20. Entró a la escuela

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Entró a la escuela acompañado de Noah, ambos se despidieron en un punto del pasillo principal y fueron a sus respectivos salones con la promesa de ir por helado cuando salieran de la escuela.

Bruno llegó al salón y entró, la primera clase del día era con el profe Xavi y como que él sentía que le tenía maña, pero seguro aquellas eran cosas suyas nada más. Se dirigió hasta su mesabanco y se acurrucó, cerró los ojos y se centró en ignorar a sus demás compañeros que habían llegado mucho antes que él.

Descansaba sus ojos cansados cuando una voz lo despertó de su trance.

—¡Buenos días!

Bruno levantó la mirada y se encontró con a David, estaba sentado junto a él, a su izquierda.

—Hola —dijo, medio avergonzado, podía sentir aún el sentimiento fantasma de sus labios sobre su mejilla.

Ambos se miraron y callaron, no podían esconder esas sonrisas nerviosas que pintaban sus rostros rosas. Había algo en el aire, de eso estaba seguro Bruno.

La clase había comenzado sin que se dieran cuenta y la burbuja que se había creado se rompió. Ambos jóvenes comenzaron a tomar apuntes de la clase, pero de alguna forma sus ojos siempre terminaban encontrándose, era tan extraño pero también, algo tan inevitable.

La clase terminó, luego la siguiente y después la siguiente, entonces, la campana del descanso sonó y el mundo quedó sumido en caos con dirección a la cafetería.

Bruno siguió silenciosamente a aquella estampida de alumnos y al llegar, se sentó en una de las pocas mesas vacías que logró encontrar.

Y después de eso, todo pasó tan rápido.

Pensándolo bien, recordaba estar sentado cuando de repente los amigos de David, y el mismo David, se sentaron junto a él para comer. Y Bruno no entendía qué estaba pasando mientras observaba silenciosamente a cada integrante en el grupo de amigos de David, algunos los conocía.

Jennie fue la primera que él vio, ella era una chica de cabello largo y negro, siempre agarrado en una coleta alta o en trenzas. Era muy extrovertida y platicadora, del tipo que no dejaba de hablar. Ella le había saludado primero y se sentó frente a él.

Después estaba Carmen, otra de las chicas del grupo, ella era un poco más alta que Jennie pero no por mucho. Pero había algo más con ella, el misterio de por qué tiene el cabello pintado de azul sin que los directivos de la escuela le dijeran nada y Bruno juraba que aquello era uno de los tantos secretos del universo. Carmen solo le saludó con la cabeza y se acomodó junto a Jennie.

Omar era alguien que no conocía, no del todo. Había escuchado rumores de él desde que tenía memoria y cada uno era igual o peor que el otro. También tenía la cabeza rapada, era alto y poseía una cara de estar siempre enojado.

Curioso que no recordaba haberlo visto en la última salida que tuvo en grupo.

Pero negó con la cabeza por tal pensamientos, pese a no comprender cómo David era amigo suyo, no es bueno juzgar, se regañó a si mismo en silencio.

Perdido aún en su mente, se dió cuenta por casualidad de que Omar mantenía la vista en a algún punto, siguió por curiosidad su mirada hasta llegar a sus manos, de las cuales estaban sosteniendo un libro grande y de tapa roja.

Antes de que pudiera preguntar qué estaba leyendo, para crear así una conversación, se dió cuenta que Julián no estaba en la mesa. Eso era raro.

—Oye —Bruno parpadeó, miró hacia su derecha, donde se encontraba David—, ¿te molesta que estemos aquí? —lo había dicho lo suficientemente bajo como para que los demás no escucharan.

Tampoco era tan difícil, Jennie era prácticamente la única que estaba hablando de forma distraída.

—No, para nada —contestó rápido—, solo que no estoy acostumbrado a estar con mucha gente —de sus labios se le escapó una risa corta, luego miró a David a los ojos. No entendía por qué le gustaba mirarle los ojos.

Ambos chicos compartieron una sonrísa tímida, mejillas sonrojadas y miradas discretas.

—Y sabiendo que no me va el color azul escarlata, ¿Crees que le quedaría a mi tono de piel?

Bruno pone los ojos en blanco, dándose cuenta de que la pregunta iba para él.

—No lo sé —dijo, apenado—, lo lamento.

Jennie se le quedó mirando un rato y negó con una sonrísa.

—No hay problema, es entendible —recarga sus manos en la mesa y lo mira—, ¿Y qué te gusta entonces? ¿Tienes un pasatiempo?

—Bruno canta —se metió David a la conversación.

—¡David! —exclamó asaltado.

—¿Qué? Es la verdad —y despeinó su cabello.

Y sin que Bruno pudiese quejarse, una voz hizo que diera un brinco pequeño, se había asustado.

—¡Por fin llegan! —gritó Jennie, toda emocionada—, ¿Por qué tardan tanto? ¡Necesito su ayuda!

Él miró en frente y se encontró a Julián acompañado de Noah. Ambos se habían sentado en la mesa tan pronto como Bruno pudo procesar lo que estaba pasando.

—Relájate —habló Carmen—, sabes que ellos tampoco sabrán del tema.

—Pues sí —dijo Jennie—, pero vale el intento.

—Yo no sé —David levantó las manos en señal de derrota.

—Yo tampoco —negó Julián.

—Menos —ahora era Noah.

Omar solo parpadeó y cambió de hoja. Jennie gruñó como respuesta.

—Son unos aburridos, en serio.

—Yo digo que todo lo que te pongas se te vería bonito.

—¡Por fin! Alguien con sentido común —asiente contenta—, gracias Carmen.

Ella sonríe.

—De nada.

Ambas comenzaron a platicar de nuevo sobre algo que Bruno no logró escuchar por completo, estaba demasiado distraído con una pregunta en su mente que debía, no, necesitaba una respuesta.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Bruno a su hermano, demasiado confundido y en voz baja—. ¿No deberías estar en clase?

—Eso es cierto, tu descanso es después del nuestro, ¿verdad? —David levantó su ceja.

—Es una larga historia —dijo Noah, rodando los ojos.

—¡Claro que no lo es! —Julián se quejó pero fue callado por la mirada de Noah y su rostro pintado de un rosa suave.

Julián calló y se encogió de hombros.

Todos en la mesa intercambiaron miradas silenciosas, aunque al final nadie dijo nada y actuaron como si nada hubiera pasado.

Había algo que su hermano Noah escondía, él lo podía sentir pero decidió ignorarlo.

La campana sonó, el descanso de treinta minutos había terminado, llevándose consigo a todas las personas del comedor, dejándolo vacío.

El miedo de BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora