Acamparon por dos días más, hasta que Mista estuvo lo suficientemente recuperado para volver al camino.
Tardaron dos días completos en llegar a la ciudad de Ivrea, allí Leone decidió que el viaje ameritaba herramientas. Por eso, estaba caminando junto a Bruno por la estación de carretas y carruajes.
—¿Crees que sería demasiado costoso? —le preguntó Bruno—
—Para eso hemos venido aquí, Bruno —estaba corriendo viento, por lo cual sujetaba la capucha sobre su cabeza con una mano—. Debemos cotizar y regatear lo que más nos convenga.
Bruno no habló más, sólo continuó caminando a su lado.
Leone habló con siete comerciantes, llegando a la conclusión de que lo mejor sería comprar lugares en una caravana de viaje hasta la ciudad de Aosta; allá se encargaría de ver la forma de cruzar las montañas.
Después de asegurar sus puestos en la caravana que partía a primera hora del día siguiente, se dirigieron al mercado para surtirse de provisiones. Hasta que un pequeño puesto llamó la atención de Leone, un artesano de metales.
Se acercó con lentitud, mientras sus ojos se movían con rapidez entre daga y daga. Eso lo emocionó, le encantaban las cuchillas, de todos los tipos y tamaños. Se paró de frente al puesto y ahora comenzó a analizarlas una por una, habían muchos tipos, algunas que nunca había visto en su vida; eso lo emocionó un poco más. Reconoció muchos diseños de almaradas, también de cuchillos, falcatas, dagas, pero, de entre todas esas variedades, su preferido era el puñal.
Los había con punta curva y recta, algunos tenían su propia vaina, otros no. Uno en particular, con la punta curva, llamó su atención. En su ojo tenía una piedra de azul oscuro envuelto entre un metal plateado y brillante, con diseños que se asemejaban al encaje de un vestido, su empuñadura, de madera oscura, hizo que el rostro de Paolo se le viniera a la cabeza; la madera tenía un color similar a su piel oscura y quemada por el sol y la sal de altamar; recordó la importante petición que le hizo antes de morir.
¿De qué manera podría honrar al buen Paolo?
Entonces algo en su cabeza se iluminó. Un regalo para Bruno.
Las comisuras de sus labios se alzaron en la oscuridad que cubría su rostro. Le regalaría ese puñal a Bruno. Un arma no estaría de más. Así se aseguraría de que Bruno no estuviera indefenso ante una situación de riesgo, o cualquier otra, en realidad; esas mierdas eran sumamente útiles.
La mañana llegó rápido, y Leone no pudo dormir. Sólo lo agradeció por llegar a tiempo para elegir la carreta en que viajarían.
Leone escogió la penúltima.
El viaje fue largo y agotador, tanto física como mental; no era sencillo aguantar a tres niños pisando la adultez. Su único consuelo siempre era Bruno, quien no se apartó de su lado en todo el trayecto. Demonios, adoraba a ese hombre.
Esa noche, casi dos días de viaje después, finalmente dormirían bajo un techo. El viaje duró casi tres días, el clima del lugar era diferente, hacía frío y el viento era fuerte y gélido, no entendía cómo los lugareños sobrevivían el invierno tan arriba en la montaña.
Se hospedaron en una gran casona de un piso, construída mayormente con piedras de la zona, en la sala de estar habían dos grandes chimeneas que ardían para calentar el lugar en su totalidad. El lugar le pareció lindo a Leone. Era casi refinado.
—Oye, Leone… —Bruno lo tomó de un brazo y lo alejó de las mujeres que atendían el lugar y los chicos—
—¿Qué pasa? —preguntó—
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Four Seasons
FanficEra el siglo XVIII, y los problemas y disputas por la corona de un país terminan por afectar directamente a un errante que no tiene absolutamente nada que ver ni ofrecer. Leone teme por su apariencia en un mundo que odia y destruye lo que no entiend...