Bruno observó a la mujer y a Leone intercaladamente, teniendo la sensación de que se hablaban mentalmente, aquello lo molestó un poco, pero rápidamente llegó a la conclusión de que, si quería entender más de de ese tipo de lenguaje, tendría que ser mucho más perspicaz de lo que ya era.
Caminó detrás de Leone cuando comenzaron a seguir a la dueña del burdel fuera del cuarto, pasaron por el pasillo de entrada, donde le dio una rápida mirada al par de niños que los trajeron a ese lugar, les hizo un gesto con la cabeza para que los esperaran, luego continuó con su camino.
Bajaron por unas estrechas escaleras de madera en forma de caracol hasta la planta baja del burdel, revelando una amplia habitación con paredes de ladrillos y piso de tierra, muy oscura, pero iluminada con lámparas de aceite en las paredes y una que otra vela en las mesitas de noche, y con aproximadamente cuarenta camas. Bruno dio un pequeño salto cuando un grupo de niños apareció entre las sombras a su costado izquierdo, llevando sus manos a su bolsa con dinero en su cintura, temiendo ser robado, apurando el paso cuando vio que los demás lo comenzaban a dejar atrás. Al llegar al fondo de la habitación, ésta estaba dividida con grandes y gruesas cortinas, creando una habitación con más privacidad dentro de la misma.
Bruno parpadeó, observando los patrones blancos de flores en las cortinas verde musgo, no obstante, todo a su alrededor perdió importancia al comenzar a escuchar quejidos del otro lado de la cortina.
—Por aquí, caballeros —la madam deslizó una de las cortinas hacia un lado para que pudieran pasar al otro lado—. Ella es Melissa —dijo apuntando hacia una niña en una cama—, es su primer parto y no lo está llevando muy bien.
—¿Qué edad tiene y cuántas horas lleva en trabajo de parto? —preguntó Leone, mientras comenzaba a arremangar las telas que cubrían sus brazos—
—Diecisiete —soltó la cortina y caminó hasta la cama—, unas cinco horas —se inclinó y le peinó el enmarañado cabello negro de la chica, quien estaba con los ojos cerrados, aparentemente durmiendo—. Las parteras se negaron a venir a atenderla, mi negocio no tiene muy buena fama entre las mujeres, como imagino ya sabrá.
—En efecto —Leone se acercó a la joven sobre la cama y la examinó con rapidez—.
Bruno se acercó a la cama para poder observar mejor. La chica estaba cubierta de sábanas hasta el pecho, vestía un camisón holgado y tenía el cabello suelto, su rostro estaba pálido, tenía grandes y oscuras ojeras debajo de sus ojos, mientras que sus labios estaban de un rosa desteñido, sin vida. Sinceramente, no se veía para nada bien.
—¿Qué necesita para comenzar? —la mujer le preguntó demandante a Leone—
—Mucha agua hervida y sábanas limpias —Leone alzó la mirada—, también dos o tres ayudantes para que me asistan —hizo una pausa—. No obstante —la dueña del burdel lo miró confundida—, mientras trabajo aquí, debe permitir a mis otros acompañantes instalarse en su... modesto hotel.
—Bien —la mujer se enderezó—, es un trato, señor Abbacchio —la mujer le extendió la mano, Leone le ofreció la suya, cerrando el pacto—. Pero recuerde, necesito que la chica viva, aún me debe mucho dinero.
Leone comprimió su rostro en molestia cuando la mujer desapareció tras las cortinas. Bruno se acercó a él y acercó su diestra hasta la misma del mayor, dándole un apretón.
—¿Estarás bien? —le preguntó casi en un susurro, recibiendo un asentimiento en respuesta— Si quieres, puedo quedarme a ayudar.
—No, debes ir con las ratas —levantó la vista, sosteniendole la mirada, luego volteó su cuerpo y llevó su otra mano a la de Bruno—. Las prostitutas son peligrosas, no permitas que se queden a solas con los chicos o —hizo una pausa, rompiendo el contacto visual— contigo.

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Four Seasons
FanfictionEra el siglo XVIII, y los problemas y disputas por la corona de un país terminan por afectar directamente a un errante que no tiene absolutamente nada que ver ni ofrecer. Leone teme por su apariencia en un mundo que odia y destruye lo que no entiend...