Bruno (VII)

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—Oh ¡Por favor! —gritó Mista, casi desesperado, mientras juntaba ambas manos, suplicante— ¡Acampemos aquí, ya no puedo más! ¡Tengo ampollas en las ampollas!

—Oh, vamos, deja de llorar —lo reprendió Trish, quien era cargada por Abbacchio sobre su espalda—.

—Pero Abbacchio dijo que aún faltan unos días a pie para llegar al siguiente pueblo ¡Y tú vas sobre su espalda! —la señaló con un dedo— ¡Por favor, Bucciarati! —Bruno se volteó, pasando de él— ¡Giorno! —corrió hasta él y le rodeó los hombros con un brazo, mientras comenzaba a susurrarle—

Bruno los observaba. Esos chicos cada vez se llevaban mejor. Lo habían hecho desde el principio, pero podía notarse la creciente amistad entre ellos; miró a Trish, quien abrazaba a Leone mientras éste la cargaba. Ellos también parecían llevarse particularmente bien, Leone hablaba más estando con ella, incluso sonreía con más frecuencia. Hacían una linda pareja.

Sin comprenderlo, aquel último pensamiento le revolvió el estómago e hizo que su garganta se contrajera. No le gustó la sensación, así que intentó pensar en algo más.

—Abbacchio —habló Giorno— ¿Conoces ésta zona?

—No, es la primera vez que uso estos senderos —contestó— ¿Por qué?

—¿Cómo planificaste la ruta, entonces? —le contestó con otra pregunta—

—Mapas, tarado.

—¿Podrías facilitarme uno?

—Bien, pero ten cuidado, los papiros son muy delicados —volteó su cabeza—. Dame un respiro, reina rata.

—¡Deja de llamarme así, gigante! —ella se bajó y corrió hasta Bruno— ¡Bruno, dile que deje de compararme con las ratas! —le sollozó cínicamente—

—Oh, pequeña ratita, no llores —se burló con descaro, reconociendo como la chica intentaba manipularlo—.

—¡No te pongas de su lado!

—Entonces no me intentes manipular —hizo una mueca, frunciendo el ceño y los labios, divertido—. Además. Leone llevaba un buen rato cargándote, al menos permítele llamarte como se le dé la gana —rió divertido, mientras los demás revisaban el mapa sobre una roca lisa en el camino—.

Trish hizo un puchero.

—No es divertido si nadie me hace caso…

Bruno le acarició el cabello oscuro, tiernamente.

—Bienvenida al mundo real, pequeña —ella infló sus mejillas en respuesta—.

—¡Lo sabía! —ambos voltearon al escuchar el grito de Mista— Es el río Fiume Dora Bàltea ¡El verano aún es lo suficientemente caluroso como para acampar junto al río! —sonrió ampliamente—

—Si, no es una mala idea… —Bruno creyó que Leone le miró un segundo— Podríamos pescar un poco ahí.

¿Pescar? Bruno parpadeó incrédulo ante la idea lejana de volver a pescar alguna vez, su corazón golpeó contra su pecho y sus ojos se abrieron. Dió pasos cortos hasta ellos, dándole una vista al mapa, concentrando su vista en el dedo de Leone que apuntaba una delgada línea desteñida de color celeste.

—¿Qué piensas, Bucciarati? —Giorno preguntó— No parece estar demasiado lejos.

—Lo está, rata —aclaró Leone—. No creas que es poco porque un dibujo en papel lo hace ver así. Es medio día de camino, tal vez un poco menos.

—Quiero ir —Bruno habló sin pensar—. Digo… Sería genial pescar otra vez.

—Entonces vamos —sentenció Leone, tomando y guardando el mapa—.

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