29. Un demonio, dos demonios

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Entre las mullidas sensaciones y los sentimientos blancos, Ayaka soñó con un demonio.

La Mansión Mariposa estaba lo más vacía que podía estar, teniendo en cuenta que el Sol todavía no había salido.

Las heridas de Kanao no eran demasiado, al menos, Ayaka supuso, no para alguien como ella.

Kanao Tsuyuri, tsuguko y aquella que veía tanto como Ayaka. Ser tsuguko tenía que ver con la fuerza, y aunque Kanao no parpadease, no suspirase o siquiera murmurase palabra mientras que no se le fuese dicho, seguía siendo mejor que Ayaka. Más rápida, más ágil, más inteligente, más hábil, y aquello no tenía nada que ver con la pasividad de Kanao ni con sus similitudes a una frágil flor. Y por mucho que Ayaka sea una montaña y Ayaka sea una estatua de piedra que podría haber tenido en ella plasmada la cara del Buda Amida, seguía siendo inferior a una simple y débil flor.

Pero las montañas siempre habían mostrado compasión hacia las débiles flores, ¿no? Dejan que entierren sus raíces en sitios recónditos muy a lo alto, como un punto de color en un sitio donde debería haber solo piedra, pero allí estaba, y Kanao era el tipo de flor que podía sobrevivir al invierno, al fin y al cabo, había cerrado sus pétalos por un invierno mucho peor.

Es por eso que Ayaka se encuentra enrollando las piernas de Kanao con vendas, haciéndolo lo mejor que puedo con un pequeño ceño fruncido y lengua ligeramente entresaliendo en concentración. Quién podría haber pensado que alguien que hubiese pasado tanto tiempo entre algodones y vendas no supiese limpiar siquiera unos pequeños cortes.

—Ayaka-san —llama Kanao débil, y eso hace que ella levante la vista—. Hay alguien en la puerta.

—¿Quién demonios estaría despierto a-? —. Su voz se irrumpe bruscamente cuando ve a Yuu, ojos negros que cargan con bolsas pesadas y negras.

—Ah, tú... —murmura Ayaka, volviendo su vista a las heridas de Kanao, esparcidas por sus deliciosas piernas blancas. Aunque esté de espaldas ella mira a Yuu de reojo, la pesadez en su figura, el sudor que hace que su pelo brille desagradable. No le gusta—. ¿Qué haces fuera de la cama tan temprano?

Yuu arruga la nariz de una forma que no es normal, demasiado furioso como para que sea él.

—Bueno, perdona el hecho de que no haya podido dormir, no todos tenemos dulces sueños —ladra ácidamente, pasando distraídamente una mano por su frente. Algo bajo la piel de Ayaka late con fuerza ante la vista, y aquello derrite toda tensión que hubiese podido tener.

—Tú... no... eso no era a lo que yo... —susurra ella, orejas rápidamente tornándose rojas, por fortuna ocultadas por su pelo.

Yuu la ignora y apoya una mano en la camilla donde Kanao está sentada, pasando los ojos perezosos por el desastre sangrante en el que Ayaka ha convertido las vendas. Son ojos de lince, negros y vacíos que dejaron sus estrellas caer en sus mejillas, y en ellos, con un simple vistazo, Ayaka encontró a un Yuu diferente al que conocía. No era el que la atormentaba por las noches por mucho que sus ojos taladren agujeros sobre ella.

Cuando su mirada se torna tan juzgadora que ella no puede ignorarla, Ayaka alza las manos al aire irritada y se gira hacia él.

—¿Qué?

Él simplemente apunta con el dedo.

—Lo estás haciendo mal.

Las mejillas de ella queman rojas cuando habla:

—Eso ya lo sé —. Ayaka continúa jugueteando con la tela que por mucho que intente no se queda alrededor de donde quiere que se quede—. Si vas a seguir soltando cosas así-

Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora