2. Los ojos de David

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Los ojos de David estaban mirándolo desde hace rato, aunque no estaba tan seguro de ello. Era la última clase antes de que se acabara el día, pero por alguna extraña razón se sentía observado. Y no quería darse la vuelta por miedo a encontrarse con esos orbes café crema que le parecían tan lindos.

Bruno dejó salir un suspiro y comenzó a dibujar garabatos en su cuaderno en vez de tomar notas de la clase. Quería distraerse y así dejar de imaginar esos ojos que, aunque no le gustase admitirlo, le dejaban sin aire en sus pulmones.

Por sorpresa suya, la última campana del día sonó y el profesor Xavi no le dijo nada. Quizá porque no se dio cuenta o porque no le importaba si prestaba o no atención, esperaba que fuese lo primero. Comenzó a guardar sus pertenencias. Al terminar, decidió solo mirar de reojo atrás, donde suponía que estaba David, creyendo que en verdad eran imaginaciones suyas.

Se tragó sus palabras, sí le estaba mirando. Mierda.

Evitó su mirada y sintió que su cara se ponía roja, más de lo que estaba antes cuando creía que estaba mirándole. Y ahora no era mucho de creer, porque era más que obvio que lo estaba mirando. Negó muchas veces mientras se pellizcaba las mejillas. Basta de pensar esas cosas, se regañó. Comenzó a caminar hacia la salida del salón, con su mochila negra en su hombro y sus útiles de pintura en la otra, cuando siente una mano deteniéndole.

—Bruno, hola —David, de nuevo.

—Eh... —la respiración de Bruno se cortó por un segundo—, hola.

Él notó su acción y alejó su mano con rapidez, Bruno agradeció en silencio. Su pecho comenzaba a sentirse raro con sus manos tocándose, el chico frente a él se aclara la garganta.

—Me preguntaba si quieras ir al karaoke hoy.

—¿Eh? ¿Contigo? —logró preguntar Bruno, con notable sorpresa.

David entonces se puso pálido y miró al suelo, jugando con sus manos. Luego miró atrás donde sus amigos y de nuevo al suelo.

—No exactamente —dijo un poco más bajo—. Mis amigos también estarán.

—Oh...

—Sí...

Los acompañó el silencio por un rato, ya todos sus compañeros de habían ido.

—Claro —dijo Bruno, queriendo no desmayarse por la rapidez de los latidos de su corazón.

Los ojos de David brillaron como luces pequeñas, casi estrellas.

—¡Qué bien! —dijo sonriendo—. Mis amigos están afuera esperándonos.

Bruno solo se le quedó viendo un instante pequeño antes de asentir. Parte de él quería escaparse, pero la otra, por lo contrario, quería simplemente mirar a David un rato más.

El miedo de BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora