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Dicen que si conocen a la persona correcta en el momento equivocado, la vida volverá a juntarlos, pero en el caso de ellos no fue así, se querían muchísimo, pero lo hicieron mal. Jugaban a dejarse, se dejaban de hablar por un momento, pero siempre terminaban hablando de nuevo, hasta que un día de repente pasó, se distanciaron, hicieron como si no les importo y decidieron ponerle fin a lo de ellos, ahora siguen de pie, pero cada uno sufriendo a su manera.

Dos días pasaron después de aquella escena en el bar, Vahi por primera vez sentía que hacía lo correcto y seguiría firme con su elección, pero por otro lado, Aleks se la paso bebiendo y estancado en su miseria. Lucía desaliñado, con el cabello alborotado y sin rasurar, mientras que los golpes en su rostro sanaban lentamente.

Aleks no había dado señales de vida por ningún lado, no iba a trabajar, sólo salía para ir a comprar licor, no contestaba las llamadas, ni los mensajes, solamente se aisló. Estaba tan ebrio, enojado y confundido que, sólo miraba a un punto fijo de la pared, la vida pasaba y él no podía continuar, solamente pensar en ello le daba rabia, así que la botella que tenía en su mano derecha la arrojó contra la pared, estallando en mil pedazos seguido con un grito de impotencia por parte de él. Quería odiarla, pero no podía.

<<¿Cómo odiar a alguien a quien amas? ¿La amo?>> Eran las preguntas que rondaban en su cabeza.

Sammy no sabía nada de él, en varias ocasiones fue a su edificio, pero no lo encontró o él simplemente no la escuchaba por lo sumergido que estaba en sus pensamientos, hoy nuevamente iría para saber de él, no se rendiría así  de fácil. En el bar, Kal había preguntado muchas veces por él, pero ella le dijo que estaba enfermo y que a veces iba a su edificio para llevarle los medicamentos, se sorprendía por lo que había llegado hacer por un chico que no conocía muy bien, pensaba que lo hacía por aquella amistad que tenían, también porque veía que él no estaba pasando por una buena situación, trató de no pensar en lo peor, no sabía de lo que era capaz de hacer Aleks.

Iba llegando al edificio donde vivía el susodicho, pero esta vez iría primero donde se encontraba el conserje, para así pedirle la copia de llave del piso, cuando entró, fue hasta la recepción y había un hombre sentado leyendo el periódico en la sección de política.

—Disculpe señor —dijo acercándose a él.

—En que la puedo ayudar, señorita.

—Me preguntaba si podría darme la copia de llave del piso número 34, queda en la tercera planta.

—Lo siento, pero no puedo hacerlo si no lo autoriza la persona que vive allí.

—Por favor señor —insistió —, allí vive mi novio y no sé de él hace dos días, estoy muy preocupada de que algo le haya ocurrido.

El conserje la miraba, podía notar el cariño y preocupación por parte de ella.

—Está bien, se nota que lo quiere muchísimo.

—Claro.

Él le entrego la copia de la llave y ella le agradeció para luego poder ir hasta las escaleras y subir, estaba un poco avergonzada, había tenido que mentirle aquel hombre, odiaba las mentiras, pero lo hizo sólo por el pelinegro que le preocupaba, ese chico de ojos oscuros como el carbón.

Al llegar a la tercera planta, caminó con nerviosismo, porque entraría al piso de él sin ser invitada, pero quería respuestas, entró y todo estaba oscuro a pesar de que fuera de día, las luces estaban apagadas, las cortinas cerradas, también había un aroma a tabaco, lo reconocía porque era similar al del bar en el que trabajaba, prendió las luces y vio que todo estaba hecho un desastre, botellas vacías tiradas en cualquier lugar, vidrios esparcidos por el suelo como las colillas de los cigarrillos, no quería imaginar cómo debía estar él.

Andronico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora