10. Sábado por la tarde

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Sábado por la tarde. Bruno había llegado un sábado por la tarde a la casa de David y sentía que era el fin del mundo. Estaba nervioso, inquieto, intranquilo o cualquier sinónimo de la palabras que lo describiera en éste momento.

Ya estaba dentro de la casa de David, se encontraban ambos en la sala mientras estudiaban para los próximos exámenes y de paso, repasar un poco los temas que Bruno no entendía de la materia de cálculo y demás materias.

La mamá de David comentó que iba a salir para recoger a su esposa Lorena del trabajo, y después irían de compras, que cualquier cosa la llamaran. Se despidió al final con un beso en la mejilla a cada uno y, también, le pellizcó la mejilla a David con la amenaza de que se portara bien.

Aquello a Bruno le pareció tierno, pero también le pareció gracioso. Se aguantó la risa que quería escaparse de su boca y para no dejarse en evidencia, se llenó la boca de galletas que les había dado la mujer minutos antes, estaban ricas (aunque un poco quemadas). Tan pronto como había salido la mamá de David, la casa que hundió en un silencio, y Bruno odiaba los silencios.

—¿Puedo poner música?

—Claro, adelánte.

Bruno se levantó y fue hasta donde estaba su mochila, sacó su celular y lo desbloqueó. Estaba buscando una canción de su galería, hubo un título que le llamó la atención y decidió escogerla. Se acomodó de nuevo junto a David y dejó el celular en la mesa. Continuó en hacer los ejercicios que le puso David mientras taradeó la canción.

—Cantas bien, ¿lo sabías?

—Te digo que no.

—Mejor que muchas personas, sí.

Bruno entrecerró los ojos, seguía escribiendo en su libreta.

—Tú tampoco cantas tan mal.

—Mentiras.

Bruno soltó una risa corta, sútil y suave. Fue más como un murmullo que nada, pero lo suficiente fuerte para ser escuchado por David. Quitó la mirada del cuaderno, y se centró en el chico que estaba junto a él. 

—Vale, cantas horrible.

—Te lo dije.

—¿Cómo puedes desafinar tanto?

—Uno de mis tantos talentos

—Talentos, eh.

—Ajám.

Bruno miró a David, y David miró a Bruno.

—Es hora de seguir —dijo el más alto de los dos, sus ojos estaban brillando—. Quiero terminar para antes de que lleguen tus mamás.

—Sí, claro —respondió, sin dejar de mirar a los ojos otoño de Bruno—. Como digas.

El miedo de BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora