Las hojas, secas y deformes, caían de las copas de los árboles con cada ráfaga de viento que se levantaba en esa fría tarde de verano. Si, se acercaba una tormenta. Una nueva ráfaga terminó por echar hacia atrás la capucha que cubría y calentaba su cabeza, sus largos cabellos plateados ondularon en la dirección del viento, despeinándose.
Soltó una maldición entre dientes, luego apresuró el paso, sería un fastidio si la lluvia lo encontraba. Observó a lo lejos las paredes de la entrada del pueblo, tardaría unos diez minutos si no bajaba el ritmo.
Al llegar a una bifurcación más adelante, se topó con más personas en las mismas condiciones, volvió a cubrir su cabeza para esconder su rostro, no deseaba llamar la atención por su apariencia poco común.
Leone Abbacchio era un viajero solitario que vagaba por europa, adquiriendo todo conocimiento que le interesara; un estudiante eterno, un sabio. Con veinticuatro inviernos de edad era todo un conocedor de las ciencias, sin embargo, no le agradaba alardear con eso; si hablaba de más podría terminar en la hoguera.
Era el año mil setecientos dieciocho, según el calendario gregoriano, venía arrancando de los bosques a las afueras de Francia, luego de que la recesión, que los afectó tras la guerra con España, obligara a los ciudadanos a emigrar de la capital, invadiendo los terrenos que habitaba. Estaba al tanto de la importancia de la iglesia, como de la fidelidad extrema que sus adeptos profesaban, por lo que evitaba las grandes multitudes a como diera lugar, pero, en esta ocasión, estaba jodido. Sólo traía consigo un par de medicinas y uno que otro accesorio en su bolsa de viaje, pues el poco dinero que traía le fue “requisado” por la guardia al ingresar a Italia.
Llegó hasta la entrada de la pequeña ciudad de Lucca, la lluvia aún no se hacía presente, así que se dedicaría a vender alguna de sus medicinas para poder pagar una habitación donde pasar la noche, después de todo, su destino era Nápoles. Tras caminar un par de minutos dió con el pequeño mercado de Lucca, habían muchos comerciantes por doquier, cada uno ofreciendo sus artesanías y productos, como también servicios y entretención; había de todo. Se detuvo junto a los médicos del lugar, reconociéndolos por sus extrañas máscaras, todos ofrecían algo diferente, pero estaba seguro que su eficiente remedio para el dolor se vendería bien.
Se ubicó en un lugar donde no fuese a molestar a los lugareños y comenzó a ofrecer su medicina. Gritó por un par de minutos cuando un joven se le acercó por su derecha.
—¿Qué tan efectiva es esta medicina? —preguntó sin titubeos— ¿Para qué tipo de dolencias la recomienda?
Leone lo escrutó rápidamente, era un joven pelinegro, delgado y de rasgos finos, pero con una mirada decidida.
—Lo recomiendo para dolores crónicos y agudos, joven —extendió el pequeño frasco de vidrio relleno de un líquido amarillo verdoso y espeso—, y su valor no es muy elevado. Con unas cuantas doppias, granos o piastras* es suficiente, no busco la riqueza, solo pagar por un plato de comida y cubrirme de la tormenta que se avecina.
El joven se acercó curioso para observar el frasco de vidrio con la medicina en su interior, en su mirada se notaba la duda, no parecía estar convencido en su totalidad, y eso Abbacchio lo notó.
—Te propongo algo —guardó la pequeña botella—. Si mi medicina no funciona, te regresaré tu dinero el día de mañana. Tienes mi palabra.
—¿Cómo puedo confiar en que te encontrarás aquí mañana?
—Ya te he dado mi palabra, es todo lo que tengo ¿Lo tomas o lo dejas?
—Te daré diez piastras —alzó una mano y le enseñó las monedas de plata—, y si logras aliviar los dolores de mi padre, vendré mañana a agradecértelo.

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Four Seasons
FanfictionEra el siglo XVIII, y los problemas y disputas por la corona de un país terminan por afectar directamente a un errante que no tiene absolutamente nada que ver ni ofrecer. Leone teme por su apariencia en un mundo que odia y destruye lo que no entiend...