35

1.5K 125 272
                                    

CARSON

"Me enamoré de cada uno de sus pedazos,
de sus cicatrices y de sus heridas aún sin
sanar, me enamoré de su optimismo, de su
fortaleza y de su bondad. Me enamoré de un corazón roto por ser el más completo para
amar."

ANDRÉS IXTEPAN



Raw Press, en Belgravia, era una de las cafeterías favoritas donde me había citado una vieja amiga. Me sorprendí al saber que andaba por Londres y quería que nos viéramos. Acepté sin dudar si quiera.

Las buenas tradiciones no debían cambiar.

Al entrar el agradable olor de los pasteles en combinación con el café recién hecho consiguió que mi estómago rugiera a causa del hambre; últimamente mi apetito se había visto mermado.

Como siempre, me esperaba en nuestra mesa al fondo del local: mucho más madura y tan guapa como la recordaba. Sin poder evitarlo, una sonrisa animada brotó de mis labios cuando su mirada encontró la mía y una enorme sonrisa de felicidad se abrió paso en sus labios magenta.

Fui a su encuentro, pero me impidió acercarme cuando se levantó y me envolvió en un fuerte abrazo que no pude evitar devolverle, aliviado de por fin tenerla en casa.

—Te he echado de menos, enano —murmuró. Sonreí cuando se apartó y me dio un repaso rápido con la mirada—, pero, joder, estás enorme: todavía me imaginaba al crio de quince años gruñón y flacucho —bromeó.

—Tú también estás diferente: más... vieja —la pinché, tocando una fingida arruga en la comisura del ojo derecho, con lo que me gané un manotazo y una mirada de falsa indignación—. Pero me alegro de saber que te ha ido bien, Ciara —respondí.

Ciara me dirigió una sonrisa torcida y asintió, pero no me pasó desapercibida la fugaz mirada que me dirigió, como si supiera que no todo iba bien.

La verdad, no quise ser muy preciso por teléfono.

Nos sentamos en la mesa y nos miramos por un largo instante que se me hizo eterno.

Ciara y yo nos conocimos poco después de que saliera de mi encierro y comenzara a frecuentar... los ambientes que no me convenían. Aun la podía ver como la chica fría y déspota que me hizo el orgullo añicos al pegarme un puñetazo tras mandarla a la mierda por intentar ayudarme, de hecho, me salvó de sufrir mi primera sobredosis cuando aún no manejaba mis emociones y solo quería que la rabia desapareciera. Por aquel entonces, ya era bastante intuitivo y no me costó suponer que la chica llena de sonrisas sarcásticas para ocultar su dolor no había pasado por un buen comienzo.

Tal vez fue lo que nos unió en el primer momento.

Poco a poco terminó convirtiéndose en la hermana mayor que perdí años atrás. Y sí, me introdujo en su mundo a pesar de las advertencias de que no era un lugar donde a ella le hubiera gustado terminar, pero no lo evitó tampoco.

No le puse las cosas sencillas.

Fue una de las pocas personas que me trató como a un igual cuando más necesitaba ser un chico normal y corriente. Puede que de una manera poco sana, pero consiguió que superara los miedos y las barreras que no me atrevía a cruzar por temor a las convenciones con las que vivía.

Fue mi amiga cuando más solo estaba y por ello siempre le estaré agradecido.

Ciara entrelazó los dedos y los puso debajo de la barbilla, mirándome con suspicacia, lo que provocó que entornara la mirada a la vez que repiqueteaba con los dedos sobre la superficie de madera.

TWISTED LIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora