Leone (XV)

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—¿Qué haces, Prosciutto? —un hombre alto y de cabello canoso apareció junto a la mesa— ¿Quienes son tus acompañantes?

Leone y Bruno lo miraron fijamente, luego al rubio.

—¡Riss! —exclamó el rubio— ¡Hasta que te dignas a aparecer! Llevo horas esperándote.

—Bueno, tu compañero está aquí —Leone se sorprendió al levantarse, el último en llegar era más alto que él; Leone no estaba acostumbrado a encontrar gente de su tamaño o mayor—. Nos retiramos.

—¡Oh, esperen, la siguiente ronda sigue en pie! —el rubio dijo rápidamente, antes de que Bruno se levantara—

—No, Prosciutto —indicó su compañero, dirigiéndose a él—. Debemos irnos, Pesci no ha mejorado y solicitó tu presencia.

Leone prestó especial atención a la expresión del rubio ante la mención de ese tal Pesci, parecía preocupado, realmente preocupado.

—Está bien —el rubio dijo resignado—. Espero que nos volvamos a ver, caballeros, fue un placer —hizo una leve reverencia—, pero mi protegido me espera.

—Adelante —Bruno se le adelantó a contestar, mientras se ponía de pie—.

Los extraños se voltearon y comenzaron a caminar, le pagaron al cantinero y se retiraron. De cerca, Leone y Bruno hicieron lo mismo.

Al salir Leone no encontró rastro de los dos extraños.

—Eso fue extraño —le habló Bruno en voz baja—.

—Si, mucho.

—¿Crees que debemos preocuparnos?

—No, pero estáte atento si los volvemos a encontrar.

—Me parece bien.

Esa noche habían tres camas para compartir entre cinco, sin embargo…

Leone frunció el ceño al entrar al cuarto que compartían, pues Trish, Giorno y Mista habían decidido tomar dos de las camas y unirlas. Su pequeña rata personal (Trish) acaparaba una de las camas casi por completo, mientras que, los otros dos estaban sentados en la otra, aparentemente conversando.

—Creímos que tardarían más en regresar —el moreno fue el primero en hablar—.

—El tipo que le dio las bebidas a Trish nos pareció demasiado sospechoso —Bruno habló mientras se dirigía a su equipaje—, así que nos fuimos.

—¿Qué tan sospechoso? —preguntó la rata rubia. Leone terminó de cerrar la puerta y se acercó a las camas, aunque no fuese demasiada la distancia—

—Mucho —le siseó—. Pero muy descuidado —Leone cruzó los brazos sobre su pecho y se llevó una mano a la barbilla—. Habló mucho, incluso llegó otro sujeto-

—Un gigante —Bruno lo interrumpió—.

—El punto es que —prosiguió sin molestarse— no sé si lo poco que dijeron tiene algún sentido o era una especie de código.

—Mencionaron a una persona —agregó Bruno—, un tal Pesci.

—Si vuelven a ver a ese sujeto —Leone les advirtió— sean precavidos.

—¡Si! —Giorno y Mista dijeron al mismo tiempo—

—Bien —Leone se sentó en la única cama vacía, esperó a que los menores volvieran a su propia conversación y luego miró a Bruno—. Mañana debemos ir al mercado, temprano.

El pelinegro asintió y continuó en lo suyo. Leone se acostó sobre la cama y descansó en silencio, escuchando sin ganas la plática de las ratas a su lado, en la otra cama. Bruno se excusó diciendo que iría a orinar, no quiso compañía; bien, si no regresaba antes de que contara dos veces hasta cien, iría de todas formas.

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