Tras siete días, finalmente, la fiebre de Paolo bajó, estabilizándose y asegurando que ya no moriría.
—Debemos irnos, hijo —Bruno lo miró desde su asiento, donde conversaba con Leone sobre unas algas—, ya ha pasado una semana, las cosas deben estar más tranquilas allá.
—Si... —desvió la mirada, evitando la de su padre— Sobre eso... —rió levemente— Nos hemos estado moviendo toda la semana, padre —volvió a reír—. Leone se ha asegurado de que no lo sientas. Anoche llegamos a Roma.
—Y... —Paolo los miró asombrado— ¿Cómo lo hiciste para navegar?
—¿Sabes, padre? —Bruno le sonrió— Leone es muy inteligente, aprendió muy rápido el mecanismo de las cuerdas ¡además tiene mucha fuerza!
Abbacchio se revolvió en su lugar y apartó la mirada cuando Bruno se dio vuelta para sonreírle con sus halagos.
—Me alegro... —Paolo arrastró la voz— Muchas gracias por todo, a ambos, son... buenos niños.
Bruno volvió a reír, como el niño que su padre afirmaba que era.
—Necesito ir por unas cosas al mercado —el pelinegro se levantó—.
—¿Podrías traerme pasas? —le preguntó Leone— No estoy acostumbrado a tanta sal... —dejó unas monedas sobre la mesa— Hay de más, por si ves algo que crees que llamaría mi atención.
—Está bien, regreso en un rato —se despidió de su padre, dejando un beso sobre su frente, y un movimiento de mano a Leone—. Muy bien...
Caminó por el muelle con lentitud, hacía mucho tiempo que no estaba en Roma, y la presencia de la guardia papal y real no era normal; debía ser por la batalla de hace una semana.
Al adentrarse a la ciudad notó un flujo de gente mucho mayor al que esperaba, la población había aumentado mucho.
Caminó sin mucho cuidado, recordando todo los productos que veía y sus precios, hasta que descubrió a un par de niños robando de un puesto de frutas; frunció el ceño ante eso, y no pudo evitar caminar en la dirección donde desaparecieron, tenía bastante pescado en el barco, si podía ayudar a los pequeños, lo haría.
Al salir de un callejón volvió a toparse con parte del flujo de personas del mercado del puerto, le compró unas piezas de pan a un vendedor y buscó a los niños haciéndose el desentendido. Los encontró con la mirada, mientras intentaba hacer sus compras disimuladamente. Caminó hacia ellos, hasta que alguien lo chocó por detrás.
—Lamento mi torpeza —habló una voz masculina pero suave—.
—No hay problema... —cuando Bruno se volteó para mirarlo, la persona que lo chocó ya no estaba— Oh, qué rápido...
Entonces se sintió más ligero.
Oh, no. Mierda.
—Las monedas que me dio Leone no están... —volteó en todas direcciones, hasta que reconoció una sombra perderse por un callejón— Oh, no escaparás, pequeña rata.
Corrió a su búsqueda, sabía que era él. Esquivó personas como pudo, estuvo por caer un par de veces, sin embargo, logró estabilizarse y atravesar el callejón, pero, para su mala suerte, quien perseguía había desaparecido.
—Con un demonio...
Maldijo entre dientes, derrotado, ya no podía hacer nada. La cantidad de dinero era considerable... y ahora debía compensarlo.
Pasaron las horas, sus pasos lo alejaron de la costa mientras completaba su diligencia, llevaba una pequeña canasta de madera, donde había guardado todo. Suspiraba a cada rato, estaba abatido, y se sentía como un pusilánime ¿Cómo pudo permitirse ser robado de esa manera? ¡Era un completo idiota!
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Four Seasons
FanfictionEra el siglo XVIII, y los problemas y disputas por la corona de un país terminan por afectar directamente a un errante que no tiene absolutamente nada que ver ni ofrecer. Leone teme por su apariencia en un mundo que odia y destruye lo que no entiend...