El lunes, Bruno amaneció enfermo.
Pero de ese tipo de enfermo que te comía entero, del que sientes un peso de pereza, cansancio y sensibilidad por todo tu cuerpo. Ese que sientes que te mata lentamente. Sí, de ese tipo. Porque Bruno cuando se enfermaba, (lo cual era muy raro para ser sinceros) sentía que era un cadáver deambulante. Y para su sopresa, su hermano Noah decidió faltar a la escuela con la excusa de cuidar a Bruno, y por una parte, era verdad, pero por la otra, no tanto.
—¿Cómo te va conJulián?
Bruno había preguntado aquello estando ambos recostados en la sala viendo una de esas películas blanco y negro que tanto amaba ver Noah. Estaban en el sillón frente de la televisión y siendo cubiertos con una de las cobijas muy suaves y calientitas, las mejores para los días de frío.
—¿Julián? pues bien, ayer fui a su casa con unos amigos a jugar videojuegos.
Muy enfermo y todo, pero Bruno estiró su brazo hasta las palomitas que estaban entre ambos, agarró un puño y se las metió todas a la boca.
—¿Les ganaste? —preguntó Bruno, con la boca llena de palomitas. Su garganta le dolía pero vaya que valía la pena, amaba las palomitas.
—¿Por quién me tomas? es obvio que les gané, más aún en Mario Kart.
Bruno asintió y los dos siguieron viendo la película.
—¿Y tú? Julián me dijo que estás pasando mucho tiempo con David —ahora era Noah quien inició conversación entre los dos.
—Me va bien, es un buen tutor.
La conversación paró en ese momento, ambos jóvenes estaban entretenidos con lo que estaba pasando en la película como para agregar más a la plática. Tiempo después de que la película terminara, Noah miró la hora en su celular y luego miró a Bruno.
—Debes tomar tu pastilla de las dos.
—Aún es temprano.
Noah lo miró feo, muy feo. De esas miradas que casi matan pero no completamente.
Bruno se rindió, aceptó a regadientes la pastilla que le fue dada en la mano y se lo tomó con un vaso de agua.
—Ahora ve a dormir —sentenció su hermano mayor, con los brazo cruzados, intentando mostrar una autoridad que en realidad no poseía.
En verdad, se veía como un niño berrinchudo pero Bruno decidió no comentar nada del tamaño de su pequeño hermano mayor. Decidió mejor ir hasta su habitación y tardó unos minutos para lograr el tan deseado sueño, pero cuando lo logró, se sintió a gusto.
Entonces una voz lo llamó hasta su despertar.
—Bruno, despierta —era su hermano, moviéndolo con brusquedad—. David pregunta por ti. Está abajo, ¿Qué le digo?
El corazón de Bruno dejó de latir por un instante, un instante que se sintió una eternidad.
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El miedo de Bruno
RomanceDrama, inseguridades y una pizca de dulzura, la vida de Bruno es como cualquier otra de un adolescente de dieciseis años. Pero hay algo que le tiene miedo: David, su compañero de clase, y no es del tipo de miedo del cual se imaginan. Esta historia e...