Capítulo 28 Mosquito

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Capítulo 28
Mosquito

Aunque posiblemente me habría encantado seguir con nuestra invasión de espacio personal me había puesto en una posición en la que no dejaría que así como así  se llevará el tesorito.

No, no, no.

Obvio me moría de ganas de estar con él en todos los sentidos, pero tenía que costarle un poquito más de trabajo.

Quería hacerle sufrir, aunque sea un poquito.

Me despegue de golpe y me baje de su regazo, rompiendo la pequeña distancia que anteriormente nos unía.

—Lo siento, no debí hacer eso—.
Dije.

—No pasa nada, de alguna manera agradezco que lo hicieras—. Contestó.

—¿Qué quieres decir?—. Pregunté

—Acabas de demostrarme tus sentimientos, y estoy feliz de que los míos sean correspondidos.—Me miró directamente a los ojos y un brillo especial irradia en ellos.

No contesté nada, no quería que una afirmación o negación diera por hecho aquello.

Tenía un compromiso que respetar, mi dignidad más que nada. Aunque yo quisiera millones a Ginebra y fuéramos amigas y a pesar de saber que Arturo y ella no se amaban yo pensaba meterme entre ellos.

Pero querida, ya estás metidisima en esa relación. Me habló la voz de mi cabeza. Negué rápidamente.

—¿Por qué lo niegas? —dijo confundido Arturo.

—¿Eh? No he negado nada—contesté.

—¿Entonces lo aceptas?—preguntó nuevamente.

—¿Qué? ¡No! —dije casi gritando.—¿estás tratando de confundirme?—pregunté yo esta vez.

Su mano derecha se acercó a mí tan lentamente que no deje de mirar hasta el momento en el que fue a parar a mi mejilla izquierda.

—Ni si quiera sé para que pregunto algo que es tan obvio—. Su mano estaba acariciando muy suavemente mi mejilla, casi hasta ir detrás de mí oreja, provocando un cosquilleo en todo mi cuerpo y una pequeña descarga eléctrica dentro de mi.

Entonces se me ocurrió lo más estúpido que pude haber hecho.

Le di una bofetada.

Muy bien, Sofía. Lo manoseaste pero tú no te puedes dejar tocar ni tantito porque reaccionas agresiva ante su tanto en tu mejilla.

Bravo, merecía un premio por estúpida.

Se llevó la mano a la mejilla, que estaba aún más roja de lo normal.

—¿Y eso porqué fue?—preguntó riendo.

—Lo-Lo siento, un mosquito estaba cerca de tu mejilla y podía picarte—conteste un poco nerviosa.

Una fuerte carcajada resonó en la habitación, me puse roja de la vergüenza.

De repente sentí como me empujaba para que quedara mi espalda contra la cama, sujetandome las manos una a cada lado a la altura de mi cabeza.

Viajando A La Época Del Rey Arturo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora