Capítulo 32

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Escuché unos gritos agudos desde lejos y rodé los ojos. Al parecer la muy inteligente de Ella Hart tenía que aparecer en el momento más preciso posible, lo que obviamente es sarcasmo. Me di la vuelta cuando comprobé que no venía acompañada. Algo de lo que si bien no sé el porqué, me resulto curioso. Supongo que en lo profundo de mi alma tan oscura me agradaba un poco Ralph. Naomi hizo una mueca de disgusto al ver a la jugadora de póquer. Por ende, le pregunté si la conocía y negó con la cabeza sobresaltada al darse cuenta de que la próxima vez debería ser un poco más disimulada. No es por discriminar a los pobres ni nada por decir algo políticamente incorrecto; pero lo cierto es que tenía una cara de mafiosa impresionante. La petisa rodó los ojos y me preguntó si quería terminar de escuchar sus "anécdotas".
Entonces, me vi perdido sobre la decisión más difícil de mi vida. Tenía que elegir entre la risa de la reina de Francia o la lujuria de la princesa de "Colada-landia". Aunque por suerte Naomi me salvó de tomar esa decisión.
-¿Quieren ir a mi casa más tarde? Va a haber una fiesta con los participantes del concurso de teatro.
Miré a la vaquera con cierto entusiasmo. Hart rodó los ojos y le preguntó si podíamos llevar invitados. Las otras dos siguieron fumando mientras los vagabundos bebían... peculiarmente, me sentía un poco raro...
-¡Obvio! –Exclamó efusiva como acostumbraba a hacerlo- ¡Mientras más mejor! 
"Ahora la vas a dejar ir si no querés enterarte de lo que soy capaz" Ella movió sus labios mirándome fijamente. "¿No te gusta ayudar a los más necesitados?" respondí sorprendiéndome hasta a mí mismo. Evidentemente, me estaba dejando llevar por los impulsos. Y resulta que eso era exactamente lo que intentaba evitar. Su magnificencia me volvía loco de remate, se trataba de ese estúpido juego en el que siempre terminaba perdiendo. Phoenix me miró tal desamparo*. La bien dotada quería ayudarme y por una MALDITA razón -la cual yo no comprendía del todo- no descansaría hasta lograrlo.
Entonces, la niñita me preguntó si estaba bien tomándome muy particularmente de sorpresa. Ella me dio un fuerte patadón donde no me pega el sol como si sirviera para algo. 
–Emm... -Me encogí de hombros a causa de que entre los presentes había alguien con el que sí me preocupaba quedar mal- ¡Mejor que nunca! 
-¿Seguro? –Insistió la descendiente de Lucifer. 
–Aura azul... -Musitó la chica cuya opinión me era relevante. 
-¡¿Qué DEMONIOS dijiste?! –Pregunté atónito.
–Nada... -Respondió llamativamente apacible. 
-¿Segura? –Agregué con los brazos cruzados. 
–Si hubiera dicho algo me acordaría Hank... creo que deberías relajarte un poco. ¿No?
Hubo un silencio. Naomi se rió por lo bajo haciendo que un cálido fuego se prendiera en lo más profundo de mi ser. Ya le iba a dar su merecido fuera tarde o temprano; aunque no suponía tener la necesidad de tocar su piel -algo lógicamente extraño teniendo en cuenta que yo no era el tipo más reservado del universo en cuanto a la sexualidad-. Cuando casi como por arte de magia, uno de los pordioseros me ofreció un trago de su gélido* vino. Pues agarré la botella y bebí todo lo que quedaba en un par de segundos. Si bien no restaba mucho; era más que suficiente como para distraerme de esa peculiar confusión. Justo en ese momento, Okis me tomó del brazo con fuerza y me dijo que nos veríamos más tarde. Acto seguido, me arrastró hasta su choza de barro decididamente. La pelirroja intentaba observarme sin que me diera cuenta de vez en cuando. Nunca pensé que iba a decir esto... pero ese negro pervertido era un PUTO GENIO...
Ralph seguía súper entretenido chateando con su futura novia. Rodé los ojos mientras la desgraciada nos preparaba un postre. Ella era una de las hembras con más "puntos fuertes" que había conocido en toda mi vida... aunque lamentablemente, demasiado pesimista como para verlo...
La adolescente se veía feliz, al parecer ya se había descargado lo suficiente. Para mí, serle de ayuda era casi como dibujar CULOS para Putín. Llamativamente, el azul siempre había sido mi color favorito desde demonio. Ahora bien, no estaba del todo seguro de lo que vendría a ser un aura. Aunque suponía hacerme una idea; pues recordaba que alguien cuyo nombre no va al caso creía que al morir el alma de una persona era liberada de su cuerpo. Por consiguiente, los cadáveres pesaban entre ocho y quince gramos menos que antes de "cruzar la línea"* (Sí, yo tampoco entiendo a los católicos). Como seguramente supondrán, ese "alguien" en cuestión se llamaba Ingrid... y de todas maneras continuaba odiándola a muerte, valga la ironía...
-¿En qué pensás Carson? –Preguntó la petisa con una suerte de magnificencia parecida a la de Naomi. 
-¡¿Puedo comer?! –Exclamé impulsivamente. 
–Sí... -Respondió divertida- Mientras tanto les sigo contando la historia de mi vida. ¿Okis? 
-¿Ya estoy muerto? 
-¿Por qué? –Cuestionó seria. 
–Es como si estuviera en el cielo... -Argüí* al suponer que lo anterior era cierto. 
-Sí... -Musitó sin sonreír- ¿Te gusta el budín de pan? -Agregó todavía seria.
Al parecer, la muerte de su madre seguía afectándola. Pero yo no tenía NI LA MÁS PUTA IDEA de como ayudarla; así que solo me deboré el postre rapidamente. Luego, la halagé con ganas a causa de sus dotes culinarias. La jugadora de póquer sonrío con cierta falsedad para luego encender un cigarrilo,  desplomarse en su "cama" y proseguir con la narración de sus primeros orgasmos.










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Aclaraciones:

Desamparo: Situación o estado de la persona que no recibe la ayuda o protección que necesita.  

Gélido: Que es o está extremadamente frío.

Cruzar la línea: Modo en el que los católicos representan al llegar al cielo -la vida eterna-.

Argüir: Sacar una conclusión por medio de un razonamiento a partir de un supuesto anterior o de un principio general.

Un roto de los nefastosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora