita a su habitación y el propósito de esta. Burlándose un poco, también dijo que estas cosas que resaltaban su individualidad le ponían bastante nerviosa.

Jonah no se cuestionó nada durante el tiempo que pasamos juntos, pero yo no dejaba de preguntarme por qué todo el mundo se refería a Moon como si fuese una mujer. ¿Acaso no lo sabían? Tenían que hacerlo porque él no ocultaba su voz, que de por sí no era aguda ni chillona. ¿Era parte de un personaje? Solo con esta pregunta logré convencerme de manera temporal.

Todavía quedaban dos horas para nuestra partida a Yoshiwara, donde la sesión continuaría y acabaría por ese día. Tenía tiempo de sobra para fotografiar a Moon-jae, de resaltarlo tanto como Kougi me pedía y verificar si sus tomas eran las adecuadas para él.

En cuanto mi plato estuvo vacío y mi estómago lleno, me levanté del suelo, me despedí con una corta inclinación y salí del comedor en compañía de uno de los hombres que abundaban por la fachada. Él me condujo en silencio hasta el pasillo donde Moon esperaba por mí, pero me abandonó tan pronto como le fue posible una vez que me señaló con el índice una puerta abierta al fondo.

Caminé con lentitud, sin vigilancia por fin. Durante ese corto trayecto no dejé de sentirme nervioso, mi corazón no alentó sus latidos, mi pecho y estómago me molestaron con su estremecimiento. Tenía que estar tranquilo, no buscar conflictos y tampoco acceder con facilidad a todas sus provocaciones. No quería verme y yo tampoco a él; por eso era importante llegar únicamente con la intención de fotografiar y ser fotografiado. Ninguna charla, ninguna discusión.

Mis pisadas siguieron ausentes de ruido, por eso mi presencia lo tomó desprevenido. Al asomarme para anunciar mi llegada lo vi sentado frente a una mesa, inclinando la cabeza hacia adelante, con un billete enrollado cerca de la nariz mientras tres líneas blancas lo esperaban.

No pude tomarle ninguna fotografía en ese momento, aunque hubiese querido. Estaba atónito.

Traté de no juzgar sus acciones, más porque en mis años universitarios a mí también me gustaba la cocaína y estuve cerca de volverme adicto a ella, como con muchas otras cosas que probé y que ahora ni por asomo tocaba.

Esperé a que inhalara una vez antes de interrumpirlo. Toqué la madera con los nudillos, alcé la mano para saludar, forcé una sonrisa a medias. Moon no se sobresaltó, tampoco hizo presencia de su desagrado habitual. En su lugar, prefirió mirarme a los ojos, después a la mesa donde ahora solo quedaban dos líneas.

—Lo siento, estoy algo nervioso —dijo, sobándose la nariz con el dorso de la mano.

Me guardé mis comentarios. Solo pasé, con la cámara en las manos. Me senté sobre un futón japonés amplio y ordenado. Lo miré a través del gran espejo que tenía enfrente. Encendí la cámara y comencé a hacer mi trabajo con el mayor de los silencios.

En menos de un minuto, Moon lució más despierto, activo.

Al percatarse de que yo estaba trabajando con la cámara y con su imagen, se paseó de un lado a otro por la habitación, girando, posando, sonriendo y tambaleándose con lentitud. Aunque sus fotos fuesen buenas y capturasen un rostro que nunca vi en él, no me sentí satisfecho porque este no era en realidad el hombre que conocía y al que estaba acostumbrado.

El balcón vecino [BL-COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora