—¡Leone! —el grito de Bruno lo hizo reaccionar ante el shock de la sorpresa, dando dos pasos hacia atrás y evitando el cuchillo que iba directo a su estómago—
—¡Demonios! —el sujeto gruñó en italiano, corriendo y alejándose de ellos—
—¿Estás bien? —Bruno se acercó a él y comenzó a revisarlo desesperadamente— Por favor, dime que no te hirió.
—Estoy bien —volteó, buscando a su atacante, encontrándolo a unos escasos cinco metros de distancia— ¡¿Cuál es tu problema, infeliz?! —le gritó en italiano tras escuchar al otro hablar su mismo idioma—
—¡Mataste a Formaggio! —gritó con un acento que Leone reconoció como del norte de Italia—
—¿A quién? —Leone lo analizó rápidamente, era la misma persona que había visto minutos atrás, cuando Bruno había corrido persiguiendo a los niños; había hecho bien al sospechar de él, tal vez lo hubiera atacado mucho antes de no notarlo— ¿De qué hablas? —el sujeto tenía el cabello castaño oscuro, muy largo y amarrado en varias coletas, traía una chaqueta blanca bastante grues y un abrigo negro encima, vestía pantalones marrón oscuro con botas largas hasta la rodilla—
—Leone Abbacchio —dijo apuntándole con el cuchillo, luego le apuntó a Bruno—, Bruno Bucciaratti. Si, son ustedes —soltó un escupitajo hacia el suelo, luego gritó embravecido— ¡Aosta!
Después de confirmar que sabía quiénes eran, y aquel grito, todo tuvo sentido en la cabeza de Leone. Lo recordaba, aquel sicario que había atacado a Bruno en las termas de Aosta, el último pueblo en que pasaron la noche en Italia. Y lo peor de todo, sabían sus identidades.
—Maldito hijo de perra —con rapidez tomó el puñal que guardaba en su manga izquierda, sin mostrarla— ¡y nos seguiste hasta acá!
—Todavía hay trabajo por terminar —dijo confiado, haciendo un rápido movimiento de pies para esconderse en la oscuridad—.
—Los chicos deben estar en peligro —la voz de Bruno sonaba a que había imaginado lo peor—.
Entonces, de la nada, el sujeto apareció frente a Leone, haciendo un movimiento rápido con la mano que sostenía el cuchillo. Abbacchio retrocedió un paso y también atacó, sin embargo, el único herido fue él, recibiendo un corte en su brazo derecho, justo sobre el codo. El atacante volvió a moverse, desapareciendo entre la oscuridad de un callejón a su izquierda.
—¡Leone!
—¡Manténte alerta, Bruno! —gritó interrumpiéndolo, sujetando su brazo que dolía como el infierno y comenzaba a sangrar— No dejes que te lastime —se agachó y apoyó una rodilla sobre el suelo, mientras que con sus manos cortaba unos jirones de su capucha, rápidamente se vendó la herida, no obstante, cuando se iba a poner de pie, Bruno lo empujó con tal fuerza que no pudo evitar estrellar su trasero contra la calle de piedra. Levantó la mirada con rapidez, encontrando a Bruno luchando contra el sujeto, empuñando el arma que él mismo le había obsequiado. Fue estimulante verlo moverse torpe pero decidido, y condenadamente satisfactorio que no fuera herido en el proceso—.
—¡Abajo! —se escuchó el grito de un niño, retumbando por las paredes de las casonas que los rodeaban, Leone lo recordó como la del niño rubio de hace un rato. Leone lo encontró corriendo a gran velocidad hacia ellos, luego miró a Bruno agacharse, como se le había indicado, y al extraño voltear a ver qué sucedía; recibiendo un libro de lleno en el rostro— ¡Ahora!
Todo pasó demasiado rápido.
El niño pelinegro que acompañaba al rubio apareció con un cuchillo en su mano derecha, corriendo en dirección al atacante, el cual se tambaleaba, dando un certero corte a su pierna derecha cuando pasó junto a él, haciéndolo caer al instante; dándole la oportunidad a Bruno de clavar con fuerza su cuchillo en el cuello del desconocido.

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Four Seasons
FanfictionEra el siglo XVIII, y los problemas y disputas por la corona de un país terminan por afectar directamente a un errante que no tiene absolutamente nada que ver ni ofrecer. Leone teme por su apariencia en un mundo que odia y destruye lo que no entiend...