A las ocho de la noche, su tío estaba esperándolo en la entrada. Bajó del auto de Cecilia, una de las mamás de David, y entró a la casa con paso acelerado, dejando a su tío con las palabras de bienvenida en la boca. Llegó al cuarto de él y su hermano, y escondió su rostro en la almohada. Su mente era todo un lío.
Escuchó a alguien tocar la puerta y luego abrirla, era su tío Fernando.
—¿Y a ti qué te pasa? —estaba recargado en el marco de la puerta, una luz tímida iluminaba el pasillo y parte del cuarto oscuro.
—Nada —mintió, en verdad era un todo.
—Recuerda que solo por ser viejo eso no me hace estúpido, yo también alguna vez fui joven -rió el hombre, su fuerte no era el humor, en verdad.
Bruno se levantó y miró hacia su dirección, queriendo cambiar la conversación.
—¿Y Noah? —preguntó, observando a su alrededor. La habitación estaba vacía y no había nadie dentro aparte de él mismo y de su tío.
—En casa de un amigo, Julián si mal no recuerdo.
Él asintió.
—Vale.
Su tío Fernando entró a la habitación sin permiso, se sentó en la cama de Noah, que estaba del otro lado de la habitación, y luego habla serio.
—Anda, dime Bruno, ¿Qué te pasa? —sus brazos cruzados, se notaba preocupado y con ganas de hablar y dar unos consejos, quizá cargados de inexperiencia.
Bruno soltó un gruñido molesto, no quería hablar de eso con él, con nadie en verdad.
—Que es nada.
El tío Fer no apartó su mirada de él, conocía a su sobrino como para saber que algo tenía.
—¿Nada? si fuese nada no estarías así de alterado —su tío se notaba tranquilo, siendo cuidadoso de sus palabras—. "Nada" es lo que le pasa a la gente que tiene tantas cosas dentro de uno que no sabe qué hacer.
—Yo no soy de esa gente —le contestó a la defensiva.
—Eso creemos todos.
Bruno comenzó a irritarse, tan solo pedía privacidad y su tío no le cabía en la cabeza que quería estar solo con sus pensamientos.
—Vete ya, no quiero hablarte.
Su tío no le hizo caso.
—¿Problemas de chicas? —preguntó, aún siendo terco, y Bruno no se quedaba atrás.
—No.
—Oh, ya entiendo —asintió la cabeza, con una sonrisa burlesca en su cara—, problemas de chicos, entonces.
La cara de Bruno se tornó roja, aquello llama la atención de su tío.
—No soy gay.
El tío Fer soltó una risa divertida, Bruno no entendía qué tenía de graciosa la situación.
—Todos somos un poco gay —comentó ahora más relajado, y pese a su sonrisa burlona que tenía en la cara, sus ojos estaban llenos de tristes memorias.
—¿Tú eres gay? —Bruno preguntó, con una pizca demásiado grande de curiosidad. En verdad nunca, en sus pocos años de haber vivido con el tío Fer, recordaba haber visto a alguien que se asemejaba a una pareja de su tío.
Los ojos verdes del tío Fernando se oscurecen, pero seguía manteniendo esa sonrisa de siempre.
—Que curioso me sales —dijo, soltando una risa seca y sin ganas—, ¿qué te parece un intercambio? Te digo un poco de mi, y tú me dices un poco de ti.
Bruno se quedó a pensar por un momento, negó.
—No gracias, solo quiero estar solo ahora.
El tío Fer por fin pareció entender, pues asintió comprensivo, se levantó de la cama y lo despeinó. Su tacto era tierno y suave, pero Bruno no podía dejar de pensar que sus ojos seguían aún tristes.
—Buenas noches —dijo el tío Fer.
—Buenas noches —respondió.
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El miedo de Bruno
RomanceDrama, inseguridades y una pizca de dulzura, la vida de Bruno es como cualquier otra de un adolescente de dieciseis años. Pero hay algo que le tiene miedo: David, su compañero de clase, y no es del tipo de miedo del cual se imaginan. Esta historia e...