Bruno (XVIII)

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Estaba teniendo un sueño hermoso, lo sabía, pero todo recuerdo fue eliminado de su mente cuando abrió los ojos y vio a Leone frente a él, sonriéndole maravillosamente.

—Hola —el peligris saludó—, es tarde.

Entonces,la idea de un sueño se esfumó y todos los recuerdos de la noche anterior golpearon en su mente, tan rápidamente que no lo pudo controlar. Su rostro se calentó furiosamente en menos de un segundo.

—L-Leone… —susurró apenas—

—¿Te sientes bien? —alzó una mano y le acomodó un mechón de cabello detrás su oreja izquierda— Estás rojo —la misma mano posó su palma contra la frente del pelinegro—, pero no tienes fiebre —la mano bajó hasta su mejilla— ¿Tienes resaca?

—U-uh… —cielos, estaba tan avergonzado, pero cuando el pulgar de la mano de Leone comenzó a darle suaves y lentas caricias, se sintió en el cielo— Estoy bien, es sólo… —se apenó de decirlo en voz alta, así que inclinó su cabeza contra el contacto y cerró los ojos—

—Entiendo… —susurró gravemente, sin dejar de mimarlo—

—No me molestaría despertar así a diario —abrió los ojos, encontrándose con un par de pálidas mejillas encendidas en rubor; ahora que conocía los sentimientos del otro era mucho menos difícil decirle esa clase de cosas. Le encantaba—.

—M-me avergüenzas… —quitó su mano y desvió la mirada, hizo una pequeña pausa, mirándolo en repetidas ocasiones y a alguna otra cosa en particular sin importancia, hasta que dijo— Tampoco me molestaría.

Bruno creyó que su pecho estallaría de felicidad.

Después de asearse y comer, se estaban alistando para salir junto con los chicos, que irían al mercado de telas, mientras que él y Leone irían con el contacto que Prosciutto les había dado para deshacerse de las joyas.

—Volverán en cuanto terminen con mi encargo —Leone sonó severo—, y estando aquí comenzarán a coser, necesitaremos esos abrigos si queremos viajar sin enfermar.

—¿Podrías traer más brioches? —preguntó Trish, como si no le afectara en nada el tono molesto con el que el mayor les hablaba— Estaban bastante buenos.

—Lo voy a pensar —guardó unas cosas en sus mangas—. Nos vamos —volteó a ver a Bruno, sonriéndole tiernamente mientras le daba la espalda a los menores— ¿estás listo?

—¡S-si! —se avergonzó terriblemente, pero asintió rápido y salió de la habitación para que los demás no lo notaran— ¡No se metan en problemas!

—Si… —gritaron Mista, Trish y Giorno al mismo tiempo desganados—

Al salir de la posada Leone tomó la guía del camino, con Bruno siguiéndolo en silencio. Fue así que, mientras caminaba, analizó su entorno. El cielo estaba cubierto por nubes blancas, mostrando apenas pequeños pedazos del cielo azul, había mucha gente caminando en todas direcciones, mucha más que el día de ayer, miró al suelo y sintió el barro húmedo bajo sus botines, luego intentó familiarizarse con algo, sin embargo, el escuchar gritos, conversaciones y murmullos en un idioma que no entendía lo frustró. Buscó el río a su izquierda, viendo como los pequeños botes que flotaban en el agua parecían hacer cualquier cosa menos pescar, en su mayoría parecían transportar mercancías. Miró hacia su derecha, ver demasiada agua lo hacía sentir nostálgico, y no era momento para eso, asi que volteó y contempló las grandes casas de madera del lado contrario, con grandes ventanales en la primera planta, mostrando los variados productos que vendía cada tienda en cada casa; aquello llamó más su atención, no estaba acostumbrado a ver lugares así, las tiendas italianas solían ser mucho más sencillas.

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