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HARPER

"Nos atrae lo que puede revolucionar
nuestra existencia."



Exhalé un débil suspiro antes de bajar las escaleras. Me dirigí al apartamento de Addie para comenzar a prepararnos. Como cabía esperar, había aceptado la propuesta de Luke, mejor dicho, Addison casi me había obligado a teclear esa respuesta afirmativa.

No sabía si debía pedir permiso para salir a pesar de que papá no estaba, así que opté por comentárselo a la tía Ethel, que para mi sorpresa se encontraba en el salón viendo un programa de esos de parejas que me resultaban de lo más aburridos, pero a ella parecían entretenerla. Era extraño encontrarla viendo la tele, normalmente siempre estaba haciendo algo o pintando.

—Hola, tía Ethel —saludé desde la entrada, apoyada en la pared con una sonrisa nerviosa.

Me devolvió una sonrisa genuina tras sacarse la zanahoria que estaba comiendo de la boca.

—Hola, cielo.

—Esta noche iba a salir, y bueno, consideré adecuado avisarte para que estuvieras al tanto —expliqué.

—¿Saldrás con Addie? —inquirió.

—Sí..., y con otros amigos que he hecho —respondí mirándola con un ojo cerrado, avergonzada.

Su mirada azulada se iluminó con ilusión y se rio.

—¡Eso está genial, Har! —exclamó, feliz.

—Sí, eso creo —murmuré, cohibida.

—Pues entonces, tienes permiso. Pero procura no llegar muy tarde: mañana tienes que ir a clase —avisó.

—De acuerdo —contesté—. Adiós —me despedí con un gesto de la mano.

—Pásatelo bien —gritó.

Cerré detrás de mí y baje las escaleras hacia al apartamento de Addie. Piqué al timbre, donde un par de segundos después me recibió una mujer de mediana edad con el cabello castaño recogido en una coleta y ataviada con un vestido formal rosa palo.

Me regaló una media sonrisa mientras se secaba las manos a una pequeña toalla. Pronto la reconocí como la madre de Addison: eran prácticamente idénticas, salvo que era más bajita y tenía los ojos del mismo color chocolate que su pelo.

Esbozó una sonrisa alegre.

—Tú debes ser Harper, ¿verdad? —preguntó.

—Sí —contesté con una débil sonrisa.

—Addie nos ha hablado mucho sobre ti. Venga, pasa, no te quedes ahí —apremió la señora Scott con un gesto de la mano. Obedecí y cerré la puerta—. Yo soy Beatrice —se presentó mientras avanzábamos por la sala central.

—Encantada —contesté.

Me sorprendió que el apartamento compartiera la misma estructura que el de nuestra planta inferior, pero parecíamás moderno, decorado como en las revistas de interiorismo que mamá ojeaba de vez en cuando en busca de nuevasmaneras de decorar el salón.

Cruzamos el pasillo de la derecha y volví la cabeza hacia lo que me pareció que era la cocina, donde me encontré al Director Scott sentado en una silla frente a la isla mientras leía el periódico de forma distraída, haciendo que las gafas se le resbalaran por el puente de la nariz.

—Hola, director Scott —saludé, lo que provocó que diera un pequeño tumbo en el sitio, mirándome desorientado por un par de segundos.

—Oh, hola, Harper —me saludó con una media sonrisa. Se subió las gafas y se rio, un poco humillado—. Ya deberías saber que puedes llamarme Xavier, ni siquiera estamos en el instituto —me recordó.

TWISTED LIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora