—¡Leone! —gritó Bruno al ingresar a su embarcación, corriendo con la chica en brazos— ¡¿Dónde estás, Leone?!
—Aquí —su cabellera blanca apareció por una puerta, siendo teñida por los rayos anaranjados de sol— ¿por qué el alboroto? Tardaste mucho, Paolo se estaba preocupando.
—Necesitamos ayuda... —Bruno bajó a la niña de su espalda— Está ardiendo en fiebre.
Leone no preguntó nada más, tampoco se quejó, no dijo nada. Bruno lo observó tomar a Trish en sus brazos y llevársela, probablemente a su habitación, lejos de su padre, el pelinegro lo siguió de cerca, con la vista fija en las finas hebras plateadas del más alto. Leone era, sin lugar a dudas, extremadamente útil; pero había algo más, algo que el pelinegro no sabía explicar con palabras, ni siquiera en su cabeza.
Bruno caminó tras él, preguntándose qué cosa interesante haría, por un instante recordó lo que Leone había hecho con su padre y, por una extraña razón, creía que el otro lo podía todo. Cuando llegaron a su pequeño cubículo, la niña fue depositada en su cama, comenzando a ser revisada por el peligris.
—Trae mi bolso —hizo una pausa, mientras colocaba su oído sobre el estómago de la niña—, también limones y naranjas.
—¡S-si! —contestó al reaccionar, volteando rápidamente, pero casi choca con el pequeño rubio— Espera aquí, si Leone te solicita algo, dáselo.
El chico asintió.
Bruno fue al cuarto de junto, donde guardaba las provisiones que les quedaban, buscó por todos lados, dando con dos naranjas y un pomelo algo marchito; los tomó y corrió a por el bolso de Leone, el cual estaba junto a su padre. Dio gracias a Dios porque estaba dormido. Tomó la bolsa de cuero y volvió a correr.
—Esto fue lo que encontré —dijo al regresar. Trish estaba despierta y sentada—.
—Gracias —Bruno lo vió escudriñar con una mano, luego sacó una botella de mano llena con un líquido amarillo, luego otra botella más pequeña de color café—. Bruno —volteó a verlo a los ojos—, un balde.
No contestó, sólo escapó de esa penetrante mirada que parecía observar su alma. Salió a cubierta y tomó el primer balde que encontró, al regresar le tendió el objeto, recibiendo una mirada directa por un par de segundos.
Leone alzó la botella oscura y la acercó a la nariz de la pequeña, provocando que su rostro se oscureciera; estaba azul, luego comenzó a vomitar en el balde que el peligris le tendía sobre su regazo.
—¿Q-qué le has hecho? —pronunció en un curioso italiano el pequeño rubio, parecía un acento extranjero— ¿Por qué la haces vomitar? —parecía algo alterado—
Leone no habló, estaba demasiado concentrado en lo que hacía, y Bruno no podía culparlo, pues parecía saber lo que hacía.
—Tranquilo —Bruno le habló al menor—, puedes confiar en él.
—¿Por qué? —volteó a ver al pelinegro— ¿Porque tú lo haces?
—Ese no es el punto, niño —Bruno hizo una pausa, endureciendo su rostro—. El punto es que él ayudará a tu chica, lo está haciendo desinteresadamente, eso debería bastarte.
El rubio infló las mejillas y bajó la vista, parecía que no estaba acostumbrado a que le llamaran la atención. La chica vomitó un par de veces más, luego Leone le limpió los restos de la barbilla, posteriormente le tendió la botella con el líquido amarillo.
—Bebe sólo tres sorbos, no más, no menos —le indicó el peligris—. Luego come las frutas —la niña asintió, viéndolo directamente a los ojos y completamente embelesada—. Estarás bien después de eso, una buena comida te ayudará. Mientras descansa.
—Gracias, señor... —la trémula voz de la niña llegó a los oídos de todos, pese a lo baja que fue— ¿Cuál es su nombre?
—Puedes llamarme Leone.
La niña le sonrió dulcemente, luego volteó a ver al chico rubio.
—Giorno, yo... lamento ser una molestia...
—No —el pequeño se le acercó—, yo no te he podido cuidar bien, Trish.
—Dejaremos a la niña descansar —interrumpió Bruno—. Ahora, pequeño, nos explicaras todo, ella ya está bien.
Leone volteó a mirarlo, luego volteó a ver al chico con severidad.
—Haz lo que él dice, o te arrastraré de un pie hacia afuera —amenazó el peligris—.
En ese momento, Bruno sintió que su corazón se agitó de una manera extraña.
__________________
¡Hola, personas hermosas!
Aquí estoy con otro capítulo, algo corto, pero importante. Estos cuatro ya están juntos, así que, pronto comenzará el desmadre.
Curiosidades del capítulo:
~ Se supone que, en las fechas que se sitúa la historia, la medicina aún no conocía la enfermedad llamada "Escorbuto", más bien, era llamada la "plaga del mar", debido a que se producía por pasar largos períodos en altamar; todo esto es producto del déficit de vitamina C y ácido ascórbico. Así que, no se preocupen, Trish estará bien.
~ Leone supo cómo reaccionar a esta enfermedad gracias unas noches que pasó en el puerto de Nice, provincia de Turin; ahí compartió conocimientos con un grupo de inmigrantes marinos de tierras del norte (Nueva Zelanda), se llevó muy bien con el grupo y se quedó bebiendo casi una semana con ellos (xD).
Bueno, eso será todo por éste capítulo, espero les haya gustado ¡Nos leemos en el siguiente cap!
Rashi✨

ESTÁS LEYENDO
Four Seasons
FanfictionEra el siglo XVIII, y los problemas y disputas por la corona de un país terminan por afectar directamente a un errante que no tiene absolutamente nada que ver ni ofrecer. Leone teme por su apariencia en un mundo que odia y destruye lo que no entiend...