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Todo lo que miro a su alrededor era blanco, estaba rodeado de cuatro paredes blancas, no sabía dónde se encontraba, pero le llamó la atención qué sostenía su mano, así que miró allí y era Samara que agarraba firmemente su mano, en ella tenía apoyada su frente, la pelirroja no había dormido en toda la noche esperando a que él despertara. Aleks observó detalladamente las agujas clavadas en su pálida piel, vio que tenía puesta ropa de hospital, lo que hizo que la realidad le golpeara crudamente, a su mente vino la imagen de Catriel ensangrentado, quería saber de él, quería verlo y comprobar que también estuviese bien.

Samara al sentir que él se movía, lo miró y una sonrisa iluminó su rostro.

—Despertaste... —balbuceó sin poder creerlo.

—Catriel... —fue lo único que pronunció y no recibió respuesta —¿Dónde está Catriel?

Samara estaba muda, no logró poder decir nada y el corazón de Aleks comenzó acelerarse, se enderezó como pudo en la camilla y Samara lo detuvo preocupada.

—¡¿Dónde está mi mejor amigo, Samara?! ¡¿Dónde?! —preguntó desesperado intentando levantarse.

Tampoco dijo nada, lo que hizo que él se levantara como fuese, arrancó las agujas que estaban incrustadas en sus venas, cuando tocó el suelo sus piernas flaquearon, casi cayó al helado y resbaladizo piso del hospital, pero se afirmó en la camilla, soltó un jadeo de dolor por lo débil que se encontraba, pero aún así eso no lo detuvo y Samara menos, él buscaría por todo el hospital a su mejor amigo. Salió de la habitación apoyándose en las paredes, le preguntó a varias enfermeras, pero ninguna le dio alguna información, sólo se dedicaron a mirarlo con pena y de pronto su camino se iluminó con algún tipo de respuesta, vio que Muna estaba sentada sollozando fuera de una habitación y de ésta salió Vahi, salió hecha un mar de lágrimas, sus miradas se encontraron y no supo qué hacer, ni mucho menos qué decirle.

—¿Catriel...? —no pudo concluir la pregunta, pues estaba muy débil, desesperado y con el corazón en sus manos.

Vahi lo miró y comenzó a llorar de una manera desgarradora, Aleks la hizo a un lado y abrió la puerta de aquella habitación, al abrirla sus ojos viajaron hasta una camilla, en ella había un cuerpo cubierto por una tela blanca, el mundo de Aleks se desmoronó, giró sobre su eje y miró hacía arriba jalándose el cabello hacía atrás, dio un largo y profundo suspiro para volver a mirar aquella camilla, caminó lentamente hasta allá, pero no tenía el coraje suficiente para descubrirlo, sacó las ganas de donde no habían para hacerlo y en el momento en que lo hizo quedó completamente paralizado, sintió cómo todo se vino abajo y literalmente, él estaba arrodillado en el suelo, de su boca no salía nada, quería llorar, destruir todo a su alrededor, quería hacerle entender al mundo entero el dolor que atravesaba en lo más de su alma, el puñal que tenía clavado en los escombros de su pobre y débil corazón.

Se levantó del suelo, le descubrió el rostro y tapó su boca horrorizado, era él, era su mejor amigo, su confidente, su compañero de cada aventura, travesuras, de líos, su compañero de vida, no quería comprender, ni mucho menos aceptar lo que ocurría, él tan sólo quería que esto fuese una pesadilla o una maldita broma, pero no lo era, Catriel había muerto, murió en el accidente, cuando la ambulancia llegó, su cuerpo estaba sin vida, no respiraba y jamás volvería hacerlo. Vahi se acercó Aleks, lo abrazó por detrás entre sollozos, él se giró y la abrazó, lo necesitaba, necesitaba un abrazo que lo contuviera, que contuviera sus ganas de llorar, sus ganas de marcharse junto a su mejor amigo en ese instante.

—No, no, no... No puede ser... Joder —balbuceaba una y otra vez.

Quiso llorar, pero las lágrimas no aparecían y no aparecieron, sintió cómo el aire comenzó hacerle falta, sintió cómo su pecho se apretaba y cómo se derrumbaba cada vez más, no podía asimilar lo que verdaderamente sucedía y por primera vez no sentía nada, todo el vacío lo consumió, ya no tenía nada y tampoco quería nada, en ese momento sólo estaba allí, respiraba por inercia, todo perdió el sentido, todo se neutralizó de un momento a otro, todo fue para él una jodida broma y comenzó a reír como un loco, un trastornado y demasiado paranoico, fue una carcajada que llamó de inmediato la atención de la castaña, Vahi no sabía qué pasaba por la cabeza de aquel pelinegro, no sabía si él estaba llorando o riéndose, pero lo miró firmemente y comprendió que él estaba desorientado, él ya no estaba dentro de sus cinco sentido.

Andronico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora