Capítulo 3 Te Ayudaré

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Capítulo 3
Te Ayudaré

El que al parecer se llamaba Carlos, no tenía ni idea de quien era, pero parecía ser alguien importante, no podía creer la forma en la que le había hablado a Arturo, si se suponía que era su Rey.

Carlos se quedó callado mirando con mucho desagrado a Arturo, y después me dedico una mirada furiosa.

—Su nombre es Sofía—dijo Arturo—espero que de ahora en adelante, te dirijas a ella como te he ordenado, y te pediré que no vuelvas a entrar a mi habitación de ahora en adelante, ya que mi mujer dormirá conmigo, así que retírate. —me quede estupefacta ante lo que acababa de decir.

¡¿Qué?! ¿A caso está loco?

Carlos salió dejándonos en completo silencio a mi y a Arturo.

Un silencio muy incómodo.

—¿Que acaba de ocurrir? —decidí romper aquel silencio que nos carcomia.

—De otra forma no podría protegerte— si antes no entendía ahora menos.

—¿Protegerme de qué? —intente entender pero no pude.

—De él, de los que estén en mi contra — respondió.

—No entiendo que tengo que ver en todo esto—me sentí enfadada. Ni siquiera entendia por que.

—Pronto lo entenderás—tras decir eso se agarro la barbilla, en su mano llevaba un anillo de oro.

No dije nada, simplemente no me salían las palabras.

—Sígueme—no sabía a donde íbamos, y el pareció ver mi cara de confusión —iremos a la cocina—me dedico una sonrisa tierna. Pero no entendí porque iríamos a la cocina, si acababa de comer.

Caminamos y pude ver mejor el castillo, si mirabas por las ventanas podías ver los jardines, que eran bastante bellos, verdes y llenos de vida.

Al llegar a la cocina todas las muchachas se dirigieron a él con una reverencia, la chica que anteriormente había llevado los vestidos a la habitación también estába ahí.

—Buenos días, necesito que alguien sea asignada al servicio de mi mujer—lo miré, yo no necesitaba que alguien estuviera a mi servicio. Yo podría encargarme de mi misma.

—Le asignaremos a alguien —contestó una señora de cuerpo robusto y al parecer era la que mandaba en la cocina, de veía con autoridad.

—Su nombre es Sofía, encargate—contestó Arturo.

—Así será su majestad—contestó ella. Con tanta formalidad, comenzaba a sentirme incomoda porque yo no me dirigía con mucho respeto hacia él.

Salimos de la cocina y comenzamos a caminar.

—¿Cómo debo dirigirme a ti? ¿Tengo que hablarte de "su majestad" o debo decirte "amor mío" después de la mentira que dijiste?—comencé a decir.

El sonrió, maldita sea, esa perfecta sonrisa me iba a dar un infarto.

—A solas me puedes decir como tú quieras, y cuando haya alguien presente puedes decirme cualquiera de las dos opciones que acabas de mencionar —respondió, pero este no podía perder el tiempo, era claro que quería sacar provecho de la situación.

—Mentecato —respondí.

—¿Como has dicho? —preguntó.

—Mentecato—volví a decir.

—¿Qué es eso?— volvió a preguntar y no pude evitar soltar una carcajada.

—Es como decir tonto, estúpido — trate de definir aquella palabra.

El sólo comenzó a reír.

—¿Ahora a donde vamos?— pregunté.

—Te quiero mostrar algo— contestó.

Le seguí hasta llegar a una puerta lo bastante grande, no sabía lo habría detrás.

La abrió y me quede atónita.

Mi sueño de toda la vida lo había cumplido.

Una biblioteca entera estaba frente a mis ojos.

—Me siento como en la bella y la bestia, claramente tu eres la bestia —dije mirándolo, Reí internamente, me encantaba que no entendía de lo que estaba hablando.

—¿De que hablas? —había alzado una ceja y se veía jodidamente sensual.

Me voltee a mirar a otro lado.

—De una película—comencé a caminar alrededor de los libros y empecé a leer los títulos.

—Hablas mucho sobre películas, debe ser algo bastante bueno—caminó atrás de mi.

—Lo es—dije tomando un libro y comencé a leer su contenido.

—Puedes estar aquí cuanto tiempo desees—se recargo en un estante de libros.

—¿Como lo has sabido? Quiero decir, el hecho de que me gusta leer—dije, y la verdad es que estaba sorprendida, quizá lo abría de hacer adivinado.

—Lo intui, se nota que te desvelas por algo, y lo más probable es que  fuera por libros — agarro una de mis trenzas y comenzó a jugar con ella.

Nos miramos fijamente, y no pude evitar ver sus rosados labios.

—Tengo que averiguar como puedo regresar —rompí el momento.

—Te Ayudaré —contestó—pero también necesitaré de tu ayuda—.

—¿Que necesitas? —pregunte con curiosidad, no sabía en qué podría ayudarlo.

—Te contaré después—.

Deje el libro que había tomado en su lugar.

—Puedes llevártelo a la habitación —casi me atragante con mi propia saliva, recordé que había dicho que dormiré con él.

—¿Dónde se supone que dormiré? —pregunté.

—Dormirás en mis aposentos—respondió.

Me sentí sumamente nerviosa, aque sería una larga, muy larga noche.

(...)

Sky<tres

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Viajando A La Época Del Rey Arturo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora