30

3K 227 129
                                    

HARPER

"Cada quien se engaña con
la mentira que más le gusta."



Mi mirada permaneció perdida en mis manos, concentrándome en los lánguidos latidos de mi corazón para no pensar en que todavía estaba ahí, acostada a su lado cubiertos con el edredón en la cama donde le entregué la poca pureza que aún quedaba en mí.

Le daba la espalda para que no pudiera ver las lágrimas que me nublaban la vista, ignorando la imperiosa necesidad de aferrarme al brazo que tenía alrededor de mi cintura, abrazarlo y llorar por la estúpida idea de lo jodida que me sentía, por la necesidad de preguntarle por qué no podía quererme como yo lo quería a él; qué había de malo en mí para que nadie me quisiera de la forma en la que yo quería.

Pero preferí quedarme en silencio y tragarme aquellas preguntas a las que nunca les encontraría respuestas.

Carson estaba pegado a mi espalda, su cuerpo desprendía un calor acogedor, pero al mismo tiempo distante, con la respiración apaciguada contra mi nuca, lo que me advirtió que si no se había dormido, estaba a punto de hacerlo.

Por desgracia, mi conciencia no me dejaba siquiera cerrar los ojos, solo me castigaba por haberlo disfrutado cuando lo que acabábamos de hacer no había estado bien. No me merecía que alguien me tocara, que me deseara. Lo peor era que no habría hecho nada por evitarlo si tuviera la oportunidad de cambiar las cosas; Carson era una especie de droga, una que no podía explicar, pero que cada vez que la consumía me tenía en lo más alto durante horas, y a pesar de que la caída era un golpe brutal, no me importaba con tal de poder saborear esas pequeñas dosis de él.

Con cuidado, aparté su brazo de mi cintura y me levanté. Recogí rápidamente mi ropa esparcida por el suelo, evitando acuclillarme ante el dolor que atravesó mi vientre.

—¿Har? —inquirió Carson con voz soñolienta. Sin querer, las lágrimas me nublaron la vista al escucharlo.

Carson me miró con los ojos entrecerrados cuando se dio la vuelta para mirarme. El edredón cubría lo necesario para que mis mejillas no volvieran a enrojecer, pero su pecho seguía a plena vista, haciéndome tragar saliva con dureza. Su mirada me siguió, mucho más ávida de lo que lo había estado unos segundos atrás a la vez que sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa maliciosa.

Aún estaba desnuda, así que me cubrí con la ropa y miré alrededor en busca del baño.

—¿Pu-puedo vestirme en el baño? —balbuceé, avergonzada.

—Podrías vestirte aquí —contestó Carson con una mirada divertida.

—Yo... es que... —La barbilla volvió a temblarme y apreté los labios con fuerza para evitar llorar.

—Ya te he visto desnuda, así que no tienes nada que ocultar —repuso con tranquilidad. Se pasó los dedos por el cabello, retirándolo hacia atrás—. Además, me gusta mirarte — agregó observándome por encima de las espesas pestañas negras.

Inconscientemente, mi cuerpo se estremeció ante sus parcas palabras y me reprendí por ser tan estúpida al pensar que de verdad le gustaba; solo era un trofeo más en su vitrina de polvos de una noche.

Lo que habíamos hecho estuvo mal, jamás debería haber ocurrido. Pero cuando se trataba de Carson mis hormonas tomaban el control; era como mezclar fuego con alcohol y provocar un incendio que no podía ser contenido.

Una parte de mí se negaba a confesar que había disfrutado mientras que la otra parte solo me gritaba lo idiota que había sido por entregarle esa parte de mí que debería haberse llevado alguien al que realmente le importara.

TWISTED LIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora