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HARPER

"Estamos todos en el mismo juego, sólo
que en diferentes niveles."



Mientras bajaba las escaleras con Percy detrás, percibí el dulce aroma de las tortitas recién hechas, provocando que mi estómago rugiera. Me vi obligada a tragar saliva con dureza cuando encontré la encimera con unas cantidades indecentes de comida: tortitas apiladas, frutas cortadas, zumo de naranja recién exprimido, café, cereales, —tanto integrales como con chocolate—, tostadas, cruasanes de mantequilla, tocino, huevos revueltos, beicon y salchichas.

Parecía que hubiera invitado a todo el vecindario a desayunar con nosotros.

A Percy se le iluminaron los ojos al ver lo mismo que yo. Ni los dos juntos podríamos terminar la mitad de lo que había solo en uno de los platos.

Ninguno estaba acostumbrado a comer mucho, sobre todo en las últimas semanas que pasamos en Cardiff. Las existencias se habían acabado y en las alacenas solo quedaban cereales que solíamos acompañar con leche, que normalmente dejaba para Percy, ya que estaba en edad de crecimiento, mientras que yo solía tomar té con algunas rebanadas de pan.

El finiquito que le dieron a papá por el despido improcedente no fue gran cosa y no podíamos darnos el lujo dehacer una compra decente ni una vez a la semana.

Estaba pensando demasiado de nuevo, pero era imposible no hacerlo cuando lo que habías vivido te marcaba tanhondo como una brecha cosida en cada pensamiento; era un constante retroceder y avanzar. Solían decir que las vivencias dolorosas te hacían más fuerte, pero hasta que llegara ese momento, no podías evitar hundirte.

A las cinco de la madrugada mientras aun dormía, papá se despidió con un beso en la mejilla, ya que debía hacer su primer viaje. Tenía miedo al pensar que podría perderse parte de la infancia de Percy; solo esperaba que los esfuerzos que estaba haciendo valieran la pena y pudiéramos estar juntos de nuevo.

La tía Ethel nos dirigió una mirada por encima del hombro mientras preparaba algo en los fogones.

—Vamos a desayunar, que se enfriará —nos apremió con una media sonrisa para que nos sentásemos.

—¡Esto huele delicioso, tía Ethel! —exclamó Percy con una enorme sonrisa que me recordó a la del gato de Alicia en el País de las Maravillas.

—Bueno, ¿qué te parece si das las gracias por los alimentos, Percy? —propuso la tía Ethel.

—¡Muchas gracias por la comida..., Dios! —lanzó antes de servirse un par de tortitas y embadurnarlas en sirope dechocolate.

La tía Ethel y yo nos reímos ante las palabras de Percy. Cuando Ethel terminó de freír las últimas tiras de beicon posó otro plato y se sentó frente a Percy. Se sirvió una taza de café negro y una tostada con mantequilla y mermelada de fresa junto con un vaso de zumo de naranja. Yo me decanté por huevos, beicon y salchichas con un vaso de zumo.

Mientras me servía el zumo de una jarra sentí cómo algo se enredó en mi falda y me arañó. Por instinto, bajé la mirada hacia el hueco entre mis piernas para encontrarme con la patita de unas de las bolas de pelo de la Tía Ethel; era Sísifo, que me miró con los grandes ojos azules, intentando llamar mi atención.

Puse los ojos en blanco y le rasqué detrás de la oreja para ver si me dejaba en paz, pero lo único que logré fue que comenzase a ronronear y a frotar la cabeza sobre mi rodilla, esparciendo sus pelos blancos sobre mi falda negra.

Genial.

No era una gran fan de los felinos, me resultaban demasiado empalagosos y crueles a veces. Siempre me habían gustado más los perros, por eso BigMac y yo nos llevábamos tan bien; solo habíamos estado juntos un par de días, pero ya dormía conmigo en la cama; se colaba bajo el edredón y se acurrucaba a mis pies.

TWISTED LIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora