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Dos años atrás, octubre 16.

Dicen que lo más bonito y que hay que aprovechar hasta el final es la juventud, la época de la adolescencia. La vida escolar puede ser un poco complicada, según en el círculo social en el que estés.

Aleks iba tarde a su clase de ciencias, era uno de sus miles atrasos, nunca fue puntual y siempre tenía problemas con sus maestros. Caminaba rápidamente por los pasillos, tenía que llegar a la segunda planta donde se encontraba el laboratorio, odiaba con su vida aquella clase, pero no tenía elección, había llegado en tiempo récord al laboratorio, giró el pomo de la puerta y cuando entró su maestra lo miraba con cara de pocos amigos por el atraso.

—¿Estás son horas de llegar joven Gras? —dijo y se acercó a él.

—No, pero ya sabe cómo soy —encogió los hombros.

—Última vez que llega tarde a mi clase ¿Entendido? —le advirtió.

—Sí, claro —le dijo sin importancia y volvió a encoger los hombros.

Todos en la clase lo miraban, él siempre tenía algo que decir y sobre todo si se trataba de aquella maestra, la odiaba. Caminó a su respectivo puesto en donde Catriel lo miraba con una sonrisa por el atrevimiento de él, pero se puso serio, porque le podría traer problemas a su amigo.

—Aleks deberías dejar de ser así o te va a reprobar —dijo mientras Aleks se acomodaba en el asiento.

—No me interesa, detesto a esa mujer, siempre tiene que dejarme en ridículo en frente de la clase cuando se trata de algún ejercicio en el pizarrón —dijo dejando su mochila en el suelo.

—Pero si estudiaras de vez en cuando...

—Catriel, no me interesa su clase —dijo tajante.

—Yo sólo decía —encogió los hombros.

No hablaron más, Aleks sacó de su mochila una pequeña libreta en donde solía dibujar o anotar algunas de las cosas que le diría a su compañera de tres puestos más adelante. Estaba interesado en ella hace cuatro años, pero jamás tuvo el valor de decírselo, sólo se conformaba con verla en la clase de ciencias y en los descansos. Ella era una chica bastante sencilla, no era popular, no era la típica chica nerd, no entraba en ningún estereotipo escolar.

Había pasado toda la clase observándola como un bobo, de hecho ella era la única razón por la que asistía a esa clase, porque era en el único sitio que podía observarla con más cercanía. Él no era tímido con nadie y eso se podía notar, pero con ella era distinto, en su vida sólo la había saludado una vez, quería hablarle, conocerla, memorizar cada gesto suyo, hacerla reír, ver que ella le regalará una de sus sonrisas por las que él a distancia babeaba, quería que ella se fijará en él, quería agradarle y sobretodo gustarle.

Catriel había notado que su amigo estaba muy embobado viéndola, así que lo golpeó en el brazo para que dejara de hacerlo, porque no lo hacía disimuladamente.

—¿A qué ha venido eso? —dijo mientras que se sobaba la zona afectada.

—A que no disimulas nada, idiota.

—¿Qué? —dijo sin comprender.

—No te hagas, porque se nota a distancia lo colado que estás por la castaña de allá.

Andronico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora