—Lamento que no hayamos podido ir más lento —dijo Leone un par de minutos antes de llegar a la posada—.
—No te preocupes —se cruzó de brazos y le sonrió—, ya podremos dar un paseo en la siguiente ciudad.
—Claro… —Leone sonrió, y Bruno creyó que no necesitaba nada más— De todas formas, aún tenemos tiempo, no creo que nos vayamos pronto.
—¿Qué nos hace falta?
—Una carreta y dos caballos —frunció el ceño—. Ya no deseo que alguien más nos esté llevando, iremos a nuestro ritmo ésta vez.
—Eso suena bien —le dio una mirada rápida al mayor y luego volvió a mirar hacia adelante—. Seguro a los chicos también les va a gustar.
—Así es —se detuvo de golpe—. Mierda, los dulces.
Bruno se detuvo y lo miró, frunciendo el ceño cuando recordó lo mucho que se le habían antojado los dulces de la panadería.
—¿Crees que podríamos conseguir algunos? —preguntó con algo de timidez, sin embargo, en el fondo, sabía que Leone no le negaría aquel insignificante capricho— Ya sabes, para-
—Claro —lo interrumpió—. Llevemos la bolsa a la posada y después vamos por los dulces —se llevó una mano a la barbilla—. Si tenemos suerte podría encontrar algo útil.
—¡Genial! —Dios, Bruno deseaba tanto lanzarse encima de él, abrazarlo y acariciar su rostro en el pecho del mayor, pero se contuvo para no llamar la atención, en cambio, rodeó al peligris y lo sujetó por los hombros— Saldremos por ese paseo de todas formas —sonrió feliz y lo incitó a caminar—.
Cuando llegaron a la posada se encontraron con Giorno y Mista en la entrada, conversando tranquilamente. El rubio estaba bien abrigado, cubriendo su cabello y parte de su rostro, Bruno lo miró, luego volteó a ver a Leone, luego a Giorno otra vez; soltó una risa divertida, notando lo mucho que Giorno se comenzaba a parecer a Leone. No sabía si era admiración o si era inconsciente, pero se notaba la influencia de Leone en el pequeño príncipe.
—¡Bucciarati, Abbacchio! —los llamó Mista, quien vestía un abrigo marrón oscuro, botas gruesas que llegaban bajo sus rodillas y pantalones de un marrón rojizo, alzando una mano y llamándolos— Han regresado pronto.
—Misión cumplida —dijo Bruno, sonriendo victorioso y sujetando sus caderas con sus manos— ¿Cómo les fue a ustedes?
—Uh, bueno… —Mista volteó a ver a Giorno, quien descubrió sus ojos para mirar a los mayores—
—Trish tropezó con un charco de regreso aquí —explicó Giorno con frustración dejando caer sus hombros—, ahora se está aseando, por eso estamos aquí.
—Oh… —murmuró Bruno, mientras que Leone soltaba una sonora carcajada a su lado— ¿Ella está bien?
—Si —Mista alzó sus brazos y los cruzó por detrás de su cabeza, hablando divertido—, sólo con lodo hasta las orejas.
—Auch —Leone volvió a burlarse—, a su ego debió dolerle.
—¡Y que lo digas, me dio un golpe en el estómago por reírme! —Mista descruzó sus brazos y se cubrió el vientre con ellos— Tiene bastante fuerza para lo escuálida que es.
—Imagina si supiera usar un cuchillo —el peligris dijo con el rostro serio—.
—Por el amor de Dios, Abbacchio, no le enseñes —se lanzó al peligris y lo sujetó por las telas de su capucha— ¡Me asesinará!
Bruno rió, siendo seguido por Giorno, luego por Leone.
Se dieron el tiempo de dejar hacer a Trish lo que hacía en paz, mientras ellos pasaron al salón de la posada, a beber un poco de vino con los chicos. Disfrutaron del fermentado amargo mientras que los menores les contaban con más detalle el altercado que habían tenido el día de ayer, al mismo tiempo que Bruno le dejaba una que otra caricia a Leone, a su lado, por debajo de la mesa, pero sin dejar de prestar atención a lo que los menores decían. Cuando Trish bajó a buscarlos, se unió a beber, mientras que, tras terminar su vino, Bruno y Leone se retiraban para continuar con sus pendientes.
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Four Seasons
FanfictionEra el siglo XVIII, y los problemas y disputas por la corona de un país terminan por afectar directamente a un errante que no tiene absolutamente nada que ver ni ofrecer. Leone teme por su apariencia en un mundo que odia y destruye lo que no entiend...