36. La última campana

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La última campana del día sonó, y los tres chicos estaban bajando las escaleras junto a más alumnos de la escuela. Bruno, como era de esperarse, estaba en medio. David estaba a su derecha y, su hermano Noah, estaba a su izquierda.

El silencio era incómodo y raro, después de todo uno no va al cementerio a ver a su madre muerta todos los días.

David intentó ser positivo, intentando que ambos hermanos participaran en una conversación, luego se dio cuenta que ni Bruno y Noah estaban de humor para hablar de las películas de Marvel que decidió mejor callar.

Tiempo pasó antes de alguno comenzara a hablar, fue cuando ya estaban frente a la tumba de piedra de su madre.

Los tres se miraron y decidieron sentarse en el pasto.

—Hola mamá —Noah habló, su voz tan baja y suave—. Hace tiempo que no te visitábamos.

—Te hemos extrañado, mucho —Bruno asintió, luego miró abajo—. Este... ya Noah se irá a la Universidad este año.

—Voy a estudiar medicina —sonrió débilmente su hermano—, si es que paso el examen, claro. Pero esa es mi plan.

—Yo no sé qué haré —dijo Bruno, sintiendo su cara ponerse roja de vergüenza—. Aunque me falte un año para decidir, bueno, creo que me iré a algo artístico.

Después miró hacia David, y sonrió.

—Por cierto, este es mi novio, se llama David. Es lindo, me trata bien.

Ambos hermanos esperaron para que David dijera algo.

—Eh, ¿hola, señora mamá de Bruno? —se notaba que se sentía extraño, como si fuese alguien fuera de lugar—. Soy David, me gusta el soccer y las matemáticas y, pues, eso.

Lo que restó de la tarde fue más que nada pláticas resumidas de la vida de los dos hermanos, con una que otra intervención de David.

Ya cuando la noche estaba cayendo, decidieron despedirse de ella, la mamá de Noah y Bruno.

De regreso a sus casas, David preguntó algo que tuvo en su mente desde la mañana.

—¿Y qué onda que tu tío no nos acompañó?

—El tío Fer visitó a nuestra mamá en la mañana —dijo Noah, viendo hacia el cielo color morado y naranja.

—Oh, sí. Tiene sentido.

Siguieron caminando hasta llegar a la casa de los hermanos, David se despidió con un beso en la mejilla a Bruno.

—Llámame por cualquier cosa.

Bruno asintió, tímido.

—Sip, adiós.

David se fue por su lado, dejando a Noah y David en la entrada de la casa.

—Aún no puedo creer que lo hayas presentado a mamá.

Bruno se sonrojó violentamente, arrugó su nariz e hizo una mueca.

—¿Algún problema?, es mi novio. Mamá merece saber quién me gusta, ¿no?

Noah lo miró un rato, sonrió y se acercó hacia su hermano. De puntitas, despeinó su cabello.

—Relájate, Grinch. Solo digo lo que veo.

Bruno movió su mano con fuerza.

—¿A quién llamas Grinch, pitufo?

Y así siguieron su discusión de hermanos hasta que entraron a la casa, donde un triste y desesperado tío Fer hablaba por teléfono con alguien que supusieron que era su novio.

Se notaba que la conversación no estaba yendo por buen camino.

El miedo de BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora