Eran ya tarde y se encontraban ambos sentados en la mesa de la cocina, las luces estaban prendidas y se podía escuchar la lluvía caer de fondo. Bruno hablaba de lo que tenía guardado dentro suyo desde hace tiempo, mientras que el tío Fer escuchaba atentamente a cada palabra que salía de sus pequeños y delgados labios.
—Tengo miedo —Bruno habló llorando, sus lágrimas eran tímidas y su cara estaba roja. En su rostro se podía ver que su mundo se estaba cayendo a pedazos.
—¿De él? —preguntó el hombre, dando sorbo a bebida—, ¿o de ti?
Bruno se quedó callado, apretando con fuerza la taza té caliente en sus manos. Quizá pensaba que eso era suficiente como para ser un soporte a la caía al abismo de sus propias confusiones y dudas.
—No lo sé —dijo, secándose las lágrimas con la manga de su camisa y dejando a un lado su té sin terminar—, quizá ambos.
—Te estás complicando demasiado la vida, pequeño.
—Es que no sé lo que me está pasando.
El tío Fer soltó un suspiro cansado.
—¿Quieres que te de mi opinión sincera?
Bruno asintió con rapidez, su cara seguía roja y sus ojos aún estaban queriendo llorar, pero se notaba mejor sin tanto peso sobre su espalda.
—Creo que te gusta y no sabes controlar tus sentimientos por él.
El adolescente se le quedó mirando un rato, sin ninguna expresión en su rostro. Como si estubiera procesando algo que ya había considerado antes pero que nunca le tomó demasiada importancia.
—Oh —susurró suave—, ya veo. Tiene sentido.
Silencio, de nuevo.
—¿Y qué hago ahora? —preguntó, esperando una respuesta que solucionara todos sus problemas.
—No lo sé —y era la verdad.
Bruno puso los ojos en blanco, soltando un gruñido frustrado y despeinando su cabello con desesperación.
—Perfecto, absolutamente, perfecto.
El tío Fer se levantó de su silla y se sirvió otra taza de té caliente.
—¿Quieres más o estás bien?
—Así estoy bien, gracias.
Fer asintió y le da la espalda, preparando su bebida. Bruno se quedó pensando un rato y luego habló.
—¿Y tú?
—¿Y yo qué? —preguntó, sin voltear.
—¿Qué pasó?
El tío Fer paró lo que estaba haciendo, Bruno seguía sin ver su rostro.
—Lo que a veces pasa —musitó, y su voz quebró—. Fue algo que no fue destinado a ser.
Bruno decidió no preguntar más cuando su tío terminó de hacer el té y por fin se dio la vuelta.
Su cara se notaba cansada por los años pero sus ojos, aquellos mostraban a un hombre ahogado en memorias. Él era un claro ejemplo del como uno puede sentirlo todo, muy profundamente, y romperse.
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El miedo de Bruno
RomanceDrama, inseguridades y una pizca de dulzura, la vida de Bruno es como cualquier otra de un adolescente de dieciseis años. Pero hay algo que le tiene miedo: David, su compañero de clase, y no es del tipo de miedo del cual se imaginan. Esta historia e...