Estaba acostado sobre la hierba, en una pequeña pradera, observando las nubes avanzar con el viento. Estaba tranquilo y sentía felicidad.
Dejó su cabeza caer hacia su izquierda, con la intención de saber dónde se encontraba, sin embargo, se encontró con una brillante cabellera negra. Sabía a quién pertenecía ese cabello, jamás podría equivocarse. Sintió presión en su siniestra, como si otra mano estrechara la suya.
¿Por qué alguien haría eso?
Su nariz bajó hasta la cabeza contraria, enterrándose entre las hebras de pelo negro, aspiró el aroma a destajo, sin limitarse a contenerse. Su mano fue apretada con mayor fuerza. Volteó su cuerpo y rodeó el cuerpo ajeno con su otro brazo. Soltaron su mano, pero rápidamente rodearon su pecho, abrazándolo con fuerza.
—Leone...
La voz de Bruno lo hizo suspirar.
—Oh, Leone…
Las manos del pelinegro se arrastraron hacia arriba por su espalda, hasta llegar a sus hombros. Quiso llamarlo, pero su voz no se escuchó, sentía la garganta seca.
—Leone…
Uno de sus hombros se sacudió, y la suave voz del menor continuó llamándolo, mientras los movimientos continuaban.
Abrió los ojos, encontrando el rostro de Bruno a un par de centímetros por encima de él. Demonios ¿estaba soñando? Sintió su rostro hervir, por lo soñado y por la cercanía de Bruno; apenas había luz natural, sólo debían faltar un par de minutos para el amanecer.
Tenía deseos de pedirle que se apartara, para poder sentarse, pero, antes de que pudiera abrir su boca siquiera, sus ojos se encontraron. Fue un choque fuerte, Leone no esperaba sentirlo así. Se sentía como… lo mismo.
Bruno llevó su índice derecho hasta sus labios, pidiéndole silencio, luego se apartó.
Leone se levantó inmediatamente, se acomodó el cabello y la túnica, buscó al pelinegro con la mirada, quien caminaba hacia los restos de la hoguera, lo siguió casi al instante.
—¿Hay algo en especial que quieras llevar? —preguntó Bruno con un volumen de voz moderado— Junté todo lo que podríamos necesitar para un día de pesca.
Leone miró las cosas apiladas junto al tronco que usaron la noche anterior, eran varias, necesitarían un bolso para cargar todo; luego miró a Bruno, no llevaba puesta su capucha, por ende, sólo usaba su camisa holgada y unos pantalones ceñidos hasta la cadera. La imagen desconcertó al peligris; se perdió en las curvas del cuerpo de Bruno.
—¿Leone?
—Si —contestó en automático, temiendo que lo descubrieran mirando de más—. Llevaré un par de cosas —habló mirando hacia el suelo, luego se volteó y se alejó; llegó hasta donde estaba su equipaje y tomó lo que creyó sería de utilidad. Sinceramente, tenía el presentimiento de que sería un gran día—. Listo —indicó cuando regresó con Bruno— ¿quieres que cargue algo?
El pelinegro asintió y le tendió dos bolsas de cuero. Leone se las colgó a los hombros, además llevaba su bolsa de cintura, y aún así se creía capaz de cargar mucho más.
—Quién lo diría —pensó—. Ser el pony de Trish sirvió de algo además de joder.
Rió por lo bajo y comenzó a caminar con rapidez a la rivera del río, una vez allí analizó el terreno, debatiendo si caminar río arriba junto al agua o por el bosque. Cada segundo todo se hacía más claro.
—Mira, Leone —el menor lo llamó desde su izquierda, apuntando por sobre el río, a las montañas—, está saliendo el sol.
Abbacchio no dijo nada, solo dirigió su mirada hasta el horizonte, apreciando el amanecer en silencio. Que agradable experiencia acababa de vivir. Apartó sus ojos cuando la luz del sol se volvió dañina, Bruno lo estaba mirando y luego le sonrió, apreció el gesto, así que lo respondió.
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Four Seasons
FanfictionEra el siglo XVIII, y los problemas y disputas por la corona de un país terminan por afectar directamente a un errante que no tiene absolutamente nada que ver ni ofrecer. Leone teme por su apariencia en un mundo que odia y destruye lo que no entiend...