Había pasado una semana, y ya era la temporada de exámenes. Y para qué mentir, Bruno odiaba esas tres palabras. Eran de esas que de solo escucharlas te daba escalofríos.
Temporada. De. Exámenes.
—¿Estás prestando atención?
Bruno levantó la mirada del libro de álgebra y observó a David.
—No —negó, observando aún así del como el chico frente a él bufó. Con solo esa acción hizo que el corazón de Bruno diera un salto.
—Debes prestar atención, en serio —se quejó, entrecerrando sus ojos, seguramente juzgándolo en silencio.
—¡Lo sé! Solo que estoy nervioso —dijo—. ¿Y si las tutorías no funcionan? ¿Y si repruebo? ¡No quiero reprobar!
Parecía que Bruno estaba a punto de tener una crisis, así que David tomó una de sus manos y la apretó.
—Estarás bien, relájate —habló—. Las últimas semanas has avanzado mucho, seguro con un poco más de empeño pasarás.
Bruno lo miró con duda, pero sus mejillas estaban sonrojadas.
—Ten fe en ti mismo.
—No lo sé.
David se quedó callado por un instante, se levantó de su asiento y lo despeinó.
—Ya vuelvo, iré por algo -—se fue tan pronto como dijo esas palabras.
Bruno escondió su rostro con sus manos, sintiendo ese calidez en su pecho cada que David mostraba un poco de afecto. Soltó el aire en sus pulmones e intentó tranquilizarse.
Poco después escuchó unos pasos entrar a la sala, quitó las manos de su cara y miró como David se sentaba en el mismo lugar que antes, solo que ésta vez tenía algo en sus manos.
—¿Y eso? —preguntó Bruno, curioso.
—Es un regalo de navidad —le extendió una cajita pequeña color azúl, tenía un moño blanco en la parte de enmedio—. Te la iba a dar después, pero como iré a la casa de mi papá estas vacaciones... —dejó las palabras en el aire.
Bruno asintió y tomó el regalo, él sabía que sus padres estaban divorciados, David se lo había dicho hace no mucho.
—¿Lo abro ahora? —su voz salió tímida y torpe, fue involuntario.
—Bueno, si quieres —mordió su labio mientras jugaba con sus dedos—, pero mejor hazlo cuando yo no esté.
Bruno regresó la mirada al regalo, sonrió. No entendía mucho eso de que te guste alguien, pero sabía con certeza de que se sentía bonito.
—Gracias.
David sonrió de vuelta.
—No hay de qué.
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El miedo de Bruno
RomanceDrama, inseguridades y una pizca de dulzura, la vida de Bruno es como cualquier otra de un adolescente de dieciseis años. Pero hay algo que le tiene miedo: David, su compañero de clase, y no es del tipo de miedo del cual se imaginan. Esta historia e...