Bruno (XI)

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Seguía metido en sus pensamientos, mientras veía el río fluir, hasta que escuchó una rama crujir a su costado derecho, volteó y se encontró a Leone mirándolo.

—¿Cuánto llevas ahí? —preguntó divertido; esperaba que no demasiado—

—Sólo un poco, no quería interrumpir.

—Sabes que no lo haces —rió y le sonrió—. Te estaba esperando, mira, pesqué la cena —señaló los pescados que se asaban—, pero aún no está listo.

—Yo traje esto —levantó su diestra y le mostró una liebre, la cual sujetaba por las orejas y se retorcía por el agarre—. No quise matarla de inmediato, así estaría fresca para cocinarla. A los chicos les gustará, sea lo que sea que prepare con ella.

Bruno observó al animal y, sin saber por qué, se le apretó el pecho. Era un animalito que luchaba por escapar y mantenerse a salvo.

—Oh, Leone... ¿Es necesario comerla? —extendió sus brazos para intentar tomarla, el mayor la acercó a él y la sujetó, la abrazó rápidamente y la llevó a su regazo— He pescado suficiente como para otro día...

—Mhn... —Bruno sintió la mirada ajena sobre él tras comenzar a acariciar y calmar al pobre animal— Está bien, supongo que bastará con el pescado y los tubérculos que encontré.

Bruno sonrió encantado, mientras saturaba de caricias al animal, el cual ya se había relajado entre sus manos, luego lo levantó y lo dejó sobre la hierba. El animal le dió una mirada, olisqueó y huyó a toda prisa dando brincos.

—Desperdiciamos una buena comida —Leone se sentó a su lado—. Pero no es demasiado importante ¿Cuánto le falta al pescado?

—Un buen rato —respondió—, acabo de colocarlos.

—Bien, eso me da tiempo para otro baño, muero de calor.

—Oye, eso suena bien.

—¿Qué esperamos, entonces?

Leone se levantó y corrió a la orilla del río, se quitó los pantalones y se lanzó al agua rápidamente. Bruno lo imitó, arrojándose al agua a penas la tela de su pantalón dejó de tocar sus piel.

—¿Cómo crees que le esté yendo a los chicos? —preguntó Bruno, después de un rato de nadar—

—Creo que el único que debe estarse quejando es Mista —se le escapó una carcajada—. Aún debe estar cagándose solo.

—¡Leone! —le arrojó agua a la cara— ¡No seas tan malo con los niños! —pero no pudo evitar reír con el mayor—

—¡Que no son niños, Bruno! —contraatacó con más agua— Los tres ya están bastante crecidos, sobre todo la malcriada de Trish.

—Oh, por favor, sólo es una niña caprichosa.

—Demonios, no —se acercó al pelinegro—. Ni te imaginas las cosas perversas de las que me ha hablado.

—¿Ah, si? —alzó una ceja— Pruébalo.

Leone frunció el ceño y pareció sonrojarse ¿Por qué lo haría? ¿Qué tipo de conversaciones han tenido? Dios, Bruno se arrepintió de preguntar ¿Y si ella se le había insinuando? Estaba al tanto de su cercanía, y ahora eso lo aterró.

—Pues... es vergonzoso. Habló de su padre y el de Giorno; amantes, orgías y cosas por el estilo.

—Oh... —Bruno temió seguir preguntando, pero necesitaba saber más— ¿Por qué ella te hablaría de eso?

Leone guardó silencio y bajó la mirada.

—Ella... cree que... —otra pausa— Cree que Giorno está enamorado de Mista —rió nervioso, eso desconcertó a Bruno. Leone estaba mintiendo, pero no lo hostigaría con más preguntas—.

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