4. Recuerdos enterrados

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No pasó mucho tiempo para que Ayaka se diese cuenta de que Tanjirou era cálido.

No en el sentido de personalidad, aunque también lo fuese, sino que el cuerpo de Tanjirou irradiaba tan intensa cálidez que la piel de Ayaka era capaz de sentirla a través del panel de cañas de bambú en el que los dos se apoyaba.

Sus padres no eran ricos, no tenían el dinero suficiente como para permitirse una bañera y la madera suficiente como para calentar agua regularmente. Con eso y con la manía de Ayaka de bañarse más frecuente de lo normal, no habían tenido otro remedio que recurrir al río que fluía detrás de su casa, no muy lejos de ellos.

Así que lo único que pudieron hacer fue apañárselas con el agua del río (que venía desde de la montaña, así que era limpia, Ayaka lo había confirmado) y un panel hecho de unas cuantas cañas de bambú para proteger la privacidad entre hombres y mujeres.

A Ayaka aquello no le importaba, puesto que no era algo raro para ella compartir baño con Genya en la montaña de Himejima-san. Incluso si Ayaka había intentando convencer a Tanjirou de que le daba igual, éste había insistido en utilizar el panel.

Era evidente que sus padres habían intentado criarlo para que fuese alguien respetuoso. Le costaba no utilizar los honoríficos cada vez que se dirigía a ella en cualquier ocasión, ganándose cada vez un gruñido por parte de Ayaka. Por muy respetuoso que fuese, eso no le quitaba lo tozudo.

Y, en opinión de Ayaka, lo molesto.

—Tu familia es muy amable, Aya —comentó Tanjirou. Ayaka no sabía si estaba feliz o si aquel era su tono habitual.

Pero una cosa estaba claro, Tanjirou y su familia se llevaban bien. Tanto que Tanjirou parecía ser hijo de los Iwamoto, y ella no.

—Ya, eso es porque no conoces a mi abuela con mal humor —respondió, su tono afilado como un cuchillo. Ayaka jugó distraídamente con uno de sus mechones, que ahora flotaban libremente en el agua, contrastando con su recogido habitual—. Es porque eres un invitado, sino no se portaría tan bien contigo. Aunque no puedo decir lo mismo de mis padres. Son así con todo el mundo, pero parecen especialmente encantados contigo.

Las palabras que salían de sus labios eran parcialmente mentira, pues Ayaka nunca había visto a su abuela tratar a alguien así.

Kaede era como su nieta, puede que incluso más orgullosa que ella, pues era sabido que no se doblegaba ante nada ni nadie. Ganar su respeto era una tarea difícil, pero aún así Tanjirou había podido hacerlo sin ningún problema en apenas unos minutos de conversación.

Ayaka se hundió más en el agua, hasta tal punto en el que apenas y se entreveían sus ojos.

La frialdad de la misma junto con las brisas que perdían su calor cuanto más tiempo pasaba por poco la hacen temblar, pero consigue no hacerlo. Tanjirou parecía estar acostumbrado al frío, pero aun así Ayaka puede notar ciertos temblores irregulares por el poco contacto que tienen.

Tanjirou Kamado era un misterio, y a Ayaka no le gustaban las cosas a las que no encontraba explicación.

—¿Llevas a todas partes dos pastillas de jabón? —consiguió Ayaka oír a Tanjirou al otro lado del panel. A pesar de estar de espaldas a él, podía imaginarlo perfectamente al hacer esa pregunta, sosteniendo la pastilla de jabón morada en sus manos y observándola con curiosidad.

—Por supuesto que sí, ¿tú no? —contestó Ayaka en tono despectivo—. Aunque no me sorprendería, con lo sucio que estabas, ¿es que no te lavas las manos?Ayaka solo oyó unas pequeñas risas avergonzadas de su parte, pero la actitud feliz de Tanjirou no cambió en lo más mínimo.

Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora