Y no lo soltó.
David le tomó de la mano y no lo soltó. No en la salida, no en el camino, y no en la llegada. Nadie, ni siquiera Bruno, dijo nada en todo el camino de la escuela hasta el karaoke.
Pues eran, por su lógica, un 1% por los nervios y 99% por el miedo de decirle algo, obvio.
Lo único bueno, a los ojos de Bruno, era que lograron entrar al establecimiento sin ningún inconveniente. Ya estaban todos los demás acomodados en sus respectivos asientos. David se sentó junto a Bruno, claro. Aunque eso en verdad solo eran detalles, nada importante.
—¿Y quién empieza? —habló un tal amigo de David llamado Julián, Bruno en verdad no estaba tan seguro de su memoria.
—¡Yo, yo, yo! —Jennie, otra invitada, saltó de su asiento y fue de brinco a brinco hasta el centro.
Tomó el micrófono y buscó entre una de las tantas opciones de canciones, encontró al parecer una que le gustó y le dió play. Comenzó ella a cantar. Bruno en verdad no estaba poniendo mucha atención, miraba nerviosamente a cada persona que había en el pequeño cuarto. Contó apróximadamente 10 personas, incluyéndolo. Vaya, no pensó que eran tantos.
—¿Estás aburrido? —David sorprendió a Bruno, acercándose hasta su oreja. Casi se ahogó el pobre con su propia saliva.
—¡No, para nada! —negó, forzando una sonrisa.
David asintió sin estar convencido, pero no agregó nada más. Bruno lo agradeció en silencio. La comida llegó poco después, junto a más gente animada a cantar frente a sus amigos.
Bruno se relajó gracias al ambiente tan amigable y fiestero que había a su alrededor. Hasta se sentía con un poco de ganas para cantar, pero era demasiado penoso para eso. Y al parecer alguien le leyó la mente.
—¡Oigan, que el Bruno no ha cantando! —gritó Jennie, tan puntual como siempre, agh.
—No, así estoy bien.
—¡Vamos! —gritó ahora David con una sonrisa traviesa en su rostro. A Bruno por poco se le cae la baba por tal imagen. Pero logró contenerse a tiempo, antes de que sea demasiado tarde.
—No, estoy bien.
Luego todos a su alrededor comenzaron a cantar a coro Bruno, Bruno, Bruno. Y como siempre, Bruno haciendo caso a los demás.
Se levantó con cara de perrito asustado y se sube al escenario. Jennie, quien se había subido otras tantas veces a cantar, le entregó el micrófono y le desea suerte, para luego bajarse de la plataforma tan risueña como siempre. Sus manos fueron hasta el playlist de las canciones disponibles y comenzó a ponerse nervioso cuando el coro comenzó a cantar de nuevo.
Bruno, Bruno, Bruno.
—¡Bruno! —escuchó a David entre las tantas voces, lo miró por un momento antes de regresar su mirada hasta la pantalla del dispositivo, con la cara roja. Seguro era por los nervios, se justificó.
Sus ojos lograron captar el título de una canción que le gustaba mucho y que, coincidencialmente se sabía de memoria. Bruno dejó salir un largo suspiro, podía escuchar su corazón. Después de aceptar su derrota, el mundo quedó mudo. La música comenzó a sonar por los oídos de Bruno, y cantó.
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El miedo de Bruno
RomanceDrama, inseguridades y una pizca de dulzura, la vida de Bruno es como cualquier otra de un adolescente de dieciseis años. Pero hay algo que le tiene miedo: David, su compañero de clase, y no es del tipo de miedo del cual se imaginan. Esta historia e...