18. La tan importante cena

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La tan importante cena empezó bien. El tío Fer había propuesto comida china para comer y al parecer a todos les gustó la idea, más Noah pues es su comida favorita. Mientras esperaban por la comida, el tío Fer pudo conocer un poco más a David y eso a Bruno le ponía nervioso.

La comida llegó media hora después y todos se encontraban en el comedor ahora, Fernando fue el primero en hablar cuando la comida fue servida en cada plato.

—Y dime, David —dijo, dando el primer bocado—. Háblame un poco de ti.

—Ya tío —habló Bruno, ahora con la voz ronca y la nariz mocosa. Seguía teniendo su pijama, le había dado pereza cambiarse y ponerse algo decente.

—¿Qué? Solo pregunto.

—Está bien, no tengo problema con responder eso —tranquilizó David—. Bueno, me gusta hacer deportes y me va bien en mis clases, como sabe soy tutor en mi tiempo libre.

—Ya veo —dijo—. ¿Y cómo llegaste a ser tutor de Bruno? 

Bruno hizo una mueca rara mientras arrugando la naríz y se acomodaba incómodo en su asiento, dando un bocado grande de fideos chinos; aquello no pasó desapercibido de su hermano mayor que sonrió de forma sospechosa pero no dijo nada, Noah siguió comiendo su comida como si no tuviera sospechas de nada.

—Deseaba mejorar sus calificaciones, por lo que sé.

Tío Fer miró a Bruno con la ceja arriba.

—¿En serio vas tan mal en tus clases?

—¡No es lo que parece! —chilló, dejando de lado sus palillos chinos y terminando la comida que tenía en la boca—. O sea, sí es pero no voy tan, tan, tan mal. 

David lo miró y Bruno se encogió de hombros, soltó un suspiro.

—Vale, voy un poco más bajo que del promedio pero eso no es el punto —negó, apuntando a Noah—. Y tú, deja de reírte.

La carcajada de Noah se escuchó por toda la sala y tal vez un poco más.

—Es inevitable, tienen como un lenguaje extraño entre ustedes. Es raro.

—¡No lo tenemos!

—¡Oh, que sí lo tienen!

Bruno cruzó sus brazos y arruga la naríz.

—Ay ya cállate, Noah.

El tío Fer rodó los ojos y continuó comiendo como si nada hubiera pasado, Bruno sentía que el tío sabía que eran un caso perdido.

—Oye, David —Noah miró su plato de comida, comenzó a jugar un poco con ella—, ¿Tienes novia?

Tan pronto como Bruno escuchó la última palabra salir de los labios de su hermano, se atragantó con el agua que estaba tomando y tosió on fuerza. Poco después de que todos estuvieran preocupados, recobró el aire.

—¡Estoy bien! —dijo, en voz alta, sonó más como aviso que nada.

Continuaron comiendo más relajados y no tan preocupados por el pobre y torpe Bruno. Y al final de todo, se recobró la conversación de la vida amorosa de David, la cual él negó tener pareja pero que tiene pensado en preguntarle a la persona que le gusta si quiere ser novios.

Y sabiendo eso, Bruno no pudo evitar sonreír.

El miedo de BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora