CARSON
"Nadie nos dijo nunca que las balas
más letales venían en forma de
sonrisa."Era como un presentimiento, un sabor amargo que se te instalaba en la boca del estómago y te subía hasta la lengua: nunca auguraba nada bueno. Era como si el alivio que había experimentado con Harper comenzara a diluirse como el aceite en el agua.
Las luces de la mansión estaban encendidas, pero en el interior había una ausencia febril; era extraño que a tales horas mamá no hubiera salido a recibirme con el ceño fruncido y una mueca acusadora que se transformaría en una sonrisa conforme al contarle que había pasado el día con Harper.
El malestar se convirtió en una sutil jaqueca cuando entré en el salón y encontré una estampa de lo más pintoresca. Toda mi familia estaba allí: mamá sentada en el sofá con el tío Frederick a su lado, Herman estaba más pálido de lo habitual y los ojos hinchados por las lágrimas mientras Karina, la novia de Herman, abrazaba a mi madre con los labios temblorosos y los ojos anegados en lágrimas. Y después estaba Leiland con la postura erguida y los brazos cruzados sobre el pecho. Sus facciones reflejaban severidad en el momento que su mirada recayó sobre la mía, trasmitiéndome la frialdad que necesitaba en ese momento.
Por mucho que me doliera admitirlo, de él había aprendido a mantener la distancia, a nunca permitir que nadie que yo no quisiera viera mis debilidades. Puede que al fin y al cabo, no todo fuera malo entre nosotros.
Tragué saliva para aclararme la garganta y me uní a la silenciosa charla.
—¿Qué ha ocurrido? —inquirí. Pero ninguno quiso hablar cuando mamá cortó el silencio con un sollozo contenido—. ¿Alguien va a contarme de una vez lo que está pasando? —gruñí.
—Es sobre el abuelo —respondió finalmente mi tío Frederick.
—Ha fallecido esta mañana —agregó mi padre sin muestra de titubeo alguno.
En ese momento era como si el mundo se me abriera entre los pies, como si mi mente no fuera mía, como si mi cuerpo no fuera mío y como si la punzada constante en el pecho no fuera mía. No era débil, no podía ni debía serlo. Debía coger aire, respirar y enfrentar la situación tal y como era: estaba muerto.
Posiblemente la única persona que me había amado tal y como era, había dejado de existir y nadie había tenido las pelotas de contarme nada.
—¿Carson? —me isto mi primo con cautela.
—Estoy bien, Herman —le respondí con la voz fría. Tensé los labios y sacudí la cabeza para despejarme.
«Tengo que estar bien», me repetí cuando los ojos comenzaron a picarme.
Sin mediar palabra di media vuelta y salí buscando el aire fresco que parecía no llegarme a los pulmones. Quería estar solo, pero al mismo tiempo deseaba estar con Harper: siempre lograba calmarme.
Saqué el móvil y marqué su número. Hubo un tono, dos, tres tonos, hasta que me saltó el contestador. Tal vez estaba durmiendo y lo último que quería era molestarla; era tan empática que seguramente lo único que conseguiría sería hacerla llorar.
La lluvia comenzó a hacerse presente con tímidas gotas de que me bañaron el rostro y la ropa. Sentía frío, pero era consciente de que nada ni nadie podría quitármelo: eran la angustia e impotencia descarnándome en silencio. Una sensación de vértigo en el fondo del estómago. Sentía como el pecho me apretara tan fuerte que me aplastaría los órganos de la caja torácica. Una mezcolanza de rabia y tristeza que se te enquistarse, y no sabía si era porque tenía ganas de gritar, llorar, derrumbarme y dejar que la locura acabara contigo.
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TWISTED LIES
Teenfikce[LIBRO I y II] Harper no siempre ha tenido las cosas fáciles. Tras la muerte de su madre se traslada a Londres con su familia en busca de una nueva vida donde conseguir dejar el pasado atrás. Quiere encontrar la forma de vivir en paz, pero sus expec...