Un mes después todo parecía estar mejor. O eso creía Abbacchio.
Los primeros días habían sido complicados, con dificultad se debió acostumbrar a los tres menores, pero Bruno había ayudado mucho, y Trish le agradaba muchísimo desde que comenzó a experimentar con su largo cabello; como en ese preciso momento.
El ocaso se acercaba, la pequeña Trish aprovechaba las últimas horas de luz para poder jugar con su cabello, pese a los extraños resultados que dejaba, comenzaba a gustarle. Bruno, Mista y la rata soñadora navegaban, en dirección al norte; los chicos tiraban de las cuerdas, mientras Bruno estaba al timón.
—Ya está —habló Trish—.
—¿Qué hiciste esta vez, pequeña escurridiza? —preguntó cerrando sus ojos, escuchando los sonoros pasos posicionarse frente a él— Espero no sea algo demasiado extraño.
—Sabes que lo será —se encogió de hombros—, o no sería divertido.
Abbacchio sólo suspiró y levantó sus hombros, resignado. No entendía la fascinación de Trish con su cabello.
Se levantó y caminó hasta la proa, sacó una brújula de uno de sus bolsillos secretos y apuntó hacia adelante; se dirigían al noroeste, hizo un par de cálculos mentales y llegó a la conclusión de que tierra firme se encontraba un par de grados hacia el noreste. Así que caminó hasta Bruno.
El pelinegro traía su cabello trenzado de una forma curiosa, pensó que era un magnífico trabajo de Trish, para que los mechones largos y desaliñados no molestaran a sus ojos fijos en el horizonte, su camisa estaba abierta hasta la altura de su ombligo. Las cuerdas que la amarraban caían a sus costados, olvidadas. Y usaba un pantalón negro que se perdía ante la tela blanca que vestía su torso.
No deseaba ver u analizar de más, pero siempre era sorprendente para Abbacchio la facilidad con la que se perdía observándolo. Concluyendo que, con Bruno, era normal que esas cosas pasaran.
—¿Sucede algo, Leone? —preguntó el pelinegro— Te quedaste ahí, mirando sin motivo...
—N-no... —intentó excusarse, pero había sido descubierto; como la mayoría de las veces, así que cambió el tema— Tierra firme está hacia el noreste ¿Por qué vamos al noroeste? —alzó una ceja inconscientemente confundido— Eso nos hará retrasar bastante, Bruno.
—¿Q-qué? —se sobresaltó un poco— ¿Estás seguro?
—Claro que si, la brújula lo dice —le enseñó el artefacto en su mano izquierda—. No necesito ser navegante para comprobarlo; debemos cambiar el rumbo.
—Maldición, Leone —suspiró resignado y se llevó una mano al rostro— ¿Por qué siempre eres tan intuitivo e inteligente?
Abbacchio no sabía si aquello era un cumplido o un insulto. Así que decidió tomarlo como algo positivo.
—Uh... ¿por qué dices eso?
—Porque me estoy resignando a que nunca podré ocultarte algo —alzó sus manos y sus hombros, también suspiró un par de veces al hablar—. Así que, no me queda de otra, tendré que decírtelo.
—¿Es algo malo? —preguntó con seriedad—
—No. No lo creo.
—Entonces está bien, Bruno, confío en ti —Abbacchio guardó su brújula y luego se cruzó de brazos, intentando darle una de sus mejores sonrisa al menor—. No necesitas darme detalles si no quieres hacerlo.
—Oh, no es eso, Leone —parecía divertido—. Es sólo... Sólo estoy cumpliendo un capricho a escondidas —se sonrojó ante la confesión—. No es algo importante o de vida o muerte. No...
—¿Qué es, entonces?
—Todo, Leone, todo —se desplomó sobre el timón, dramatizando un poco—. Cuando lleguemos al continente el camino será a pié... Y, pues... nunca he vivido demasiado tiempo en, digamos, la tierra.
—Oh... —ahora Leone lo comprendía todo; Bruno estaba haciendo tiempo a propósito. En parte lo comprendió, podía ponerse en su lugar, sin embargo— Pero, Bruno... —se acercó un poco a él y bajó el volumen de su voz— eso es demasiado arriesgado.
—Lo sé... —escondió su rostro ante uno de sus brazos— por eso es que estoy avergonzado. Debo despedirme de todo lo que tengo, otra vez.
—Bruno...
—No. Está bien —se irguió, enderezandose, luego hizo girar hacia su derecha el timón con todas sus fuerzas—. Ya nos he retrasado lo suficiente.
—No, Bruno, espera —Abbacchio levantó una mano y detuvo el movimiento del timón de un solo tirón, sorprendiendo al contrario— ¿Puedes escucharme un momento antes de actuar? —lo enfrentó frunciendo el ceño— Míralos —hizo un gesto con la cabeza, señalando a los tres menores, un poco más abajo, en la cubierta, disfrutando de lo que parecía una conversación entretenida mientras miraban la puesta del sol— ¿te parece bien si lo dejamos así, sólo por esta vez?
La luz naranja del sol en el ocaso le daba un brillo especial a la piel del rostro de Bruno, o eso pensó Leone en ese momento, disfrutando de la extraña mirada que el otro le entregaba desde más abajo. A veces Leone se preguntaba si era normal querer observar tanto a alguien en particular, nunca le había pasado, y no le molestaba, pues parecía que al otro tampoco le importaba. La luz cambió conforme los segundos avanzaban, tornándose violeta. En ese momento Abbacchio decidió que el pensamiento de ver Bruno como una obra de arte no era algo malo.
—Si... me parece bien —respondió Bruno al rato, sin apartar la mirada—.
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¡Hola, mis personas hermosas!
Los he extrañado mucho estos días, espero que estén bien y les agradezco que vuelvan por aquí uwu
Este cap no tiene curiosidades especificas, así que terminó siendo corto y rápido xd
¡Nos leemos en el siguiente capítulo!
Rashi✨
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Four Seasons
Fiksi PenggemarEra el siglo XVIII, y los problemas y disputas por la corona de un país terminan por afectar directamente a un errante que no tiene absolutamente nada que ver ni ofrecer. Leone teme por su apariencia en un mundo que odia y destruye lo que no entiend...